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Cultura

La polémica carrera por el año Zweig 

El paso a dominio público de los derechos del autor de ‘El mundo de ayer’ propicia un ‘boom’ al que dos editoriales españolas llegan con adelanto gracias al Brexit

La polémica carrera por el año Zweig 

Stefan Zweig. | Wikimedia Commons

La literatura, como todo, también es un negocio. Incluso la buena. Para que las mejores páginas nos emocionen, incluso nos fascinen y cambien nuestra forma de ver el mundo, antes unos señores han tenido que empaquetar un producto llamado libro. Dicho producto tiene unos costes y a esos señores, llamados editores, por cierto, no les queda más remedio que lidiar con esa cosa tan prosaica llamada dinero, por mucha vocación libresca que los posea. Por eso cuando surge un mirlo literario financieramente blanco, se lanzan a por él como depredadores. Para bien de los lectores, que recogemos los frutos sin prestar mayor atención a su procedencia. Aunque no está de más que, de vez en cuando, hagamos un esfuerzo por conocer ese contexto que explica muchas cosas (no todas, no caigamos en estructuralismos baratos). Este año que empieza tenemos un ejemplo perfecto: Stefan Zweig. 

Nacido el 28 de noviembre de 1881 en Viena y nacionalizado británico, murió en la ciudad brasileña de Petrópolis el 22 de febrero de 1942. Ninguno de estos datos introductorios, tan del gusto de aquellos profesores que tanto nos aburrían en el colegio, resulta baladí. Para empezar por el final: a los 80 años de la muerte de un escritor, a partir del 1 de enero del siguiente los derechos de explotación de sus obras pasan a dominio público. Eso significa que cualquier editorial puede publicarlas sin pagar un euro. Teniendo en cuenta que ya en su tiempo, en los años 30, fue el autor más traducido del mundo, y que el carácter melancólico de fin de época encaja como mano al guante con nuestra triste actualidad, nos espera una catarata de Zweig en las librerías.

Stefan Zweig. | Wikimedia Commons

Otro dato interesante: austriaco de nacimiento, se nacionalizó británico para huir del nazismo que amargó los últimos años de su vida; terminó suicidándose tras ver a Europa «destruirse a sí misma», según la nota que dejó. Con el Brexit de febrero de 2020, la obra de escritores británicos dejó de estar sujeta a la legislación de la Unión Europa, circunstancias que aprovecharon un par de editoriales. 

El 2 de enero del año siguiente, Ediciones 98 publicó dos tomos de sus Diarios, los tramos 1912-1914 y 1931-1940 con el eslogan: «Por primera vez se desvela, en español, la intimidad de Zweig en sus propias palabras». Y actualmente anuncia en su web que publicará en breve el resto de los diarios que se conservan (1915-1918). 

Portadas de los diarios de Zweig publicados por la editorial Ediciones 98.

Por su parte, Hermida Editores sacó Poesía completa y Novela de ajedrez en 2022. Una fecha hábilmente próxima pero anterior al previsible boom. Ahora aprovecha para colocar en su catálogo Amok. Novelas de pasión con la etiqueta de «¡Muy pronto!».  

Portadas de los libros publicados por Hermida Editores

La respuesta de las editoriales agraviadas —en su momento se gastaron un dinero en los derechos– no se hizo esperar. Para Acantilado el problema, más allá de la cuestión moral, quizá fuera menor: editorial consolidada y de buen tamaño, para la inmensa mayoría de lectores españoles Zweig aparece indisolublemente unido a sus portadas. 

Para Fórcola el asunto se antoja más delicado. De menor dimensión, presume de su «defensa de los derechos y la visibilidad de las editoriales independientes» y añade: «Una edición muy cuidada desde el origen, un proceso en el que cada detalle cuenta, y un acabado de calidad, son características que identifican las publicaciones».  

En su catálogo, Fórcola destaca con los máximos honores el poemario de Zweig Cuerdas de plata, con una delicada traducción de Richard Gross y, sobre todo, prólogo de un ‘primera espada’ del mundillo como César Antonio Molina. Se trata, además, del primer libro publicado del autor, «en la primavera de 1901, cuando aún no había cumplido veinte años», como refiere líricamente la editorial en su ficha. Salió en octubre de 2021. La Poesía completa por la que Hermida no ha pagado un céntimo de derechos de autor incluye Cuerdas de plata.

Portada de libro publicado por Fórcola

Marina Manzanares Sanz, legal counsel de Legal Army, recuerda que la UE lanzó una directiva para armonizar «el plazo de protección de las obras, estableciendo un periodo de protección que se extiende durante toda la vida del autor y hasta el transcurso de 70 años a contar desde el 1 de enero del año siguiente al de su fallecimiento». Dicha directiva permite «ciertas excepciones que han llevado a que, en el caso particular de España, la legislación contemple un plazo de protección más elevado para las obras de autores fallecidos con anterioridad al 7 de diciembre de 1987». En concreto, 10 años más. 

El principio de no discriminación por razón de nacionalidad de la UE, explica Manzanares, «implica que ese especial periodo de protección deberá aplicarse cuando se reclame la protección de una obra en España, no solo a las obras de autores españoles, sino también a las obras de cualquier nacional de un Estado miembro de la Unión». Con autores extra-comunitarios resulta de aplicación «el Convenio de Berna y, en lo que aquí interesa, su artículo 7.8, que determina que ‘en todos los casos, el plazo de protección será el establecido por la ley del país en el que la protección se reclame’. Sin embargo, a menos que la legislación de este país no disponga otra cosa, la duración no excederá del plazo fijado en el país de origen de la obra».

Zweig nació en Austria, pero se definía a sí mismo como un apátrida y adoptó la nacionalidad británica poco antes de morir. Ediciones 98 y Hermida lo consideran británico. Para Javier Jiménez, director de Fórcola, es y debe ser austriaco no solo por su nacimiento, sino por «un principio moral». 

En un sentido artículo en la web de Fórcola titulado «La segunda muerte de Stefan Zweig», sostiene que «convertir en apátrida a Zweig, algo que ya hicieron otros en 1938, y esgrimir su nacionalidad británica –que el propio Zweig no tuvo más remedio que solicitar para huir del odio, la persecución y, en definitiva, esa muerte que finalmente le atrapó en Persépolis en 1942– supone hacerse cómplice del perseguidor, ese nazismo que ‘asimiló’ a Austria –borrándola del mapa, eliminando su rango y su dignidad de la lista de las naciones, manipulando y reescribiendo su historia, para borrar la memoria de lo propio– al Tercer Reich». 

Y dispara con bala: «Hacer británico a Zweig, con el simple propósito de sortear la legalidad europea vigente en propiedad intelectual mediante la argucia torticera de culpar al Brexit, ya no solo es un proceder de pícaros, sino que delata una conducta ruin, una mentalidad avara y un trasfondo ético y moral podrido y deleznable».

Stefan Zweig en 1900. | Wikimedia Commons

Finalmente, el caso no irá a los tribunales. Según Jiménez, porque «los plazos son imposibles» y «las costas de un proceso legal son inasumibles». La parte contraria alega que porque saben que no tienen la razón. El caso es que un par de editoriales se han adelantado en una carrera que promete ser dura. 

Más allá de la polémica, la gran dinamizadora de esa carrera promete ser la editorial Alianza, que cuenta con el inmenso poderío económico de su matriz, la francesa Hachette, para lanzar una campaña de marketing capaz de convertir a Zweig en el nuevo autor de moda. Salamandra, por ejemplo, ya lo hizo con el húngaro Sándor Marái hace un par de décadas, y Zweig tiene mejores credenciales: según la base de datos de libros del Ministerio de Cultura, en España se han editado un total de 306 libros suyos o relacionados con él. Un long-seller de manual.

Como no podía ser de otro modo, Alianza lanzará su primer gran cañonazo Zweig con El mundo de ayer. La nueva traducción de Eduardo Gil Bera promete sacarles aún más lustre a las memorias póstumas con las que Acantilado relanzó la fama del autor austriaco y/o británico en 2002. Un total de 31 reediciones hablan de su éxito. Pero para su famosa colección de bolsillo, Alianza ha optado por otro de los libros preferidos del gran público, Momentos estelares de la humanidad, al que seguirán otras obras menos conocidas. Más exquisita se ha mostrado Páginas de Espuma, por ejemplo, que publica unos muy prometedores Cuentos completos traducidos por Alberto Gordo. Y Anaya ha tenido la astucia de fijarse en Miedo, una novela que los colegios incluyen a menudo como lectura obligatoria.

De todo este movimiento, y más que irá surgiendo, pueden beneficiarse las editoriales que pagaron en su momento por los derechos y ahora cuentan con un buen fondo Zweig. Ya dijimos que lo de Fórcola y su apuesta por Cuerdas de plata es algo más específico. La que de verdad se puede beneficiar de la moda en ciernes es Acantilado. Con nada menos que 44 obras de Zweig en su catálogo, presenta ahora como novedad su correspondencia entre 1931 y 1935 con el compositor Richard Strauss, que muestra la relación de Zweig con la ópera y la valentía de Strauss, cuya última misiva, interceptada por la Gestapo, muestra cómo, pese a la presión de las autoridades nazis, se negaba a dejar de trabajar con el escritor judío. También destaca  Biografías, en el que Zweig despliega su capacidad para hacer sugerente la historia retratando a personajes como Erasmo de Róterdam, Magallanes, María Estuardo o María Antonieta.

Portada del libro.

Esa capacidad, por cierto, que le costó cierto desprecio en las altas esferas literarias. En su soberbio artículo «Zweig, nuestro contemporáneo» en Letras Libres, Pedro Sorela recordaba que el centenario de Zweig «lo rescató del Olímpico Purgatorio al que se suele condenar a los escritores populares —en vida y después, y por razones no siempre confesables». Sorela, que no desvía la mirada de las sombras de Zweig, se queda «con el hecho de que siempre escribiese y viviese como pensaba (o dejase de hacerlo). Esto es, para decirlo con una expresión anticuada, pero rebosante de dignidad, como ‘un ciudadano del mundo’. Una ambición natural que, por su peligro para el ilimitado negocio de las fronteras y sus variantes, mandarines de toda laya desaconsejan». Su suicidio lo confirma y nos avisa. Sus obras nos sugieren y nos consuelan. Bienvenida sea la liberación de sus derechos de autor si nos lo multiplica. 

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