'Mira a esa chica': la novela de una violación grupal
Cristina Araújo, Premio Tusquets 2022, disecciona con introspección psicológica cómo es el día a día para una víctima de una agresión sexual en su primera novela
«El cráneo se te llena de astillas. Quiero irme. Un coche sale del aparcamiento y el sol estalla en la carrocería. Un gorrión remonta el vuelo. El poético arcoíris de un charco de aceite al pie de un camión. Podría ser un día precioso, la verdad. De hecho, es un día precioso al margen de tu tragedia». Tu tragedia, la tragedia de otras muchas. Que cuatro tipos te introduzcan en un portal y te agredan sexualmente mientras tú permaneces en shock. «Hasta en un 70% de los casos, según algunos informes, las víctimas de violencia sexual experimentan inmovilidad tónica». Es decir, permanecen aturdidas, congeladas, auténticamente paralizadas por el miedo.
El dato y las palabras, son de Cristina Araújo Gámir (Madrid, 1980). Mira a esa chica, su primera novela publicada, obtuvo el Premio Tusquets 2022 y ha entrado en las listas de los mejores debuts del año de las principales cabeceras culturales del país. El jurado del galardón la describió como adictiva y necesaria. «Disecciona con fina inteligencia los entresijos del pensamiento patriarcal, al que se atreve a mirar de frente en toda su complejidad», analizó Sara Mesa, otra asidua en estos recopilatorios de lo mejor del año.
Al otro lado del teléfono confiesa su alegría. «Todavía me cuesta un poco hacerme a la idea y mira que ya han pasado meses. Se me queda muy grande. Estoy muy contenta, obviamente, es un sueño de toda la vida, por eso a veces pienso que igual ocurre como cuando uno sigue con la inercia del sueño. Pero sí, ha sido un año alucinante», comenta. Novela psicológica que entra en el antes, durante y, particularmente, en el después de la agresión sexual, Mira a esa chica es una ficción sobre una adolescente víctima de una violación grupal que recuerda a otros dramas muy reales. Principalmente al de la víctima de La Manada, pero también, puntualiza su autora, a otros muchos testimonios, más o menos mediáticos.
«Me influyó pero no fue el motivo. Porque lo que yo quería contar eran cosas muchas más íntimas. Quería contar el día a día y el después y las consecuencias psicológicas y toda esa soledad y tristeza enorme que puede tener una persona después de sufrir algo así. El tema es que yo necesitaba también un caso mediático porque quería plantearme cómo una persona vive este trauma si encima la gente habla a tu alrededor de él. Era un suceso que le daba al relato un hilo argumental: el acto de la violación, el juicio, el recurso… Me daba un esqueleto para contar la historia, que es totalmente ficticia. Pero igual que sucedió lo de La Manada hubo muchos casos apenas mediáticos en absoluto con los que me documenté. Por eso he querido insistir en que Mira a ese chica no se basa solo es ese caso. Es un collage».
Cristina Araújo, ganadora del XVIII Premio Tusquets Editores de Novela por la obra #MiraAEsaChica, manda un saludo a sus lectores. #PremioTusquetsdeNovela pic.twitter.com/A3cYhpzzXf
— Tusquets Editores (@TusquetsEditor) November 9, 2022
Del recordatorio físico al dolor psicológico
Con todo, confiesa Araújo, «nunca hubiese pensado en escribir sobre esto. Fue algo más espontáneo. Me gusta escribir sobre sucesos impactantes que llevan al extremo las emociones o las acciones de los personajes. En este caso concreto, vi una noticia sobre las pruebas médicas a las que se tiene que someter una chica cuando va a urgencias inmediatamente después de sufrir una violación. Nunca me lo había planteado. Siempre lo había visto más como un proceso psicológico, el trauma posterior de la depresión, la ansiedad y las fobias, pero nunca había pensado en la parte de la salud física». El reportaje en cuestión enumeraba uno por uno los pasos a seguir. Más tarde, escribirá: «Le ponen una vacuna contra la hepatitis. Le dan la píldora anticonceptiva. Unos antibióticos para la gonorrea, la clamidia, la sífilis. Le piden que orine en un bote, le sacan una muestra de sangre».
Sin olvidarse, también, de la amenaza del SIDA. «Te dan los antirretrovirales y luego tienen que hacerte un seguimiento», explica Araújo. A los tres meses, a los seis, al año. «Así hasta que lo descartan por completo. El hecho de que las pruebas sean un recordatorio continuo me hizo pensar mucho en lo que era el trauma posterior como un añadido extra. Y ya lo empecé a ver como una intromisión en tu vida».
Para ello, la escritora se preparó a conciencia. Se documentó con testimonios y autobiografías de mujeres que habían sufrido agresiones de diferentes tipos, se descargó transcripciones de juicios enteros, acudió a libros de estadísticas con información de porcentajes de cuántas mujeres denunciaban y cuántas no, qué cambios físicos o de vestuario asumían, cómo reaccionaban según la edad. Se asesoró con un abogado para la parte legal y leyó libros de psicología para tratar las fases del trauma, además de consultar los protocolos procedimentales de diferentes hospitales. No solo españoles, también de Francia y Alemania, donde reside actualmente.
«Lo que más me impactó fue el día de urgencias, que fue el germen de todo el libro. Para mí ese capítulo es de los más importantes. Me esforcé mucho en escribirlo, porque si ya me parece duro ir después de un mes y que te hagan todo eso, ir en el momento de que ocurra, en ese estado, con el alma en carne viva, y que te empiecen a preguntar por todo…». Y narra en el libro: «Quiere hablar. Duda. No localiza el tipo de dolor que cree que le están exigiendo. Ese dolor de cuando te dislocan un brazo y te tiran al suelo, y después te la meten mientras tú forcejeas y chillas. No, ese tipo de de dolor lacerante, de carne abierta, no es lo que ella ha experimentado».
El ruido mediático y el juicio de la prensa
A eso se añadió el ruido mediático que se generó en torno al suceso de La Manada. «Era otro recordatorio. No es solo que las víctimas de agresiones sexuales oigan las opiniones dispares de familia, amigos, conocidos o desconocidos, sino de qué manera lo oigan. Cuando pasa algo que no es tan polémico, se habla mucho pero es más informativo. Luego no hay esos debates por la noche y la gente no opina. Pero en estos casos, no solo de violaciones, también cuando mueren niños o con los asesinatos, hay ese extra de debates, redes sociales, opiniones de personas ajenas a la situación. Hubo cosas que oí cuando lo de La Manada que me parecieron muy injustas, como que ella había salido con sus amigas, que si se lo estaba pasando bien…».
«Siempre lo había visto más como un proceso psicológico, pero nunca había pensado en la parte de la salud física»
«Lo de juzgar me parece una cosa natural –reflexiona–. Todos lo hacemos y es algo humano que no va a cambiar y no lo voy a condenar porque yo también lo hago, pero también tienes que tener cuidado con lo que te pasa por la cabeza si luego lo desparramas por ahí, lo conviertes en un rumor y no tienes en cuanta los sentimientos de una persona, porque la puedes machacar. Los pensamientos son incontrolables, pero las acciones y lo que sale de tu boca no».
Más aún si, como es el caso, centra la acción en una edad un tanto compleja de manejar: la adolescencia. «Es una edad que me llama mucho la atención, por todos esos sentimientos, a veces, desbordados, en todos los sentidos: en el amor, en lo que consideras traición, en sentirte abandonado, vacío, solo o incomprendido. Es una etapa muy, muy frágil para todo el mundo. La gente que a veces se considera adaptada a su entorno social, muchas veces también está andando sobre cristales. La mayoría está pensando cómo tiene que actuar para que no se vuela todo en su contra. Todo ese tráfico de pensamientos y de emociones que te pasan por la cabeza, que no sabes cómo manejar y que a veces te llevan a ser injusto cuando a lo mejor, luego de adulto, no eres una mala persona, me interesaba. Tampoco les quería condenar mucho en el libro. La gente solo intenta sobrevivir».
Si alguien siente que no encaja es Miriam, el personaje central de Mira a esa chica. Una joven con problemas de autoestima y un físico fuera de los estándares de belleza. «Cuando me planteé a la protagonista, tuve que hacer un personaje que estuviera al servicio de la historia», cuenta. «Si yo quería tratar ciertos temas y que se diesen ciertas circunstancias, el personaje tenía que permitírmelo. Tuve que hacer una chica con complejos, muy frágil, para que eso le llevase a querer encajar de la manera que fuera. Quería un personaje imperfecto, que fuera real». Un personaje que flirtea, que duda, que se culpa. «Había leído que existía esa tendencia a culpabilizarse que tienen muchas víctimas de violaciones. Quizás no siempre es culpa, pero sí un sentido de la responsabilidad, de haber estado más atento. También por eso utilicé mucho la segunda persona, porque para mí era más impactante leerlo así, como un dedo acusador continuamente sobre ti misma que la primera persona no me permitía», explica.
La crudeza de la realidad
¿Y ellos? Los cuatro jinetes, los llama en la novela. «Esa parte –reconoce la escritora– me costaba más y tampoco me sentía muy a gusto desarrollándola, así que tiré mucho de ciertos recursos como el juicio, que es una especie de transcripción que tomé de algunos juicios reales, copiándolos tal cual como un esqueleto y rehaciéndolos de nuevo. Los reescribí, para adaptarlos a lo que era la historia del libro. Pero muchos eran así de crudos. Hay alguna frase desagradable que no la quise quitar, porque me parecía que era tan dura y contundente que no quería eliminarla, pero tampoco la quería rehacer y la dejé tal cual. Las otras las modifiqué enteras. Hablaban tanto por sí mismas que no necesitaba realmente nada más para que se viese la intención de los personajes y de lo que había en sus cabezas».
Hay, no obstante, dos o tres capítulos en los que sí se ve cómo interactúan entre ellos y lo que piensan. «Siempre me ha llamado mucho la atención en los casos de violación en grupo, generalmente amigos entre ellos, cómo no hay uno solo, aunque sea, que piense que algo está mal, que quizás se les ha ido de la manos. Quise poner un poco la situación de un personaje nuevo que entra en el grupo y reflejar cómo se deja absorber por las intenciones del conjunto sin ningún tipo de conciencia». Licenciada en Filología inglesa, antes de escribir Mira a esa chica, Araújo trabajó en un estudio de doblaje revisando traducciones de documentales para Canal Historia, National Geographic, Discovery Channel, BBC y Telemadrid. Actualmente trabaja como traductora y vive en Fráncfort. Influenciada por Thomas Mann, Joan Didion, Maggie O’Farrell o Annie Ernaux, se encuentra ya inmersa en su próximo proyecto, una novela sobre una relación entre dos personas y sus vaivenes, que será muy diferente a su primer título, avanza.