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Un argentino en el limbo del Bruc

El escritor Esteban Feune de Colombi publica ‘Limbos terrestres’, una novela en la que narra su vida en El Bruc, un histórico y pequeño pueblo cerca de Montserrat

Un argentino en el limbo del Bruc

Estaban Feune de Colombi | Cedida por el escritor

El escritor, actor y performer argentino Esteban Feune de Colombi se fue a vivir con su esposa, Guada, también argentina, hace dos años a El Bruc, un pequeño pueblo a los pies de la montaña mágica de Montserrat, a unos cincuenta kilómetros de Barcelona. Su historia la cuenta en Limbos terrestres (Anagrama, 2023).

El limbo

El limbo, en el cristianismo, es aquel lugar al que van las almas de los justos que mueren sin bautizar. Pero un limbo es también la parte ancha de las hojas de las plantas. Y ese espacio, igual, que podemos entrever aquí en la tierra misma, con sus dobleces y misterios, un lugar que se palpita, que se escucha, que se huele, toca e intuye.  Ese algo quizá inentendible que le sucede al hombre que se conecta con la naturaleza, que hace que no se distraiga, sino que, más bien, columbra un interior de las cosas que hace suyo. Es ese chispazo sinestésico que le lleva a uno a sentarse a escuchar lo que pasa, dejando correr los días, lo que Esteban Feune de Colombi trata de expresar en su libro recién publicado en la colección de los nuevos cuadernos de la editorial Anagrama. Entender, pues, con Merleau-Ponty, que invisible no es opuesto a visible, sino su «contrapartida secreta». Dar cuenta, al fin, de la historia de un paisaje que ha fascinado a San Ignacio de Loyola, a los nazis (Heinrich Himmler visitó en secreto Montserrat el 23 de octubre de 1940, en busca del Santo Grial) o a Joseph Beuys.

Portada del libro.

En última instancia, el limbo hace referencia a eso de César Vallejo de España, aparta de mí este cáliz cuando dice que «el cielo cabe en dos limbos terrestres». Libro que, sépase, se imprimió por vez primera en el monasterio de Montserrat, a días de la ocupación franquista; concretamente el 20 de enero de 1939, en una tirada inicial de 1100 ejemplares. También se imprimieron allí otros dos, bajo el sello de la editorial Ejército del Este, comandado por el poeta Manuel Altolaguirre, cuando el monasterio fue rebautizado como Clínica Z, y oficiaba de hospital militar. Se trata de libros de Pablo Neruda y Emilio Prados. 

Lo que sucede cuando uno deja de buscar

Esta es una historia de voluntad y azares, de perseverancia, pero también de dejar de buscar. Ya hacia el año 2006 quería Esteban Feune de Colombi contactar con Jorge Herralde para presentarle algún proyecto. Así, buscó la intermediación del escritor argentino Alan Pauls, quien le redirigió a la responsable de prensa de la editorial en Argentina. Por una u otra razón, Feune de Colombi nunca llegó a contactar. Así, quince años después, y en la entrega del Premio Formentor a César Aira, en Sevilla, en octubre de 2021, sentado en una mesa y presentándose al resto de comensales (a ninguno de los cuales conocía, excepto a su cómplice en aventuras teatrales Marc Caellas), cuenta Feune de Colombi a su pequeña audiencia que era performer y actor y que vivía en El Bruc. A lo que una mujer, perpleja, reacciona. ¿Cómo que en El Bruc? Esa mujer era Silvia Sesé, directora editorial de Anagrama, quien allí mismo le comisiona un libro sobre el particular.

Estaban Feune de Colombi. | Toto Pons

Nos cuenta al teléfono Esteban Feune de Colombi que él tenía unas notas tomadas, muy aisladas, pero que no tenía en mente escribir un libro. Así, lo que hizo, y siguiendo con su rutina del paseo y que ya ha explorado durante los últimos diez años en su obra conjunta con Marc Caellas El paseo de Robert Walser o en su libro Dos hombres que caminan (Menguantes, 2022), fue primero montar una estructura intuitivamente y luego pasear, en trayectos cortos o largos, pero siempre mucho más pastoriles o bucólicos, que es a lo que el entorno de Montserrat propende, para acabar de mimetizarse con el territorio y recabar sus misterios. Un pueblo, El Bruc, de apenas dos mil habitantes, famoso por su timbaler: Isidre Lluçà i Casanoves, muerto a los dieciocho años. Una leyenda por haber expulsado a los invasores franceses «con el retintín mancebo de su tambor, amplificado por el megáfono natural de Montserrat» en el marco de la Guerra de Independencia Española, en 1808. Gesta que se narra de manera épica en las escuelas, de la que hay tres películas hechas y sobre cuya realidad plantea Feune de Colombi algunas dudas, ya que parece ser que hay quien afirma que el famoso timbaler fue en realidad suizo. Según Pere Lloret i Ordeix, bisabuelo del padre del editor del libro, y tras leer en un texto de Franz Krutter Grotz, el teniente del regimiento helvético nº1, Wimpffen, que participó en la batalla del Bruc en el bando de los somatenes, se podría inferir que el timbaler fue un mercenario suizo, ya que «no era probable que los pagesos de la comarca se dedicaran a tal instrumento».

¿Qué hace un argentino en El Bruc?

Esteban Feune de Colombi y su esposa, Guada, se fueron a vivir a El Bruc hace casi dos años (se cumplirán este mes de marzo), a una suerte de cabaña o caseta; una masoveria. Ansiaban vivir en el campo, pero cerca de la ciudad (la zona queda, en bus, a una hora de distancia de Barcelona). Se trata de «un rancho de piedra recién restaurado en medio del parque natural junto a cuatro encinas centenarias», y que en algún momento fue ruina, gallinero y corral de cabras. Sesenta metros cuadrados en medio de un bosque que se han convertido en su madriguera, en una suerte de «locus amoenus, de lugar idílico o de beatus ille, como dice Horario», nos cuenta Feune de Colombi; «un lugar al que volver». Allí se han acostumbrado a la oscuridad y al silencio. Su vida se ha venido ajustando a las rutinas del sol y es su discurrir uno más pegado al ritmo biológico. Eso ha provocado el sentir «el feroz contraste de los elementos, sobre todo a nivel sensorial» cuando baja Feune de Colombi con Guada a Barcelona. Y nos pone un ejemplo: «Me flipa lo mal que huele Barcelona, que es una cosa que yo no me había percatado cuando vivía ahí», nos dice. «No es tan grave, ni tan exagerado -matiza-, pero sí afecta, se nota en el cuerpo. Lo que se huele, lo que se respira, lo que se ve en la ciudad».  Y añade: «Lo que más me sorprende últimamente es que si en la ciudad no compras no sos, eso me flipa, porque a veces le digo a Guada, volví de la ciudad y no compré nada, en plan guau, triunfo».  Para Feune de Colombi la ciudad de Barcelona se ha convertido así en «un gran festín de distracciones». En cambio, en El Bruc, «uno no cae en esas tentaciones. En el pueblo no hay nada. No hay un cartel. Una panadería, dos restaurantes para elegir, y en general uno está cerrado cuando el otro abre, y al revés».

El ritmo de vida en el Bruc ayuda mucho a que las cosas se vivan como con más presencia, nos cuenta Feune de Colombi, e incluso «puede que tardes más en hacerlas, porque te demoras con tanto placer que igual hasta el día se pasa más rápido que en la ciudad. Es curioso», afirma. Por momentos es una sensación increíble, ya que «aquí es tanto más ancho que en la ciudad que, de pronto, esa anchura es lo que lo vuelve más jugoso y no te enteras, y sí, pasó el día rápido». Esa mayor consciencia de las cosas, no obstante, ayuda y mucho a la creatividad. «A veces es solo sentarme en el sillón a mirar el cielo. Incluso no hacer», nos cuenta Feune de Colombui. Así, se le ocurre algo para una obra, un texto… «como que ahí se van generando espacios en el cuerpo, que de pronto en la ciudad son más difíciles porque está todo más apretadito», sentencia. Y es que es realmente importante sentarse a esperar a que vengan las cosas: «Es un cambio muy curioso de manera de producción, porque estás entregado a lo espontáneo, a lo incierto, llega algo que no esperabas. Aprender a manejar esa nueva energía, ese nuevo fluir artístico me parte la cabeza, porque tengo la sensación de que, cada vez, me siento más como una suerte de médium o de creador de algo que para mí no tiene una definición», nos cuenta el autor del libro. Y añade: «Yo siento que soy el creador de mi propia realidad, es lo que me vuelve consciente y creo que eso es lo que hace que en este espacio yo me sienta un poco más cómodo quizá que en la ciudad para llevar esas pequeñas acciones artísticas que suceden a todas horas y con todas mis acciones cotidianas».

Vista desde la casa de Estaban Feune de Colombi en el pueblo El Bruc. | Cedida por el escritor

A ello ha contribuido en gran medida su visión filosófica del mundo, que tiene que ver mucho con su maestro Federico Peralta Ramos y que aquí en Limbos terrestres se conecta con la idea de vidar frente a la de trabajar. Así nos lo explica el autor: «Una de las enseñanzas de estar acá es saber que puedes producir menos; si producís menos obviamente ganas menos, pero si ganás menos también gastás menos, porque en realidad consumís menos y todo se vuelve como más austero y esa austeridad abre el camino para poder vidar». «Si vos decís otra palabra en lugar de trabajar estás cambiando la realidad, transformándola, y siento que con decir que vido ya no trabajo. Y así es como se termina haciendo realidad», sentencia Feune de Colombi.

En Limbos terrestres. Mi vida en el Bruc, Esteban Feune de Colombi nos habla de muchas historias quasi secretas, que han quedado sepultadas por la indiferencia o hábito de sus habitantes, pero también de sus experiencias de integración en la comarca y sobre el misterio del contacto con la naturaleza y un estilo de vida mucho más consciente, relajado y tranquilo. Tanto es así que este año participó en la representacional anual en la que se recrea la Batalla del Bruch, y ya le han pedido que participe este año, como uno más del pueblo.

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