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'White Noise' y 'Cowboy de Copenhague': por qué lo raro también debe verse

Netflix cuenta con dos producciones inclasificables recientemente estrenadas que incomodan al espectador. Y por eso mismo merecen ser vistas

‘White Noise’ y ‘Cowboy de Copenhague’: por qué lo raro también debe verse

Una escena de 'White Noise'. | Netflix

En White Noise, una familia estadounidense se enfrenta a los problemas propios de la existencia, como la rutina, el desasosiego, la infelicidad, mientras acontecimientos apocalípticos o alienígenas la acechan. En Cowboy de Copenhague, una mujer de rasgos adolescentes imparte justicia usando su cuerpo como un arma. ¿Qué tienen estas dos producciones en común? Muchas cosas, pero entenderlo requiere de paciencia, mucha paciencia. 

White Noise, que se puede ver en Netflix, está dirigida por Noah Baumbach. Si el nombre no te suena mucho, ahí va este dato: fue el encargado de mostrarnos cómo el amor en una familia se desgarra, en la oscarizada Historia de un matrimonio. De ese largometraje el director rescata a Adam Driver para que protagonice White Noise. En esta cinta, encarna a un profesor (Jack), un intelectual obsesionado por Hitler cuyas conferencias son aplaudidas por estudiantes y colegas.

Driver deberá enfrentar a la histeria de la masa, de la que tanto habla, cuando un accidente con desechos químicos desate una migración que huye de una supuesta contaminación radioactiva. Al mismo tiempo, tiene que hacerle frente a la adicción de su esposa, Babette (Greta Gerwig), una mujer con muchos miedos, sobre todo a la muerte. De hecho, esto es lo que le da sentido al título de la obra. Ella se refiere a esta obsesión que le martilla como un ruido de fondo, la traducción al español del término White Noise.

Sin embargo, White Noise no es una película lineal ni tampoco representante de un género: es un híbrido. Está basada en el libro de Don DeLillo (20 de noviembre de 1936, Nueva York), que obtuvo el National Book Award en 1985 y explota las paranoias de una sociedad obsesionada con los medios de comunicación, los desastres y la cultura pop. Por lo tanto, no es casual que se hagan referencias a las conspiraciones e incluso se parodie al cine de héroes y de colonizaciones alienígenas.

DeLillo ha dicho que su obra trata de «vivir en tiempos peligrosos». Baumbach leyó el libro cuando era un jovencito, y no obstante, el tema sigue siendo muy actual. «Tenía la sensación de que, independientemente de lo que ocurriera en el país, se sentiría como si estuviera escrita para ese momento específico», explica el director. «Si lo hubiera releído después del 11-S o durante los primeros días de internet, o cuando Trump fue elegido… De alguna manera, tiene algo que decir sobre este país que siempre ha sido cierto«.

Debido a la combinación de géneros, White Noise es una obra difícil de encasillar y mucho más de consumir. Aunque el director le pone todo el amor del mundo para llevar el texto a imágenes, el resultado no es sólido. Mientras el guion transcurre entre la parodia y la comedia, la producción puede ser interesante, pero cuando intenta transitar hacia el thriller o cine negro, decae estrepitosamente. 

Una heroína inclasificable

El cine de Nicolas Winding Refn es reconocible. Independientemente de que guste o no, el uso del neón, las referencias a David Lynch (Twin Peaks) y la provocación como bandera son parte de su repertorio. Hasta el momento, su mejor carta de presentación es Drive y la más críptica, The Neon Demon. Para algunos se trata de un charlatán, un hombre con un ego muy grande que se repite en cada nueva producción. Para otros, un genio.

Cowboy de Copenhague no es la creación que va a cambiar la imagen de Refn, todo lo contrario. Las obsesiones del realizador danés se despliegan en seis capítulos. En el último episodio se insinúa que el show tiene una segunda temporada. Habrá que ver si Netflix tiene suficiente paciencia, dado lo ocurrido recientemente con 1899

Esta serie sigue a Miu (Angela Bundalovic), una joven que aparentemente le trae buena suerte a las personas. Igual puede resolver los problemas de infertilidad como las migrañas. Pero también tiene un lado oscuro: es capaz de acabar con cualquier miembro de los yakuza a base de golpes de karate. 

Dada la seriedad e intensidad con la que Refn suele rodar, es difícil asegurar qué es parodia en su guion. Sin embargo, nunca antes esos personajes que usa para la venganza habían tenido referencias tan obvias como en esta serie. Los jóvenes del grupo de superhéroes X-Men, por ejemplo, son reconocibles en Cowboy de Copenhague, al igual que la presencia, durante los enfrentamientos cuerpo a cuerpo, de Bruce Lee. Leído así, quien consulte estas líneas podría llevarse una gran decepción cuando busque la serie.

No estamos ante una serie de acción. Todo lo contrario. Las peleas están precedidas de largos y lentísimos planos panorámicos, primeros planos de rostros impávidos y secuencias oníricas que probablemente descolocarán hasta a los propios seguidores de Refn. Este onanismo visual aleja tanto al espectador que la trama pasa de confusa a insoportable.

No obstante, y a pesar de sus fallas, White Noise y Cowboy de Copenhague deben verse. Se aplaude que el servicio de streaming las ponga a disposición de sus usuarios, porque la cultura audiovisual también se forja con lo que cuesta consumirse. Rodeados como estamos de secuelas, precuelas, spin offs, héroes de DC y Marvel, este tipo de expresiones enriquecen el debate. 

Debemos experimentar lo que no está finamente empaquetado, lo que no sigue una fórmula, para mantener nuestro cerebro fresco y abierto a nuevas propuestas. De lo contrario, lo que nos queda es sucumbir al ruido, a la mediocridad de nuestra existencia.

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