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'The White Lotus': ¿por qué nos gusta tanto que los ricos sufran?

La serie de HBO es una de las mejores del año. ¿Por qué? Todo tiene que ver con el espejo al que se enfrenta el espectador

‘The White Lotus’: ¿por qué nos gusta tanto que los ricos sufran?

Imagen de 'The White Lotus'.

The White Lotus ha logrado el consenso: es una serie que vale la pena ver, aunque la segunda temporada no sea tan redonda como la primera. Es un caso raro, pues críticos y público coinciden en la calidad del producto que creó Mike White, el guionista de la mítica Escuela de rock. Este ganador del Emmy sabe bien de lo que habla cuando pone el foco en estos millonarios blancos que pasan sus vacaciones en hoteles de cinco estrellas.

Si el mayor peso de la primera entrega recaía en la familia Mossbacher, y en especial en la tirante relación entre Olivia (Sydney Sweeney) y su mejor amiga, Paula (Brittany O’Grady), en la continuación la historia mejor desarrollada es la protagonizada por las dos parejas que van en plan de estrechar lazos: Cameron (Theo James)-Daphne (Meghann Fahy) y Harper (Aubrey Plaza)-Ethan (Will Sharpe).

Es Harper quien dice la frase que le da sentido a toda la segunda temporada. Ella duda que Cameron y Daphne se quieran tanto como las muestras de amor (besos, abrazos, mimos) públicas. «Parece prefabricado», le suelta a su esposo, mientras que él le devuelve la declaración y le pregunta por qué eso le molesta. Así se plantea un metamensaje, porque la interrogante puede trasladarse al público: ¿por qué nos involucramos tanto, como espectadores, en las desgracias de todos estos personajes?

Si en el cine, y específicamente en España y Latinoamérica, la mirada siempre ha estado en el drama que viven los pobres -algo que la telenovela ha sabido explotar muy bien- hay un fenómeno creciente en contar historias que tienen a los millonarios en primer plano. El enorme éxito de Succession y el triunfo de Parásitos en el Oscar han dado pie para que guionistas revisen debajo de las piedras qué se puede contar de un mundo que le es ajeno al ciudadano promedio. En esta misma línea se encuentra The Menu, que amenaza con convertirse en una obra de culto.

Sexo, drogas y rock and roll

«La primera temporada destacamos el dinero y luego la segunda temporada es el sexo«, dijo White a la revista People. «Y creo que la tercera temporada sería tal vez una especie de mirada satírica y divertida sobre la muerte en la religión y la espiritualidad orientales; parece que podría ser un rico tapiz para hacer otra ronda en White Lotus».

En efecto. Si bien es cierto que el dinero permea a toda la producción, en la última entrega hay una revisión, sobre todo masculina, de cómo nos relacionamos con el sexo. Por eso, entre el elenco coral hay dos jóvenes que aprovechan sus preciosos genes para conseguir diferentes objetivos: un puesto para cantar en un hotel y alimentar las cuentas bancarias para comprar en las tiendas de diseñadores de lujo.

Estas dos mujeres terminan relaciones con tres hombres de una misma familia: abuelo, padre e hijo. Estos tres individuos viajan a Italia con la meta de conocer a sus antepasados, pero, como suele suceder con este tipo de búsquedas, el resultado no es el esperado. Sin embargo, la travesía funciona para comprender cómo las viejas generaciones se conectan -o no- con las nuevas y cómo la concepción sobre el amor, felicidad, fidelidad y, sobre todo, responsabilidad afectiva, se puede heredar… o no.

Por supuesto, la vedette de la segunda temporada es Tanya, un personaje que le ha dado un revival a la carismática Jennifer Coolidge, recordada por su papel de cougar en American Pie. Para quienes vieron la primera temporada, es interesante seguir el camino y cierre de un carácter que terminó convirtiéndose en el más querido del director, como él mismo lo acepta en la entrevista con People, pero también de la audiencia.

Sin embargo, de nuevo, es en la relación entre las dos parejas que la serie White Lotus consigue sus puntos más altos. Y es así porque interpela al espectador. ¿Qué es ser feliz? ¿La honestidad en la pareja es lo que garantiza el amor o acaso es precisamente el saber guardarse ciertas cosas lo que permite que la pasión no se apague?

Afortunadamente, la serie no aconseja, algo que se agradece en estos tiempos de corrección política y de dictadura moral. White solo expone que la vida es mucho más compleja que los resúmenes de Pictoline. El ser humano es complejo y es esa complejidad la que vemos en la serie, eso sí, entre personas que poseen una solvencia económica abrumadora. Por citar un ejemplo: en determinado momento un personaje es timado con 50.000 euros, y la pérdida ni se comenta entre los involucrados.

Entonces, lo interesante de White Lotus es que seguimos en directo aquello que le dio título a una gran novela mexicana: «Los ricos también lloran». Realmente los espectadores estamos felices de verlos lagrimear. Pero White no se deja ganar por lo cursi. Si bien sabe y expone que cualquier ser humano está a merced de las pasiones y defectos, subraya que hay una gran diferencia entre hacerlo con la cuenta en cero y secarse las lágrimas sabiendo que los ahorros y las propiedades siguen generando intereses.

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