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'Servant': lo mejor y lo peor de Shyamalan llega a su final

La serie de Apple TV+ llega este mes a su fin. El cierre no es tan satisfactorio como el viaje planteado

‘Servant’: lo mejor y lo peor de Shyamalan llega a su final

Cartel de la serie.

Allá por el 2011, Elizabeth Olsen estaba lejos de convertirse en una mega estrella de Marvel. En búsqueda de su propia voz, protagonizó la que hasta el día de hoy sigue siendo una de las mejores películas de ficción sobre sectas: Martha Marcy May Marlene

La cinta, dirigida y escrita por Sean Durkin, sobresalía por una atmósfera agobiante. El espectador no podía dilucidar si lo que sucedía en pantalla era la consecuencia de una paranoia del personaje principal o si se trataba de una persecución de una mujer que físicamente había escapado de un macabro culto, pero que psicológicamente seguía atada a él. 

Esa sensación de agobio y las preguntas se repiten en Servant, la serie de Apple TV+ que en este mes de marzo llega a su fin tras cuatro temporadas. A pesar de que Tony Basgallop (The Consultant) es el director, este trabajo se conoce como «la serie de M. Night Shyamalan», debido a que trabaja en la producción ejecutiva y el seriado exuda todos esos elementos conocidos en las producciones del cineasta indio-estadounidense.

Se reconoce, por ejemplo, que en las primeras temporadas, es imposible tener un veredicto sobre lo que estamos viendo en pantalla: ¿se trata de una histeria colectiva, producto de una pérdida familiar o en efecto de una intervención sobrenatural? Este tipo de interrogantes ya se han planteado en películas de Shyamalan, como The Village o The Happening.

Un estudio sobre la maldad

Servant parte de un hecho muy concreto: la muerte de un bebé. Cuando la familia Turner cree que su tragedia fue solo una pesadilla, descubrirá que, por el contrario, apenas es el inicio de un inexplicable viaje en el que las relaciones personales se pudren y resquebrajan, como la antigua casa que habitan. Todo esto motivado por la presencia de una enigmática niñera, Leane Grayson (Nell Tiger Free).

Nell, a quien vimos en Juego de Tronos como Myrcella Baratheon, la hermana del siniestro Joffrey, es la estrella de la serie. Comienza como una niña atormentada por su pasado, víctima de una secta. Le cuesta adaptarse a la libertad que le ofrecen sus jefes, los padres del resucitado Jericho, la presentadora de televisión, Dorothy Pearce-Turner (Lauren Ambrose) y el chef, Sean Turner (Tobby Kebbel).

Sin embargo, como es costumbre en la obra de Shyamalan, esa aparente fragilidad de la niñera derivará en otra cosa. La antigua casa de una pareja burguesa se convertirá en una cárcel debido a que literalmente la vida de Jericho está unida a la de Leane. La niñera pasa de ser una acompañante, una cuidadora, a una segunda madre. Hacia el final de la serie ocupará todos los espacios de la familia, conquistando incluso el entorno de la progenitora.

Para disfrutar de Servant hay que ser muy paciente. La primera temporada es prácticamente un desafío contemplativo. No estamos seguros de lo que sucede. ¿Es un drama? ¿Qué hay de terrorífico en la convivencia de una pareja de snobs, que parece enamorada de la idea de la paternidad antes que ponerla en práctica? Es precisamente en los detalles que la serie se separa de cualquier cosa que hayamos visto antes.

Usando elementos del terror más básico, como darle vida a un muñeco o la presencia de la misteriosa niñera, la serie hurga en la vida diaria de los Turner y cómo el poder genera relaciones dispares, en las que se abusa, incluso con beneplácito de la víctima. No es casual que la madre ejerza una profesión dominada por la imagen y el padre se imponga desde un título que le permite explotar a otros: chef.

Cuando Leanne entra en la dinámica de esta pareja, parece destinada a ser la depositaria de las frustraciones de un amor físico perdido. En este sentido, la manera en la que debe cumplir órdenes le acerca al esclavismo. Nada lejano a lo que suponemos puede suceder en familias adineradas con servidumbre. Descubrimos, sin embargo, que hay una conexión profunda entre la cuidadora y el bebé, lo que afectará todo desde su llegada a la casa.

Ante ese cambio de relaciones, el espectador se hace la pregunta: ¿a quién debemos realmente temer? En las primeras dos temporadas de la serie de Shyamalan, la respuesta no es sencilla. Odiamos a los padres biológicos de Jericho, por su desatención con respecto a lo que se está gestando y que terminará por pasarles factura. Al mismo tiempo, nos vamos distanciando de Leanne, quien es consumida por el poder que va acumulando y la paranoia.

En la maternidad, los hombres sobran

El guion de Servant es ingenioso, sobre todo cuando usa el humor negro para resaltar algunas cosas de la convivencia durante los primeros años de los bebés. Es así como Sean y Julian Pearce (Rupert Grint), el tío de Jericho, ejercen papeles secundarios en la crianza del pequeño. Terminan subyugados por el poder femenino. 

Incapaces de resolver las diferencias entre las dos mujeres que lideran el hogar -Dorothy y Leanne-, durante muchos pasajes estos hombes actúan como simples observadores o ejecutores, invalidados intelectualmente para ofrecer soluciones de fondo. 

Lo anterior es un ejemplo de cómo una serie de supuesto terror se convierte en un examen de nuestra sociedad. Aquí la paternidad es un lastre y para ello, se despoja a los personajes principales de cualquier sentimentalismo. Precisamente, cuando la cámara apunta hacia esa otra manera de examinar los vínculos familiares, Servant se convierte en un plato exquisito, desafiando las convenciones sociales y reglas morales.

Lamentablemente, como toda obra de Shyamalan, el cierre es insatisfactorio. Si bien en las dos últimas temporadas se intenta explicar, o al menos dar más detalles sobre los elementos fantásticos, la serie queda en un punto muerto. Parece que el hecho de haber acortado su duración (estaba pensada para seis temporadas según sus creadores), terminó apurando algunas decisiones que rompieron con ese brillante examen de la intimidad de los Turner.

Al final de Servant nos vamos a encontrar con muchas ideas sueltas que el espectador debe unir. No es un trabajo sencillo. Pero más que el abrupto final, lo importante es tener conciencia de que las claves ya fueron contadas. Así pues, el verdadero valor de la serie no está en su conclusión, sino en esas preguntas que deja en el aire.

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