Sánchez Dragó, el escritor que detestaba «lo institucional» se despidió con la moción de Vox
El autor de más de cuarenta libros ha muerto este lunes en su casa de Castilfrío de la Sierra (Soria), dejando atrás un amplio legado literario y político
Fernando Sánchez Dragó ha fallecido este lunes 10 de abril en su casa de Castilfrío de la Sierra (Soria), dejando atrás un amplio legado literario pero también político, de una persona que curiosamente aseguraba «detestar» todo lo que tuviera que ver con lo «institucional».
«Todo lo que sea institucional, lo detesto», señalaba en una entrevista con Europa Press en 2016 con motivo de la publicación de su libro ‘Shangri-La’. Precisamente, en esa publicación -una de sus últimas-, el escritor detallaba un modo de vida que incluía una alimentación sin productos industriales, la automedicación en ocasiones, mucho sexo («es mi único pecado capital», aseguraba) y un rechazo general al actual modo de vida, en especial al propuesto por instituciones como la Organización Mundial de la Salud (OMS).
«El gato Nano me da los buenos días. Él sabe que en la cabeza está el secreto de casi todo», escribía en redes sociales este mismo lunes el autor madrileño, acompañando el texto de una foto junto a su gato, apenas dos horas antes de conocerse la noticia de su muerte. Sánchez Dragó fue un defensor en los últimos años de su vida de la apuesta por «seguir viviendo de forma juvenil» pasados los ochenta años de edad.
Dentro de este ‘secreto de juventud’, incluía actitudes como, por ejemplo, el irse a Siria para darse «un chute de vida», tal y como señalaba en esa entrevista de hace siete años. «Me quiero ir dentro de un mes a Siria, ya estoy tramitándolo, y me iré con mi pareja (por entonces, la periodista Anna Grau), como unos Bonnie & Clyde del periodismo. Cuando veo una zona caliente, mi impulso es ir allí, ya me ocurrió con Fukushima cuando estaba en Bangkok. Me gusta la vida peligrosa», apuntaba.
El Premio Planeta era consciente de que para mucha gente «resulte escandaloso decir» que le gustan las guerras, pero los consideraba conflictos «muy mitificados». «En las guerras vive todo, es donde la gente vive más y los sentimientos se expresan con vehemencia. Las guerras van a rachas y no todo el mundo está pegando tiros las 24 horas del día», señalaba.
Sánchez Dragó ha relatado a través de redes sociales sus últimos días. «Campo, conversación, literatura y amistad. Beatus ille», reza el tuit publicado este domingo por el periodista, empleando esta expresión latina que se traduce como «Dichoso aquel (que…)», y con la que se hace una alabanza de la vida sencilla del campo frente a la vida de la ciudad.
Desde el campo, precisamente, es desde donde Sánchez Dragó ha publicado sus últimas fotos. Por ejemplo, una fotografía en la que se le ve conversando y tomando el aperitivo con dos amigas catalanas, Montse y Clara, esta última, su editora en Planeta hace años; y otra con el escritor soriano José Ángel González Sáenz, paseando por el campo.
Sánchez Dragó seguía expuesto a la vida pública y conectado con la política, como muestra su participación directa en la última moción de censura en el Congreso. Recientemente, explicaba cómo propuso el nombre de Tamames al líder de Vox, Santiago Abascal, el pasado 11 de enero durante una comida «de amigos, alrededor de un vaso de vino».
A este respecto, comentaba que se barajaron varios nombres y fue ahí cuando él pensó en el episodio histórico del que fue general y presidente francés Charles De Gaulle, al que se recurrió en Francia el pasado siglo en la crisis por la independencia de Argelia.
«Me parecía que aparte de la trayectoria impecable, prestigio, sin perfil de derechas, habíamos intervenido en la famosa algarada antifranquista en la Universidad de Madrid en 1956, que puso en marcha un largo y lento proceso que conduciría al 78, a la Constitución y a la democracia», afirmaba.
La cárcel franquista
Sánchez Dragó fue miembro de la conocida como ‘Generación del 56’, compartiendo aquí espacio con el propio Tamames, y que en ocasiones le costó su paso por la cárcel. Así lo relataba por ejemplo en otra de sus obras, ‘Galgo corredor’, una crónica de los años feroces del franquismo.
En esta obra, el autor recoge lo sucedido desde que llegó a la universidad hasta que salió camino del exilio -y, con todo, Dragó afirmaba que el Madrid de la época era «la ciudad más libre que había conocido nunca»-. En el año 2001, se hizo público que iba a ser uno de los 1.037 beneficiarios de las indemnizaciones que otorgaba la Comunidad de Madrid a los presos del franquismo -por entonces, 67.636 pesetas-, lo que generó cierta polémica.
En la capital española el joven autor vivió la bohemia, sus primeros pinitos en la literatura, la refundación del Partido Comunista de España (PCE), el motín del 56 y tres ingresos en la cárcel como preso político. En esos años se casó, se fugó a Italia con el segundo gran amor de su vida y vivió apasionadamente un tercer romance.
Política y polémica
La polémica siguió acompañando también a este escritor multipremiado –su último galardón fue el pasado mes de febrero, cuando el periodista recibió el Premio Castilla y León de las Letras 2022, dotado con 18.000 euros– por motivos políticos.
Por ejemplo, con este tuit que puso en noviembre de 2022 en torno a la figura de José Antonio Primo de Rivera. «José Antonio: un héroe, víctima de las dos Españas. Le rindo honores. No es política, sino oración, respeto y reparación. Mala sangre tienen quienes profanan sepulcros, sean de quienes fueren. Volverá a estar cara al sol. Llora hoy el otoño antes de que la primavera ría», decía.
También fue llamativo cómo en el año 2016 el escritor pidió poner el nombre de su padre a la plaza del franquista Juan Pujol, ya que consideraba al periodista franquista responsable de la muerte de su progenitor. Sánchez Dragó acudió a esta plaza con un letrero con el nombre de su padre para sustituir el de Juan Pujol.
Un retiro en Castilfrío y las procesiones
El pasado viernes 7 de abril, el escritor y periodista ya anunció por medio de sus redes que se encontraba en su casa de Castilfrío y no descartaba acudir a alguna procesión a Soria.
«Llevo siete días exactos en Castilfrío sin salir de casa. Estoy mejor dentro de ella que fuera, sobre todo en Madrid. Las paredes de mi vida son la soledad y el silencio. Dentro de un rato, pese a ello, y con alguna reticencia, voy a bajar a Soria para ver las procesión», comentaba.