50 años sin las ferias y atracciones de Juan Eduardo Cirlot
Una nueva edición de Ferias y atracciones honra al autor referente del simbolismo
Juan Eduardo Cirlot | Archivo
Este año Juan Eduardo Cirlot cumple 50 años de haber dejado este espacio terrestre. Sin embargo, su obra poética y simbólica recorre gran parte de nuestra actualidad. Nacido en Barcelona el 9 de abril de 1916, fue un renacentista del siglo XX: músico dodecafónico, teórico del simbolismo y el surrealismo, así como un crítico de arte que observó de manera perspicaz todos los experimentos y vanguardias que surgieron en su tiempo. Fue un pionero en la reintegración de España a las corrientes estéticas de Europa y Occidente, siendo uno de los eruditos que más contribuyó a ensanchar el horizonte cultural en la postguerra.
Según recoge el diario La Vanguardia en una declaración a una de sus hijas, la huida de la casa propiciada por la Guerra Civil fue para Cirlot una especie de liberación; no solo de la casa sino del triste trabajo en el Banco Hispanoamericano. A partir de esa fuga combatió en el bando republicano y realizó un largo servicio militar con los nacionales en Zaragoza.
En la capital aragonesa conoció el surrealismo y, más tarde, trabó amistad con André Breton. A su regreso a Barcelona en 1943 volvió a su trabajo en el banco, sin embargo, su ambición literaria y erudita se impuso. En 1948, se incorporó al grupo Dau al Set creado por los artistas Joan Brossa, Antoni Tàpies, Joan Ponç y Modest Cuixart. En los años siguientes, el poeta se dedicó al estudio de disciplinas herméticas, esoterismo, el simbolismo y la magia, lo que lo convirtió en un referente en la materia. Vale destacar que su obra Diccionario de Símbolos se convirtió en una obra de culto mundial y actualmente está publicada por la editorial Siruela.
Este vínculo con el estudio de lo simbólico le hizo formar parte de una corriente minoritaria y extravagante en la literatura española que se interesaba en el mundo del misterio, lo oculto y los sueños, una corriente que se remonta a la antigüedad clásica y medieval y que tenía una mirada visionaria con raíces en el mundo celta y germánico. Cirlot, con antepasados irlandeses y bretones de linaje militar, se ajustaba perfectamente a esa tradición. Su universo poético, mágico e intuitivo, que desentonaba con muchos “ismos”, entre ellos, el racionalismo.
Ferias y atracciones
Gracias a ese vínculo la editorial Wunderkammer, que no solo ya ha reeditado El ojo en la mitología. Su simbolismo, honra al poeta y crítico barcelonés en el aniversario de su muerte con la reedición de Ferias y atracciones, publicado originalmente en 1950.
En esta nueva edición recordamos que el autor propone un origen a nuestras fantasías y miedos, vinculando estos a la estética barroca de los escenarios de ocio, como por ejemplo, los parques de atracciones, por los que además, él sentía fascinación. Fue en la sordidez, la fantasía, la desolación y en todos los personajes que habitan nuestro imaginario cultural y que fueron captados durante las vanguardias por artistas, en especial pintores y fotógrafos que nacen nuestras obsesiones y, en consecuencia, nuestros miedos.
Cada atracción, como la noria, el tiovivo, los columpios, las barcas, la ciudad encantada, la casa de la risa o los castillos con princesas y dragones ofrecen al público una nueva vida que será tomada desde la literalidad, un concepto que hoy día está muy presente en las mal llamadas «guerras culturales». Parte de la fascinación de Cirlot con las ferias y los parques de atracciones es cómo estas remueven la necesidad de sorpresa de los espectadores; como las ruedas de la noria o el tiovivo nos embelesan, nos distraen, perdemos la atención en ellas como la perdemos hoy en internet.
Muchas veces las conexiones simbólicas de estas atracciones, en especial las circulares, Cirlot las vincula con las religiones, «los nombres del circulo son infinitos. Recordaremos solo la Rueda de la vida, tan presente en las religiones orientales» escribe. También relaciona las ferias y atracciones a la idea de viaje, de huida, donde los colores de las atracciones «sirven para resaltar los fondos, el laberinto inextricable de los paisajes que se ofrecen al interés, los vehículos de muchas clases que esperan a sus ocupantes para conducirles en el viaje que, reloj en mano, durara a lo más diez o doce minutos».
También el destino y el tiempo son estudio importante dentro de la obra. El viaje nos lleva a una meta incierta y el tiempo que pasamos en movimiento nos invita a buscar respuestas. De ahí surgen las hechiceras, la astrología, las videntes, las lecturas de la mano, el fáquir profético, las clarividentes de feria en las que «hay una relación entre el deseo de aniquilar el tiempo» que Cirlot señala como origen de la búsqueda del inconsciente de la diversión en las ferias y, «la búsqueda del conocimiento futuro». En esta incertidumbre a la que tanto teme el hombre y de la que pretende salvarse, «la adivinación es lo único que puede consolarle y ratificarle en su intuición, los numerosos momentos de desanimo».
En el prólogo de esta nueva edición, el profesor en Historia del Arte, Enrique Granell, cuenta que el estreno en Barcelona del clásico noir El callejón de las almas perdidas en 1949 estimuló a Cirlot a escribir Ferias y atracciones, donde hay referencias a la ciudad de Barcelona y sus parques más importantes como el Tibidabo o el antiguo Apolo, en la avenida Parallel. También mucha de las referencias hacen homenaje a su grupo de amigos artistas y cómplices de Dau al Set y al círculo surrealista de París. Además, las fotografías de Agustí Centelles complementan el texto
Más allá de un homenaje a su autor, la actualidad de su obra y, en especial, la reedición de este ensayo, nos hace reflexionar sobre los límites y la expansión de esos conceptos y elementos que hoy día tienen otros nombres y que nos siguen generando sorpresa y misterio fundiéndose así con vida misma.
