THE OBJECTIVE
Cultura

Edgar Allan Poe: opiniones de un soñador alcohólico

Páginas de Espuma publica los ‘Ensayos completos’ del escritor estadounidense, donde refleja una visión valiente y originalísima de la literatura de su época

Edgar Allan Poe: opiniones de un soñador alcohólico

Daguerrotipo de Edgar Allan Poe (1848) tomado por W. S. Hartshorn.

En septiembre de 1835, Edgar Allan Poe escribió una carta al editor Thomas Willis White. Un año antes, White había fundado en Richmond, Virginia, el Southern Literary Messenger, una revista donde aparecieron algunos de los mejores relatos y ensayos de Poe. La razón de esa misiva era una disculpa en toda regla. El escritor quería ser readmitido en el Messenger tras haber abandonado el periódico para casarse en secreto.

White no ocultó sus dudas. Cuando su empleado desapareció, había tenido un presentimiento. ¿Lo encontrarían en un callejón infecto, víctima de una sobredosis de láudano? «No debería extrañarme oír que se ha suicidado», llegó a comentar.

Finalmente, al leer la carta donde el escritor solicitaba su readmisión en el Messenger, el editor accedió. Sin embargo, impuso un requisito: Poe debía permanecer sobrio. «No puede ser fiable alguien que bebe antes del desayuno ‒le advirtió‒. Nadie puede beber y, al mismo tiempo, trabajar de manera adecuada».

Pese al razonable temor de White, los textos que su empleado publicó en el Messenger son prodigiosos. Fascina la habilidad de Poe para contar historias o resumir opiniones en un formato breve. Sin embargo, casi resulta más perturbadora su incapacidad para vivir una vida de la que sentirse orgulloso. En realidad, toda su biografía es un enorme delirio cuyo único testimonio admirable son esos cuentos, poemas y artículos que editó en medios como el Saturday Courier, de Filadelfia, el Saturday Visiter, de Baltimore, las revistas Burton’s Gentleman’s Magazine y Graham’s Magazine, el Evening Mirror y el Broadway Journal, de Nueva York, y por supuesto, el Messenger, del que llegó a ser editor gracias a la generosidad de White.

No hace falta un catálogo de hipérboles para resumir esta tragedia vital de Poe, un kamikaze romántico, incapaz de soportar el pulso de la sociedad y siempre dispuesto a asomarse al abismo.

¿Quieren más pruebas? «Edgar Allan Poe se ha convertido en la imagen misma del poète maudit, del alma maldita, del vagabundo ‒escribe Peter Ackroyd en Poe. Una vida truncada‒. El suyo fue un destino muy duro, y su vida resultó casi insoportable. Desde el momento de su nacimiento, no dejaron de lloverle los golpes». Gloriosamente borracho, visceral y descarado a fuerza de vaciar botellas, conseguía así protegerse de «lo que le atormentaba, una mezcla de angustia implacable y de anhelo no menos desesperado». Lo cual revela, desde luego, por qué alcanzó la fama al mismo ritmo que se quedaba sin amigos y sin medios de conseguir empleo.

Los mitómanos de Poe han idealizado un desastre existencial que tuvo su correlato en una muerte misteriosa. Sin embargo, hay ángulos de su personalidad que aún son desconocidos. En este sentido, la obra periodística del escritor muestra una senda para entender su singularísima forma de enfocar el arte y la sociedad.

Para bien o para mal, en sus artículos intuimos por qué y cómo abrió una zanja en la que enterrarse. Sobre todo, cuando queda claro lo que pensaba del establishment literario. ¿Qué imágenes trae a la mente esa actitud? «De todos los documentos que he leído ‒escribió Baudelaire‒ me he quedado con la convicción de que los Estados Unidos no fueron para Poe más que una vasta prisión que él recorría con la agitación de un ser nacido para respirar en un mundo más amoral ‒una gran barbarie iluminada por el gas‒, y que su vida interior, espiritual, de poeta e incluso de borracho, no era más que un perpetuo esfuerzo para escapar a la influencia de esta atmósfera antipática».

Poe, periodista

Para el lector hispanohablante, es fácil imaginar a Poe como crítico y articulista. Una de las consecuencias de su popularidad entre nosotros ha sido, precisamente, la continua reedición de sus obras, sin olvidar aquellas que catalogamos dentro del cajón de sastre de la ‘no ficción’.

Hasta no hace mucho, cuando uno quería imbuirse de estos escritos, podía contentarse con dos volúmenes: Ensayos y críticas, traducido por Julio Cortázar y editado por Alianza en 1987, y Escritos sobre poesía y poética, con traducción de María Cóndor, publicado por Hiperión en 2001. Si su instinto adquisitivo era más moderado, el admirador de Poe solía conformarse con el inclasificable ensayo Eureka (1848). Ya en un terreno más minoritario, los especialistas en teoría literaria limitaban su búsqueda a la Filosofía de la composición (1846), el manual de instrucciones de Poe para no perderse en el proceso de escritura.

Las ideas de todos estos ensayos parecen conectar unas con otras. Sobre todo, cuando reconocemos ciertos sobreentendidos, rarezas y explosiones de rebeldía, habituales en el escritor de Boston.

Esto es algo que aún se aprecia mejor en la magnífica edición de los Ensayos completos de Poe que inició Páginas de Espuma en 2018. Tras el lanzamiento del primer tomo, primorosamente traducido por Antonio Rivero Taravillo, salió a la venta el segundo (2021), cuyo traductor fue Antonio Jiménez Morato, quien también firma la versión española del tercer tomo, recién llegado a las librerías.

En este nuevo volumen confirmamos una impresión que ya era obvia en los dos anteriores: Poe fue un ensayista libre e insobornable, vehemente hasta el salvajismo, pero con una sabiduría técnica poco común y un arsenal de lecturas inmenso, en el que figuran desde Lope de Vega hasta los clásicos grecolatinos. A lo largo de estas páginas, nos encontramos con un crítico punk, lo bastante temerario como para adentrarse en territorios peligrosos, sin balizas ni salvavidas, dispuesto a cantarles las cuarenta a las vacas sagradas de su época.

Portada del libro

En una de estas reseñas, por ejemplo, despotrica contra los cenáculos literarios y sus «conspiraciones para imponer la inanidad a la consideración del público, a expensas obviamente de todo hombre de talento que no sea miembro de una camarilla que ostente poder». En otro artículo, desprecia lo que hoy llamamos marketing editorial: esa «seguridad metódica» de los editores que «no tienen ningún escrúpulo en tener a mano un surtido de notas elogiosas preparadas por sus hombres de todas las obras, y enviar esas notas a los multitudinarios periódicos sobre los que ejercen su influencia».

Sin temor a ofender, también tira de ironía y de sarcasmo para criticar a sus colegas de profesión: «Seguramente hay pocas cosas más ridículas que el tono general y las suposiciones de las que hacen gala las reseñas críticas de los libros nuevos que se publican ordinariamente».

Aparte de su calidad literaria, la gran diferencia entre Poe y la práctica totalidad de quienes opinamos hoy sobre literatura es su brutal sinceridad. Cuando algo le parece un experimento endeble o bochornoso, lo dice sin remilgos, evitando el tono descafeinado y académico que tanto abunda en los suplementos culturales. Así, refiriéndose a una de las piezas que critica en el libro, nos habla de «un caso en el que la pertinacia del esfuerzo por embaucar, donde la obviedad del intento por anticiparse a un juicio, en el que la exageración de ese hombre de paja, junto con la lamentable perogrullada que es en última instancia su producción, resultó ser una dosis demasiado potente incluso para el bien preparado estómago de la multitud».

Pero no crean que se relaja cuando toca repartir elogios. Poe mezcla como nadie el halago y la causticidad. Sin ir más lejos, cuando escribe: «El talento, la intrepidez y, sobre todo, el diseño de este libro, bastarán para salvarlo incluso de esa espantosa condena de desprecio silencioso a la que los editores de todo el país, si no nos equivocamos mucho, se esforzarán en recluirlo».

En fin, como pueden ver, si reparamos en que están escritos por un tipo que vestía gabán y que bebía absenta a mediados del XIX, párrafos como este parecen teletransportados desde la más inmediata actualidad.

Ensayos completos III
Edgar Allan Poe Comprar
Publicidad
MyTO

Crea tu cuenta en The Objective

Mostrar contraseña
Mostrar contraseña

Recupera tu contraseña

Ingresa el correo electrónico con el que te registraste en The Objective

L M M J V S D