Exorcismos y posesiones: el diablo no es lo que solía ser
Las cintas sobre todo tipo de entidades demoniacas no paran de salir, pero el efecto en el espectador parece que ya no es el mismo
Han pasado 50 años desde el estreno de El Exorcista, esa joya dirigida por William Friedkin con guion del propio autor de la novela, William Peter Blatty. Es una de las mejores cintas de terror de la historia y hasta el día de hoy, el maquillaje y la interpretación de Linda Blair como Regan sigue generando admiración. Pero lo que hace genial a esta producción ganadora de dos premios de la Academia es su mal rollo, lo incómodos que nos hace sentir desde que comienza hasta que termina.
Muchos otros directores siguen intentando repetir ese éxito y las posesiones y exorcismos regresan a la pantalla cada cierto tiempo. Títulos variopintos como The Conjuring, The Possesion, The Exorcism of Emily Rose, 13 exorcismos, demuestran que lejos de caducar, podríamos incluso hablar de un subgénero del terror. Precisamente ahora, en los servicios de streaming, los espectadores pueden ver dos películas que tocan el tema desde ángulos diferentes: The Pope’s Exorcist y Evil Dead Rise.
Dirigida por Julius Avery (Overlord), un joven realizador muy prometedor, The Pope’s Exorcist es un festival audiovisual que no se toma muy en serio su idea principal y deja que la cinta se convierta más en una aventura de acción que en un relato lúgubre. Con un Russell Crowe escondiendo su exceso de peso en la sotana, la película tira de la exageración para advertir que no estamos ante una profundización del mito sino en la explotación del mismo.
Crowe interpreta al padre Gabriel Amorth, un religioso que en efecto existió y dijo haber realizado muchos exorcismos para la diócesis de Roma. En Netflix, de hecho, se puede ver The Devil and Father Amorth, un documental del propio Friedkin en el que se ve al sacerdote italiano en plena acción. Eso sí, la interpretación de Crowe está más cerca de Indiana Jones que del padre Merrin (Max Von Sydow), por poner un ejemplo.
Traducida al mercado hispano como El exorcista del Papa, la cinta de Avery no tiene ninguna intención de dejar alguna reflexión en el espectador. Simplemente se trata de un juego pirotécnico, que mezcla los tropos del subgénero, y deja que Crowe la pase bomba. Es un trabajo para ver un día en el que te quedes en casa, atiborrado de palomitas de maíz o pizza. Si vas con el deseo de pasar miedo, no es precisamente la mejor opción
Un renacimiento muy bien logrado
En la otra esquina tenemos a Evil Dead Rise, una agradable sorpresa de otro joven director: Lee Cronin (Ghost Train). No es fácil seguir las huellas de un clásico como The Evil Dead (1981), del maestro Sam Raimi. Fede Álvarez hizo un correcto remake en 2013, muy apegado al original. Pero Cronin va más allá.
Cronin toma el espíritu de Raimi y eleva el discurso de Álvarez con una visión muy personal, en la que abunda el gore y el llamado body horror. ¿Puede haber algo más aterrador que una madre que quiere asesinar a sus hijos? Partiendo de este punto, la película está hecha para los que conocen muy bien el clásico del que han bebido miles de propuestas nuevas sobre posesiones.
Un gran acierto del joven realizador es que saca la historia de su contexto original, la famosa cabaña, para poner la acción en un empobrecido edificio. Es en este lúgubre ambiente citadino donde el mal toma una forma nunca antes vista (figurada y literalmente hablando). Y digo que es un acierto porque acerca la historia a nuevas generaciones.
Al igual que El Exorcista del Papa, Posesión infernal: el despertar, como la tradujeron por estos pagos, no se cuestiona ni quiere ser trascendental. Simplemente plantea lo básico de la estructura creada en los años 80: el descubrimiento de un libro y su manejo irresponsable desata la maldad en el seno de una familia. A partir de allí, lo que queda es disfrutar de un derroche de hemoglobina, laceraciones y desmembraciones.
Quien se acerque por primera vez a esta película, y ame el terror, va a encontrar todo lo que regularmente busca en el género. En ese sentido, Cronin es realmente complaciente. Sabe manejar los códigos del terror, entregándose al espectador con un cierre muy gráfico, que seguramente será lo más comentado del largometraje.
Estas dos producciones, más allá de sus logros y defectos, plantean la dificultad que tienen los directores actualmente para aterrorizar a la audiencia. Vivimos tiempos en los que la realidad es mucho más impactante que la ficción. Escribo estas líneas, por ejemplo, después de que un hombre hiriera a cuatro niños en los Alpes franceses. ¿Cuánta maldad o perturbación puede existir en un ser humano para cometer tal acto?
Si a lo anterior le sumamos la cantidad de imágenes gráficas que pululan en Internet, es obvio que cada vez se hace más complicado generar lo que en su momento consiguió El Exorcista, tal vez por eso muchos directores prefieren la exageración antes que desarrollar una propuesta más íntima. Pareciera que solo si la sangre nos salpica, podemos mantener la atención en el discurso.
Probablemente es la consecuencia de haber dejado de creer en ese diablo que nos pintaron padres y abuelos. Satán parece que ya no es lo que alguna vez fue.