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El atractivo que destilan los tramposos

Dos producciones de Netflix son protagonizadas por falsificadores, genios que consiguen vencer, al menos por un tiempo, al sistema

El atractivo que destilan los tramposos

Imagen de 'Mixed by Erry'.

Dos producciones en lo estrictamete formal diferentes tienen como protagonistas a falsificadores que nos roban el corazón. Una es la película italiana Mixed by Erry, una comedia italiana que narra el ascenso y caída del imperio de los hermanos Frattasio en los años 90, dos DJ napolitanos que marcaron una época con sus casetes de compilación piratas. La otra es El forajido de PEZ, un documental bastante singular sobre Steve Glew, un hombre que contrabandeaba dispensadores de la marca PEZ a Estados Unidos desde Europa del Este.

Ambos trabajos se pueden ver en Netflix y están contados con cierta benevolencia. ¿Por qué? Básicamente porque la piratería, a juicios del espectador promedio, se mueve en un espacio gris desde el punto de vista moral, aunque se trata de un delito que perjudica a millones de personas. Quienes la ejecutan parecen estar muy lejos de ser criminales peligrosos. Digamos que se mueven en un hilo caprichoso entre la picardía y cierta ingeniería creativa que despierta el interés de la sociedad.

No estamos hablando de algo nuevo, Atrápame si puedes (2002), de Steven Spielberg, película basada en la vida de Frank Abagnale Jr., recoge la esencia de las personas que se las ingenian para burlarse del sistema, generando cierta empatía, algo así como los Robin Hood modernos.

Aquellos tiempos en los que grabábamos casetes

Mixed by Erry, sin embargo, es mucho más que la historia de unos hermanos que se enriquecieron grabando cintas de música estadounidense. La película que dirige muy bien Sydney Sibilia (Lo dejo cuando quiero) es una carta de amor a aquellos tiempos en los que nos dedicábamos a grabar en casete las canciones de moda; algunos incluso hicimos playlists para las chicas que nos gustaban mucho o para ponerlas en las fiestas de nuestros mejores amigos.

Los melómanos teníamos ese instinto, como Enrico ‘Erry’ Frattasio (Luigi D’Oriano), para conectar temas de new wave con new romantic, es decir, de Blondie a Duran Duran, por ejemplo. Era un hilo muy fino que el protagonista de la cinta italiana desarrolla gracias a su trabajo en el aseo de una tienda de discos. De oído se convierte en un Jack Black (Alta fidelidad) italiano y luego consigue iniciar su propio negocio, grabando hits que guardan relación, para complacer al que escucha. Esto significaba estar muy conectado con la música extranjera, algo que pocos podían hacer en Nápoles de los años 80.

«Mixed by Erry» era la marca que llevaban impresa estos casetes para ser reconocidos en el mercado. Según la película, llegaron a convertirse en la ‘marca discográfica’ más vendida de Italia, incluso por encima de las casas disqueras tradicionales. La historia toma caminos rocambolescos cuando incluso otros piratas empiezan a vender copias de las copias que hacía la ‘empresa’ de los hermanos Frattasio.

Contado de manera fresca y divertida, este filme sigue la conocida estrategia del gato y el ratón. La policía no sabe cómo detener el negocio, novedoso para entonces, mientras los delincuentes se hacen más y más sofisticados, usando equipos industriales de tecnología para acelerar el proceso de copias, lo que incrementaba la ganancia.

Así, el largometraje pasa de ser una historia singular a una universal, ya no solo basada en una familia, ‘mafiosa’ a su modo, sino que transmite la nostalgia por una época que murió. Lo digital lo cambiaría todo, como sabemos. Hoy ya no se dedican casetes, sino links. Es la muerte del amor por los procesos manuales para rendirse ante lo digital. 

La singularidad del genio

En El forajido de PEZ también hay un componente nostálgico. Se trata del relato de un soñador, un hombre con una personalidad muy diferente al resto que sueña con dejar su rutinario trabajo de maquinista en una empresa para darle paso a su espíritu aventurero.

PEZ era una marca de dispensadores de gomas de mascar y caramelos, con diseños tan particulares que los coleccionistas estaban dispuestos a pagar miles de dólares por cada uno de estos dispositivos que realmente costaban centavos en su fabricación. Obviamente, cuanto más raros eran los diseños, más valor adquirían.

Steve Glew, que desde joven mostraba un comportamiento singular, en parte por sus adicciones, bipolaridad, ansiedad y depresión, decidió viajar a Europa para conocer a los fabricantes de estos dispensadores, saltándose la licencia estadounidense para importar. Esta decisión, gracias a un error legal, le permitió hacerse con miles de estos productos, obteniendo ganancias millonarias. 

Mientras en Mixed by Erry la historia del gato y el ratón involucra a un policía obsesionado con el DJ y sus copias, en El forajido de PEZ, la relación tóxica es entre el director de PEZ en Estados Unidos y Glew. A medida que transcurre el documental, pareciera que el excéntrico protagonista no tiene techo. Sin embargo, y es lo más curioso, lo que le llevó a tener un mercado sin igual dentro del mundo de los coleccionistas le terminó condenando. 

Y de nuevo, como en la película italiana, lo que pareciera ser un relato solo sobre un hecho delictivo, pasa a ser algo más. El documental es, al final, una historia de amor, un relato sobre cómo la felicidad está más cerca de las relaciones humanas que de las cuentas bancarias, aunque la aventura que transita Glew es tan adictiva como la de cualquier espía. En cierta manera, consiguió que lo que leía se convirtiera en realidad. 

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