'Desaparecida: el caso de Lucie Blackman': contar un crimen desde otro punto de vista
El nuevo ‘true crime’ disponible en Netflix se narra desde el punto de vista de los afectados y no del victimario
Desde la explosión del true crime en los servicios de streaming, las familias de las víctimas han criticado que la estrella siempre es el victimario, mientras se le da poco espacio a los afectados. No es un tema epidérmico. Vale la pena analizar el hambre e incluso la cierta empatía hacia algunos asesinos en serie, como Jeffrey Dahmer, por nombrar uno de los programas más recientes, que le permitió al actor Evan Peters disparar su carrera tras estrenarse la película en Netflix.
Pues bien, el Caso de Lucie Blackman, que ya está disponible en el servicio de la gran N roja, y que forma parte de la colección Missing (Desaparecido), está contado desde la perspectiva de Tim Blackman, el padre de una joven británica desaparecida en Japón. Y esto permite que experimentemos otra manera de consumir los productos que se basan en sucesos importantes.
Para comprender los hechos, se necesita entender la labor de las acompañantes que trabajan en los bares japoneses. Básicamente son mujeres que sirven bebidas y animan las conversaciones de los hombres, en su mayoría de gran poder adquisitivo. No se trata de prostitución, aunque la línea puede llegar a ser muy fina, como se explica en este documental dirigido por Hyoe Yamamoto (Samurai and Idiots: The Olympus Affair), con guion del debutante Shoji Takao.
El trabajo de las acompañantes es muy bien remunerado y eso atrae a muchísimas mujeres extranjeras. Es una manera de vivir cómodamente mientras se conoce a un país rico en tradiciones y a la vez, que lidera la evolución tecnológica. Hay un hombre clave en este documental que, aunque sale poco tiempo en pantalla, «tiene» su propia serie: Jake Adelstein, un periodista estadounidense que decidió hacer carrera en Japón.
Jake Adelstein (Columbia, Misuri, 28 de marzo de 1969) escribió sus memorias en el libro ‘Tokyo Vice: An American Reporter on the Police Beat in Japan‘, publicado en 2009. El periodista, entonces de 24 años, narra sus experiencias mientras trabajaba en el diario con mayor tirada en Japón y del planeta, el Yomiuri Shinbun, que vendía 15 millones de ejemplares al día. De tales experiencias nació la serie Tokyo Vice, una de las mejores de 2022, disponible en HBO.
La serie relata como Adelstein pasó de cubrir noticias curiosas o apenas importantes a seguir a los jefes de la mafia de Japón. Por ejemplo, el famoso caso del «Emperador de los Buitres», Susumu Kajiyama, un yakuza que se hizo millonario concediendo préstamos a tasas impagables a familias sobreendeudadas. En este submundo están presentes las acompañantes y se explica muy bien cómo pueden quedar atrapadas en los círculos del poder.
En el Caso de Lucie Blackman, Adelstein se convierte en un nexo entre la familia Blackman y la investigación. Es a partir de esta relación que el padre de la joven va entendiendo cómo funciona la burocracia en Japón. Mientras Tim espera que los funcionarios se esmeren por tratarse de una extranjera, es precisamente esta circunstancia lo que retrasa la investigación.
Choque de culturas
Lo admirable en este documental es el empeño del padre de Lucie por encontrar respuestas, aunque eso signifique incomodar y generar escándalos frente a las autoridades niponas. Igualmente, queda en evidencia la burocracia policial por la cantidad de jefes y funcionarios involucrados en la investigación. El espectador queda mareado frente a tantos jefes y subjefes que declaran. Sin embargo, al cierre de este trabajo audiovisual queda claro que tales diferencias no se traducen en falta de empatía.
Si bien se reconoce que este true crime intenta minimizar la figura del perpetrador, son muchas las preguntas que quedan en el aire. ¿Cómo fue posible que el acusado de la desaparición no hubiera sido investigado anteriormente? Se sobreentiende que hay una cultura de silencio alrededor de las mujeres que trabajan en los bares, muchas de ellas de manera ilegal porque ya perdieron el tiempo permitido de estadía, pero una persona que se cree cometió más de 400 agresiones, en algún momento debía levantar sospechas, como mínimo.
No se trata de extrañar el morbo o que se den detalles de las prácticas del abusador, sin embargo sí es cierto que se echa de menos un mejor perfil del acusado de haber secuestrado a Lucie. A pesar de ello, el documental, que se consume de manera muy rápida (dura una hora y cuarenta minutos), tiene un cierre emocionante. No por el destino final de los involucrados, que se intuye desde un principio, sino por el impacto del suceso en las vidas de los supervivientes.
Al mismo tiempo, el Caso de Lucie Blackman es un llamado a mantener los ojos abiertos. No hay sociedad, por pacífica y desarrollada que sea, que no presente individuos psicológicamente inestables. Más aún: es precisamente en los círculos del poder donde se esconden los más profundos secretos.