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Cultura

El Jerez emocional de María José Solano

La escritora e historiadora del arte publica una peculiar guía de viajes ilustrada de la ciudad famosa por sus vinos

El Jerez emocional de María José Solano

Viñedos de la Bodega González-Byass. | María José López (Europa Press)

Decía Fernando Villalón, poeta y ganadero, tan diestro con la pluma como con la garrocha, que el mundo se divide en dos: Sevilla y Cádiz. Pare usted de contar. Todo lo que importa, todo lo que uno necesita tener a mano, transcurre aquí, en Andalucía la Baja. Si un día esta tierra se erigiera en república independiente, ¡como si lo necesitara!, sobresaldría Jerez como capital de consenso.

Entre ambas cabezas de provincia, con un pie en el interior y otro abarcando ya el golfo, esta tierra linajuda y antigua es perfecta para ir de posta y quedarse a vivir. En Jerez no hay nada distinto al resto del mundo, pero todo es diferente, todo deviene propio: el caballo cartujano, el perro bodeguero, el vino de la tierra, el cante único. Cualquier cosa que atraviesa esta ciudad queda convertida en luz, aroma y raza.

La escritora e historiadora del arte María José Solano, como tantos sevillanos, traía de serie un romance «epidérmico» con Jerez. «He ido desde siempre a disfrutar de su ocio, a su Feria, con amigos, a beber sus vinos, a pasar el fin de semana», explica a THE OBJECTIVE. Para Solano, «la epidermis es una manera de conocimiento y tocar la piel del otro es un buen comienzo a partir del que profundizar, ya sea en las personas, las cosas, los amores…». Un encargo de Tintablanca, editorial especializada en primorosos libros de viaje, la ha puesto en la feliz tesitura de pasar de la piel a la médula.

María José Solano

Con el volumen dedicado a Jerez, ilustrado por el también sevillano Miki Leal, ha «construido una mirada» sobre la ciudad: «Volví ya trabajándola literariamente». En su recorrido por la capital internacional del vino la emoción prima sobre el conocimiento. No estamos ante un mero elenco de lugares sino ante un intento de atrapar la singularidad de una tierra. Es esa singularidad, y no al contrario, la que explica porque aquí todo adopta una forma característica e irreproducible. Colores, sabores y personalidades. Jerez se contiene en los muros de la Cartuja de la Defensión tanto como en la veleta de Record Guiness de Tío Pepe, en los sugerentes apellidos del vino (oloroso, amontillado, fino, palo cortado…) y en los matices de voz de la Paquera.

Historias y sabores

«Las cosas únicas, y Jerez es una de ellas» –explica la autora- «lo son porque confluyen muchas circunstancias. Pasa con los libros y con las personas, y pasa con Jerez. En ella confluyen de una manera muy singular, natural y excepcional la historia, el folclore, los olores, los sabores… Es un compendio del pasado y el presente, como sucede en toda Andalucía, pero en Jerez ocurre de una manera muy especial que se trenza a través de la belleza y los sentidos. Yo quería hilvanar ese pasado medieval, barroco, renacentista y literario con el presente que todo el mundo conoce y es casi tópico: el flamenco, los caballos, el vino».

El vino, explica Solano en este libro, ya era celebrado por los romanos, tanto que tuvieron que poner coto a su exportación. Desde el siglo XVIII, rompiendo con toda política arancelaria, Jerez se disemina por todo el orbe elegante a través de unos caldos que arrebataron a Byron, Dumas y Shakespeare. El Bardo cita más de medio centenar de veces al sherrish; en boca de Falstaff ideó un lema antológico: «Si mil hijos tuviera, el primer principio humano que les inculcaría sería abjurar de brebajes ligeros y dedicarse al jerez». Son los ingleses en buena parte responsables del boom bodeguero del XIX, al que se sumaron franceses y españoles. Hablar de Domecq, Lustau, Osborne, Terry, Garvey, Sandeman es hablar del Gotha de la industria y es visualizar inmediatamente la Andalucía del latifundio y el sobrero de copa. «Una temprana revolución industrial removió como un terremoto el sur de España con epicentro en esta ciudad que olía a carbón, naranjas amargas, salinas y bodegas», evoca la autora. Tiempos idos de los que quedan en pie esas catedrales civiles que son las famosas y visitadas bodegas de Jerez.

Jerez, de María José Solano y Miki Leal

Solano, columnista en Abc y cofundadora de Zenda, ha sido viajera antes que prescriptora. «Viajar es lo que más me gusta del mundo, después de leer», señala. Desde que trabaja en prensa, eso sí, ya no viaja «inocentemente, sino con una mirada literaria». Fruto de ello, se lanzó hace dos años a Grecia para rastrear los pasos de Patrick Leigh Fermor y contarlo por entregas en Zenda. En septiembre se publica en forma de libro: Una aventura griega (Debate).

Mientras, sigue con la mochila pronta (este verano ha estado en Sicilia y Copenhague) y el radar afinado para encontrar crónicas y diarios de viaje en todo tipo de librerías de lance. Y no olvida que, por lejos que vaya, siempre será posible dar con una botella de Jerez.

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