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Johnny Depp regresa con una historia de sexo y poder en Versalles

El actor vuelve al cine como protagonista de ‘Jeanne du Barry’, un filme sobre las intrigas y la lujuria de la corte de Luis XV

Johnny Depp regresa con una historia de sexo y poder en Versalles

Escena de la película 'Jeanne Du Barry'. | Why Not Productions

Cuando Jeanne du Barry inauguró el pasado festival de Cannes fue recibida con una hostilidad inusual. Vale, no es perfecta y tiene un enfoque discutible, pero tampoco es el desastre sin paliativos que parecía anunciarse. Las razones de la virulencia crítica se explican en parte por los escándalos relacionados con sus dos protagonistas. Por un lado, Johnny Depp, que regresaba a la pantalla con esta película después de ser cancelado por acusaciones de malos tratos y en pleno juicio mediático con su ex. Durante el festival llegó a circular un manifiesto firmado por un centenar de figuras del cine que acusaba al certamen de blanquear a un abusador. Y por otra, la actriz Maïween -también directora de la cinta-, detestada por parte de la prensa francesa, porque escupió a un periodista que le hizo una pregunta impertinente sobre su relación con Luc Besson, acusado de varias agresiones sexuales. Lo de Maïween con Besson es un tema espinoso, porque lo conoció cuando era una actriz infantil de 12 años, se mostraron en público como pareja cuando ella tenía 16 y él 32, y se casaron y tuvieron una hija cuando ella tenía 17 años.

Dejando de lado todo este chismorreo, vamos a centrarnos en la película y en la figura de Madame du Barry, y para ello hay que empezar hablando del Versalles de Luis XV. El palacio era un universo aislado del mundo y gobernado por rígidos protocolos que a nuestros ojos resultan disparatados. Quedan bien reflejados tanto en Jeanne du Barry como en la Marie Antoinette de Sofia Coppola: el concurrido e inacabable ritual de vestir cada mañana al monarca; las reverencias pautadas al milímetro; la ubicación en los banquetes, espectáculos y misas según el rango dentro de la nobleza…). Sin embargo, tal vez sea la marcianada de Albert Serra La muerte de Luis XIV, centrada en el monarca anterior -el que levantó Versalles-, la que mejor lo plasma, mostrando nada menos que la coreografiada agonía del monarca. En su figura conviven la divinizada entidad simbólica de rey y la de hombre doliente que se pudre por la gangrena que los ineficaces médicos intentan sanar a base de continuas sangrías.

Cartel promocional de ‘Jeanne du Barry’

Dado que en Versalles todo estaba regido por el protocolo, también los deseos carnales del monarca se sometían a él y existía el cargo semioficial de maîtresse-en-tittre, que era la amante favorita, aunque no la única. En tiempos del fogoso Luis XV este puesto lo ocuparon sucesivamente dos cortesanas que han pasado a la historia: Madame de Pompadour y Madame de Barry; la primera como una mujer inteligentísima y muy culta; la segunda como una harpía de desbordante sensualidad.

Amantes del Rey

La Pompadour apoyó las artes y las letras: dio empuje al proyecto de la Encyclopédie y se relacionó con Diderot, Voltaire y Montesquieu; encargó obras a artistas como Boucher y su gusto contribuyó al desarrollo del rococó francés; fue fundadora de la fábrica de porcelana de Sèvres y ordenó y supervisó la construcción de algunos monumentos y edificios como el palacete conocido como Le Petit Trianon. Intervino también de forma activa en política como consejera oficiosa del rey, y cuando la relación carnal con él se enfrió, se encargó de buscarle nuevas amantes que saciaran su lujuria y al mismo tiempo no pudieran convertirse en rivales para ella. Estas amantes eran alojadas en un edificio cercano a Versalles, en lo que se conocía como el Parc-aux-cerfs (el parque de los ciervos) y según la leyenda el ritmo era de dos mujeres nuevas por semana. Muy jóvenes, de 14 o 15 años, porque el rey las prefería con escasa o nula experiencia carnal por miedo a la sífilis. Las candidatas eran sometidas a rudimentarios exámenes ginecológicos e incluso puestas en cuarentena por si surgían síntomas de la enfermedad (esto está muy bien reflejado en una cruda escena de Jeanne du Barry, cuando el médico real la inspecciona con un rudimentario instrumental al llegar a la corte, antes de pasar al lecho del monarca).

Escena de la película

Du Barry entró en escena tras la muerte de la Pompadour y estaba en sus antípodas: era hija ilegítima de un monje y una cocinera, había ejercido de prostituta en un burdel parisino y llegó hasta el monarca gracias a un protector-proxeneta noble, Guillaume Du Barry. Cuando ella se convirtió en amante del Rey, él la tomó como esposa para guardar las apariencias y sobre todo para darle un apellido y un título que ocultasen su origen plebeyo. La Du Barry tenía fama de indecorosa y lasciva -todo lo contrario de la discreta Pompadour-, y se puso en contra a buena parte de la corte, incluidas las hijas del monarca.

Es curioso -o significativo- que la inteligente y culta Pompadour apenas haya interesado al cine, mientras que la sensual Du Barry ha inspirado varias películas. En el periodo mudo la interpretaron la exótica diva Pola Negri y Norma Talmadge, y ya en la etapa sonora Dolores del Río y la estrella francesa Marine Carol. Aparece también en la Marie Antoinette de Coppola, en la que le da vida Asia Argento. En la pantalla se ha tendido a retratarla como una seductora y manipuladora femme fatale, imagen que Maïween trata de corregir o como mínimo matizar.

Aparecen en su película episodios históricos que está muy documentados: el rechazo de las tres hijas del soberano (que por momentos parecen las hermanas malvadas de Cenicienta); su presentación oficial en la corte, en la que lució un espectacular vestido que generó revuelo; el momento en que María Antonieta, esposa del Delfín, aceptó por fin dirigirle la palabra, tras las presiones del embajador austriaco al que inquietaba la dimensión política de esa afrenta. Y también la peculiar mascota que le regaló el Rey a su amante: un niño negro llamado Zamor, un esclavo al que ella convirtió en un paje. La directora desaprovecha el potencial dramático de esta historia y solo alude a cómo terminó en unos textos finales: Zamor se hizo revolucionario y denunció a su señora, que acabó guillotinada.

Escena de la película

Ambientación fastuosa

Jeanne du Barry tiene una impecable y fastuosa ambientación de época y un plantel de secundarios muy sólido (aparece, por cierto, como Richelieu el veterano Pierre Richard, que en los años setenta fue uno de los actores cómicos franceses más populares; los lectores más veteranos quizá se acuerden de la divertidísima comedia de espías Un gran rubio con un zapato negro). Depp, pese a los palos que le han dado, está muy correcto como Luis XV y quizá lo peor sea la irregular actuación de Maïween -más sólida como directora que como actriz-, sobre todo cuando intenta poner expresiones de amor o lujuria.

Con todo, el principal problema de la película es de enfoque: ¿pretendía Maïween restaurar la dignidad de Du Barry, proyectar sobre ella una reivindicativa mirada feminista? Lo interesante en ese caso hubiera sido utilizar su historia para mostrar la estructura social de la época y cómo la única vía de ascenso para una mujer que no fuera aristócrata por nacimiento era el uso instrumental de su cuerpo y su capacidad de seducción. Pero la directora tira más hacia el estilo hollywoodiense y presenta la relación de la cortesana y el ardoroso monarca como una gran historia de amor, con una dramática despedida final cuando el rey agoniza por la viruela. ¿De verdad existía el amor tal como lo entendemos ahora en el Versalles de Luis XV? ¿O aquella corte se regía por el linaje, el sexo y el poder?

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