Javier Rubio Donzé: «Hablar de España antes del siglo XIX no debería ser 'cosa de fachas'»
El divulgador de historia conversa con THE OBJECTIVE sobre su nuevo libro, ‘España contra su leyenda negra’
Hablar de la historia de la leyenda negra siempre es arriesgado. Que se lo digan a Javier Rubio Donzé (Madrid, 1983), que desde que fundara su canal de divulgación histórica Academia Play en el año 2015 cuenta que lee en los comentarios de sus vídeos todo tipo de críticas señalando que trata de hacer revisionismo histórico, cubrir los actos cometidos por los conquistadores españoles en el continente americano o incluso ataques personales. Por si estos se quedaran escasos, el arquitecto aficionado a la historia se ha lanzado a una nueva aventura que no dejará indiferente y a los más fervientes amantes del pasado español como a sus grandes detractores. Un minucioso trabajo en el que desmonta uno a uno los mitos y los tópicos más escuchados con un lenguaje fresco y entretenido y con una investigación ordenada y minuciosa que va desde el origen de España hasta incluso los años más complejos del procés.
El autor conversa con THE OBJECTIVE sobre su nuevo libro: España contra su leyenda negra (Esfera de los libros); sobre la historia de un país que no puede leerse en blanco y negro, sino en busca de grises; sobre los riesgos del revisionismo histórico y sobre el papel de la academia en la labor de lectura del pasado.
Pregunta.- Hace tiempo te leí decir que hablar de la historia de España era como meterse en un jardín. ¿Escribir de la leyenda negra es meterse en una selva?
RESPUESTA.- La historia de España se utiliza como arma ideológica para apuntalar determinados discursos y al hablar de temas como la leyenda negra parece que haya que entrar en un jardín porque a raíz del libro de Roca Barea –Imperiofobia y leyenda negra (Siruela)- han surgido tres bandos que Julián Marías separaba entre los flagelantes -todo lo hemos hecho mal, España es un error histórico, una anomalía, un punto negro en la historia que debe pedir perdón por lo que ha hecho para purgar sus pecados-, los narcisistas -a los que se adscribieron muchos de los lectores de Roca Barea que tomaron este ensayo como si todo lo hubiéramos hecho bien pero somos las víctimas de un complot histórico- y un tercer grupo en el que se situaba el propio Marías: lo miramos desde la distancia y vamos a desdramatizar muchas cosas, porque a veces la leyenda negra, como decía Salvador de Madariaga, tiene componentes de mitos que se han ido asentando a lo largo de la historia.
P.- ¿Por qué incomoda tanto hablar de España como concepto político y nacional antes del siglo XIX?
R.- España viene de España que es como los romanos llamaron a la península y crearon una diócesis con provincias; en el Reino Visigodo de Toledo podemos hablar de una España autónoma e independiente y es un término que durante la Reconquista está muy presente en todas las crónicas. Es verdad que no es lo mismo el término la España Medieval que la del siglo XVII, la del XIX, que en el XXI: es un término que va con la mudanza de los tiempos. Podemos hablar de una España en la Edad Media -Maravall lo trató muy bien-. En las crónicas se utiliza España como término geográfico, como equivalente a la península Ibérica, pero otras veces también tiene un valor simbólico, cultural e incluso político. A los Reyes Católicos, aunque se titularon con una ristra de nombres muy larga en todos lados, se les conocía como reyes de España. Se puede hablar de España antes del siglo XIX y no por ello eres un facha, ni en un esencialista ni en un identitario.
P.- Hablando del tema en tu libro escribes “España, palabra prohibida, palabra hiriente, palabra maldita. Si uno no anda con pies de plomo, será sospechoso de ser nacionalista, facha y radical”. ¿Por qué la historia de España es una ‘cosa de fachas’?
R.- No debería serlo, pero a la historia de España le perjudicó mucho el franquismo porque con todo ese empacho patriotero de símbolos, gestas, héroes nacionales, cruzadas por la religión y el nacionalcatolicismo muchos la abominan, por ejemplo, con el tema de las banderas. La bicolor es una creación de Carlos III en 1785 para distinguirse de otros pabellones navales. Con la larga noche del franquismo parece que muchas personas han abominado de la historia de España y de todos sus símbolos. Esto no debería seguir así porque la gente tiene a lo mejor la sensación de que Don Pelayo, El Cid o otros héroes nacionales son una creación de Franco. Ni mucho menos. En la Segunda República también te encuentras con el mismo tratamiento de la historia en el siglo XIX y también se da en la primera mitad del XX.
P.- ¿Cómo puede la izquierda recuperar esa adhesión a los símbolos nacionales y comunes sin que parezca que se han metido en un traje que les queda incómodo y extraño?
R.- Dentro de una persona pueden habitar muchos sentimientos identitarios que si los tratas desde el punto de vista patriótico, que es lo contrario del nacionalista, no tienen qué ser tóxicos ni perjudiciales. Creo que el nacionalismo es veneno. Pero ahora mismo se superponen un montón de sentimientos identitarios y muchos son nacionalistas, y cuando tienes un nacionalismo mal entendido sí que puede hacer que uno choque contra otros. El patriotismo puede ser dual. Yo puedo ser español, puedo ser madrileño, de hecho soy también francés, puedo ser hispano, si fuese católico también podría sentirme dentro de la nación católica. Dentro de uno pueden habitar muchos sentimientos nacionales, pero el Estado nación los desdibuja todos y parece que sólo puedes tener uno, que es el español. Pues eso quizá sea un defecto o un fracaso, más bien del del Estado nación del del siglo XIX que ocurrió en todos los países o en unos con mayor éxito y en otros con menor éxito.
P.- La leyenda negra suena muy antigua y casi hasta medieval y sigue vigente hasta nuestros días. ¿Es una bestia demasiado grande como para acabar con ella?
R.- Completamente. Me han dicho mucho: ¿otro libro de la leyenda negra? Es que siempre es pertinente hacer un libro sobre la leyenda negra porque por muchas buenas intenciones que tenga la gente va a ser imposible de erradicar, siempre va a estar ahí y va a ser una herramienta más de la que pueden echar mano los políticos. Los historiadores miran la historia sin encono sectario para dilucidar lo que hay de verdad y lo que no en muchas de las narrativas que vemos totalmente presentistas y maniqueas.
P.- En España vemos mucho de ese encono de utilizar la historia de España para determinados fines, ya sea despreciándola y adscribiéndose a las tesis de Andrés Manuel López Obrador (presidente de México) como hiciera Podemos o bien celebrándola hasta la glorificación como ha hecho Vox con figuras como el Cid Campeador. ¿Cómo beneficia a los políticos la distorsión de la historia?
R.- Lo que están haciendo es jugar con los sentimientos de la gente y utilizan la historia de manera instrumental y torticera para conseguir adhesión a sus causas políticas. Y esto lo hacen todos los partidos políticos, sin excepción. Es verdad que a lo mejor los casos más acusados son los de Podemos y Vox, pero lo que intentan es buscar una adhesión a su causa y la historia les proporciona un material muy jugoso para ese fin.
«A la historia de España le perjudicó mucho el franquismo porque con todo ese empacho patriotero, muchos la abominan, por ejemplo, con el tema de las banderas’»
P.- ¿Hemos sido demasiado moralistas con la historia en los siglos XX y XXI?
R.- Quizás sí. La labor de un historiador no es la de ser juez de la historia sino de entenderla, cada una en su época. Es verdad que puedes hacer comparaciones, puedes documentarla, pero lo que hay que hacer siempre es ponerse las gafas de la época. Tú no puedes mirar el siglo XVI o el siglo III con los ojos de una persona del siglo XXI porque los valores son completamente diferentes y si tratas de hacer un juicio lleno de adjetivos de lo que es un tiempo pretérito lo más seguro es que vayas a fracasar. La historia no funciona así, eso es hacer activismo y no tiene nada que ver, eso está muy lejos de la disciplina histórica.
P.- Las estatuas de conquistadores y religiosos españoles fueron uno de los principales focos de rabia del movimiento Black Lives Matters, que les acusaba de esclavistas, imperialistas o asesinos. Quiero empezar preguntándote si todas las estatuas merecen un lugar en la vía pública.
R.- No tiene por qué. No todas las estatuas tienen el mismo valor artístico. Lo que no puede primar es que un colectivo dirigido y fuertemente rabioso sea el que tenga que decidir si esas estatuas quedan en pie o no en base a puro sentimiento y siempre adscritos a alguna causa política. A España llegó de una manera mucho menor. Hubo una estatua de Junípero Serra a la que una tipa de Podemos señaló y acabó pintarrajeada, pero sigue en pie. Donde realmente hubo una furia iconoclasta brutal fue en el Black Lives Matter en 2020; pero no hay que mirarlo eso como una historia de odio a España, sino entender que en Estados Unidos hay una presencia muy fuerte de un movimiento anticolonial y antiesclavista porque han sido un país muy castigado hasta hace nada por la segregación racial y hay una mirada hipercrítica. Sin embargo, no hay que mirarlo como si la hubieran tomado con la historia de España, sino que en realidad la han tomado con todas las historias colonialistas. E igual que se derribaron estatuas de Colón o de Junípero Serra o de otros conquistadores, también la tomaron con muchos líderes confederados que eran esclavistas e incluso con los padres fundadores de su patria, también derribaron estatuas.
P.- Con el tema estadounidense me viene a la mente un libro de Grafton Tanner que se titula Las horas han perdido su reloj, en la que defiende que no todos los personajes distinguidos en la historia merecen un espacio en la vía pública y que se deben llevar a cabo cambios para eliminar, por ejemplo, criminales de la Segunda Guerra Mundial o esclavistas con un fuerte peso en el bando confederado. En las calles de Madrid hay efigies que pueden ser incómodas para determinados ciudadanos. Se me ocurre, por ejemplo, la de Simón Bolívar.
R.- O la de Francisco Largo Caballero.
P.- Sí, o Indalecio Prieto para seguir por ese camino
R.- Pues yo soy partidario de que se queden todas las estatuas. Se erigen en un momento determinado de la historia y hay que comprenderlo. Siempre se puede poner una cartela explicativa de cuándo se erigió esta estatua, por qué, quién la financió. A mí me indignó mucho, por ejemplo, cuando un concejalillo de Vox quiso eliminar una estatua de Abderramán III. Todos los personajes de España que han pasado por el solar español son interesantes y tienen que ser entendidos y creo que es muy bueno que tengamos estatuas de Simón Bolívar. No hay que avergonzarse de ello y hay que entender en qué momentos y porqué se erigieron, pueden darnos muchos detalles muy interesantes sobre la historia y sobre cómo era la sociedad en el momento en el que se levantaron esas estatuas, como pensaba entonces. Otra cosa es cuando se derriban estatuas de un tirano que ha causado mucho daño a la sociedad, un Stalin, un Hitler. Yo no me puedo sentir dañado por las matanzas que hizo Simón Bolívar porque ocurrieron hace más de 200 años y no creo que vaya a haber ningún familiar que se sienta ofendido.
«Me indignó mucho, por ejemplo, cuando un concejalillo de Vox quiso eliminar una estatua de Abderramán III»
P.- Tu público en Academia Play es eminentemente joven. ¿Es cierto que saben cada vez menos historia o esta es una de estas frases hechas que se repiten desde Socrates?
R.- Es verdad que en los programas educativos cada vez se han adelgazado más los contenidos y si fuese por los libros de texto que hay en los colegios la gente debería saber menos historia. También es verdad que se leen menos libros de historia, pero es que ha cambiado el formato y la gente sigue muy interesada por la historia. El canal Academia Play tiene muchísimo éxito, tiene más de 3.200.000 suscriptores, los vídeos se ven por millones y sí que veo que hay un interés genuino. Otra cosa es que la gente ahora prefiere consumir otro tipo de formatos y ver un vídeo de historia de Academia Play antes que comprarse un libro. El formato ha cambiado y ahora se ven canales de YouTube, se ven documentales y la gente se informa de otra manera. Pero la historia yo creo que sigue no está en baja forma. La gente se sigue interesando por la historia.
P.- Si a Javier Rubio Donzé le nombraran mañana ministro de Cultura, ¿cuál sería la primera medida que impulsaría?
R.- ¡Dios me libre de ser ministro de Cultura! Dimitiría y colocaría a otra persona de confianza a la que le aconsejaría que no intentara patrimonializar la cultura porque no es de nadie, ni de izquierdas ni de derechas.
P.- Para una gran producción sobre el descubrimiento de América hubo que esperar a que Ridley Scott hiciera una película. Mientras que el resto de países dedican buena parte de su producción cultural a grandes episodios de su historia, parece que en España no parece haber un fuerte impulso por parte de la Administración y hay que recurrir a producciones privadas.
R.- El cine histórico en España no tiene una tradición muy fuerte como puede existir en Estados Unidos que tiene mucho más presupuesto para vestuario, recrear escenarios, efectos especiales, batallas. Ya sí que se empiezan a ver series, como una del Cid, la de Elcano, la de Inés del alma mía sobre la conquista de Pedro de Valdivia. Se han visto proyectos interesantes, unos mejores que otros, pero no acabamos de ver productos. Quizás no hemos sabido dar con la tecla adecuada o no hay tanto interés porque muchas de esas series se han cancelado y no han tenido continuación. Por ejemplo, El Cid tuvo dos temporadas, aunque yo creo que ahí hubo un error tremendo con la elección del actor porque el guión no era tan malo, pero el protagonista no inspiraba ningún tipo de carisma.
P.- Imperiofobia levantó muchas ampollas y por consiguiente se ganó muchos detractores y otros tantos fanáticos que se pugnaron por despreciar a Roca Barea o llevarla a hombros en una celebración constante. ¿Crees que tendrás la misma reacción con tu libro o prefieres pasar un poco más por debajo del radar?
R.- No tengo ni idea de lo que va a pasar, pero espero que por lo menos las críticas que me hagan sean de gente que haya leído mi libro y no juzguen el libro por la portada incluso antes de que haya salido como ya me está pasando. Espero que las críticas sean constructivas o destructivas, pero de gente que ha leído mi libro. Eso es lo único que esperamos.