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Cultura

'El desierto blanco', nuestro presente contado desde un enigmático futuro

Luis López Carrasco ha ganado el Premio Herralde con una novela sobre la actualidad vista desde un mañana incierto

‘El desierto blanco’, nuestro presente contado desde un enigmático futuro

Luis López Carrasco. | Johanna Marghella

Luis López Carrasco ha ganado el Premio Herralde con un libro complejo, repleto de capas y lecturas. Y está contento, cómo no, porque además se lo han concedido después de que el año pasado el jurado no encontrara ningún título merecedor del galardón. Así, el cineasta ha logrado la paradoja: que el premio no quede este año desierto escribiendo un ídem, El desierto blanco (Editorial Anagrama). 

Portada El desierto blanco

La premisa: una pareja se ha tenido que marchar a un lugar inconcreto, además de incierto, porque el presente en España (que se corresponde con las décadas actuales: la del 2010 y 2020) los expulsó de algún modo. Para reconstruir ese pasado —nuestro mundo actual— el narrador se vale de sus memorias, que evoca desde allá donde esté. Retales aparentemente inconexos entre sí que van revelando claves de por qué el mundo que habitaban se volvió del todo inhóspito. 

Lo primero que López Carrasco escribió, revela en esta entrevista con THE OBJECTIVE, fue el párrafo final del libro. «A partir de ahí, con el paso de los años, fui pensando cómo engarzar una serie de historias cotidianas. Me parecía interesante hablar de cosas recientes pero ya como lejanas y terminadas», dice refiriéndose a episodios en los que el narrador, Carlos, relata, por ejemplo, cómo se enfrentó a una dinámica de grupo para conseguir un puesto de trabajo en 2011 o cómo celebró junto a su pareja Aitana y sus amigos un fin de año de la misma década, cuando el mundo era aún el que es hoy día. 

«Hay una idea principal que tiene que ver con mis recuerdos de 2011 y 2012, años en los que recibía constantemente a gente porque al día siguiente cogían un avión para irse a Chile, Holanda, o donde fuera», prosigue el autor, también cineasta. Ese éxodo necesario en busca de trabajo está presente en su obra, pero es sólo una de las causas que vuelven irrespirable el oxígeno para sus personajes. «Hay otro nivel dentro del libro que habla de cómo nos relacionamos con la realidad y plantea si la tecnología y la propia evolución científica y social nos dejan espacio para la imaginación o posibilidad de fabular o de vivir aventuras, o si por el contrario ya no hay nada por explorar». Por ese afán, Luis sitúa a uno de sus personajes en una isla desierta tras un aterrizaje forzoso y pone la lupa sobre su comportamiento y el del resto del pasaje.

Espejismos

En otro de los capítulos, la memoria del narrador se posa sobre una Nochevieja de las de antes: varios amigos se citan en la sierra madrileña tras pasar el año en sus respectivos destinos. «A partir de ese reencuentro pasan muchas cosas. Aparece el juego, como las ficciones que nos planteamos como adultos y nos conectan con la infancia. Juegan a un juego de rol que emparenta con el que abre el libro, y se liberan unas emociones y bloqueos que atraviesan toda la novela», desarrolla el escritor. 

No desvelaremos el final de este segmento, pero sí diremos que los amigos descubren un lugar fascinante que tiene también un tanto de apocalíptico: «Sobre lo que aparece el final, es una especie de espejismo: muchas de las imágenes más extrañas o excepcionales son espejismos con una explicación muy tangible. En este caso, las implicaciones de encontrarte en mitad de la naturaleza los restos de nuestra civilización», explica Carrasco.

Otra de las claves del Premio Herralde de este año es determinar por qué algunos humanos se han marchado a ese otro lugar, a ese desierto blanco (como lo denomina la otra protagonista, Aitana, en un momento dado), y otros se han quedado en el mundo tal como lo conocemos. Al respecto Luis desarrolla: «En el tercer capítulo, Marte florecido, Carlos y Aitana cuentan la última noche de mudanza antes de irse. Ellos emigran para buscar un futuro mejor, pero están viéndose forzados a irse porque la ciudad se está convirtiendo en un regalo para personas que no son sus habitantes».

Luis López Carrasco. | Óscar Fernández Orengo

Atmósfera opresiva

Esa atmósfera opresiva la emparenta Carlos con «algunos discursos políticos más radicales, que se están adueñando de las instituciones» y que en su opinión pueden provocar que algunos ciudadanos se marchen, «con el temor de que a lo mejor no pueden volver». Y añade: «Esta idea de que no puedes regresar a tu lugar de origen atraviesa la emoción a veces un poco sombría del narrador».

También hay en su obra quien, como decimos, no se ha ido. Y es porque no puede: le sucede al hermano del narrador, que le escribe cartas cada vez más enloquecidas desde la que fue su casa familiar: «En el quinto capítulo se deja caer que el hermano no puede votar en las elecciones, ni viajar. Ha sido expulsado de la universidad por una situación política ultra. No es impensable que en el futuro seamos nosotros quienes nos queramos mover a otros países y no nos dejen entrar».

Sobre si las situaciones asfixiantes de su novela encuentran eco en la realidad presente, López Carrasco es firme: «Las decisiones que se están tomando son las de atraer flujos transnacionales de inversión, inversiones inmobiliarias que se están haciendo con edificios y barrios enteros con finalidad especulativa y de turistificación. En Madrid ya no se puede vivir, la gente del centro se va a la periferia, los de la periferia entonces ya no pueden vivir en ella y el problema se extiende como una mancha de aceite». Para cerrar la entrevista lanza tres preguntas más al lector: «¿Es irte la manera de resolver la situación? ¿O tienes que resistir? ¿Qué es la resistencia a la gentrificación cuando a lo mejor tú eres el principal agente gentrificador?».

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