THE OBJECTIVE
MONKEY BUSINESS

Capítulo 16: El delator

THE OBJECTIVE publica en exclusiva y por entregas la nueva novela del escritor Álvaro del Castaño. Cada día, un nuevo capítulo de un thriller de acción electrizante que, a su vez, es un espejo que refleja la realidad que a menudo preferimos ignorar

Capítulo 16: El delator

Ilustración de Alejandra Svriz.

Manuela Montoya esperaba de pie junto a la ventana del piso franco que tenía Agartha junto al monte de El Pardo. Más que un piso franco se podía definir como una casa utilizada en exclusiva por Agartha para sus actividades. Era un activo inmobiliario del Ministerio de Defensa que antes había sido habitada por altos mandos de la Guardia Real, unidad operativa militar encargada exclusivamente de la protección de la familia real y acuartelada en El Pardo. Ahora la célula la utilizaba como lugar secreto de reuniones y para acomodar a huéspedes incómodos para el sistema.

El Pardo se extiende a lo largo del rio Manzanares y se encuentra a tan solo 6 kilómetros de Madrid. Está rodeado de naturaleza y aislado del resto de los barrios de Madrid, una zona ideal para esconderse y para tener una tranquila vida familiar, pues no tiene nada más que unos cuatro mil habitantes, la mayoría militares y trabajadores de Patrimonio Nacional. El barrio está básicamente formado por residencias oficiales, bares y restaurantes y pequeños comercios. Allí está el Palacio Real de El Pardo, antigua residencia oficial de Francisco Franco, así como el Palacio de la Zarzuela donde reside el Rey.  

La mirada de Manuela se perdía en el horizonte del Monte de El Pardo, donde podía observar sus encinas centenarias. Era un parque natural extraordinario, una reserva ecológica y biológica de bosque mediterráneo con una extensión de quince mil ochocientas veintiuna hectáreas. Inexplicablemente, era casi totalmente desconocido para la población madrileña, y solo unos pocos paseantes y aficionados a la bici disfrutaban de él. Debajo de la ventana, en la calle, la gente deambulaba tranquilamente, haciendo su vida normal, inconsciente de que a escasos metros de ellos se estaba gestando una operación que podría remover los cimientos de la nación. Ricardo estaba de pie junto a Manuela mientras comentaban las noticias internacionales del momento. Gracia solía llegar la última porque Ricardo era un enfermo de la puntualidad, y solía aparecer en las reuniones quince minutos antes de la hora prevista.

—¡Manuela y Ricardo, menuda estampa hacéis los dos ahí mirando idílicamente el paisaje campestre! Parecéis una pareja de tiernos tortolitos.

—Pues sí, querida Gracia, me encanta El Pardo en esta época del año, no hay otro parque igual —dijo Manuela entablando conversación.

—Ministra, ya me he estudiado el informe de la CIA sobre el cartel, PDVSA y España. Increíbles los vínculos entre los tres. Parece que la conexión entre el régimen chavista con círculos muy cercanos al Gobierno, con un partido político en particular y con poder judicial, es bastante revelador. Da miedo pensarlo. Me sorprendió además que no se conozca en la actualidad quién es el CEO del cartel y que este pueda estar basado en España. Ahora le preguntaremos a Badía a ver qué piensa él. ¿Por cierto, dónde está? —comentó Gracia mirando alrededor de la sala en la que se encontraban.

El informe de la CIA era demoledor y dejaba claro los complejos vínculos entre miembros del Cartel de los Soles y líderes políticos y militares chavistas con estamentos políticos, diplomáticos y judiciales españoles. Empezando por la expresidenta Manzanero, principal aliada del presidente Maduro en occidente, y mentora del presidente Pérez. Su acceso e influencia en el Gobierno de España era manifiestamente claro. Pero además, otros excomponentes del Gobierno estaban claramente manchados al haber disfrutado de relaciones económicas o mafiosas con el entorno del régimen y el cartel. Por el lado diplomático destacaba el papel de un embajador de España en Venezuela, detenido por corrupción. Y en el área judicial, un famoso juez mediático, estaba en la nómina del régimen bolivariano. Además, los complejos asuntos de uno de los principales líderes del cartel detenido en España con la justicia española eran más que sospechosos. 

—Badía está en el cuarto blindado contiguo, esperando a que despachemos con él. Anoche lo extrajo una unidad operativa utilizando una furgoneta de entrega a domicilio camuflada del Hipercor, y de ahí directamente hasta este destino. Fue una operación sencilla, sin ninguna novedad según me han reportado —comentó Ricardo de corrido como si estuviera dando el parte a un superior.

—Estupendo, Ricardo, vete a buscarle y tráetelo para que comencemos con las negociaciones. Gracia, en cuanto al informe de la CIA es en efecto muy sorprendente. Me dan escalofríos pensar que en el Consejo de Ministros hemos tenido colegas íntimamente involucrados con esta gentuza. Cuando acabemos con Pérez y Manzanero, habrá que investigar a fondo hasta dónde penetra esta pestilente red mafiosa bolivariana. Tendremos que depurar el Estado. Pero eso habrá que dejarlo para una segunda etapa. Primero hay que detener a los principales cabecillas de este acuerdo tripartito.

Manuela Montoya había acordado con la CIA que, tras su declaración y confesión, Badía entraría en un programa especial dentro del estado americano que se especializa en la protección de testigos especiales, o lo que ellos llaman High Value Assets. Este programa no era el habitual que se aplicaba a los típicos delatores de la mafia o similares, sino que estaba hecho a medida de los agentes de inteligencia del exterior que se pasan a las filas enemigas, pero no quieren mantener una vida humilde en un pueblo del medio oeste americano mientras que se esconden. Es decir, el programa ofrecía lujo, protección y máxima seguridad, se convertía en el Ritz del sistema, por lo que Badía y su amante no tendrían nada que temer. La ministra lo había negociado así con John Lodge porque de esta manera no intervenía el estado español, sino que era la CIA la que absorbía el coste y la gestión. Nadie en el Gobierno de España tenía que enterarse de nada, ni había que pedir ninguna aprobación. Sería un tema secreto entre los miembros de Agartha, la ministra Montoya, Badía y la agencia de inteligencia americana. Otra clave era que a través de este montaje Badía no obtenía ninguna clemencia por parte del Gobierno español por sus actividades delictivas en este asunto o cualquier otro, porque no era el estado español el que firmaba este acuerdo, sino el americano. Si hubieran recurrido al Ministerio de Justicia, Badía sería hombre muerto a estas alturas. Lo habrían aniquilado. Él lo sabía y aceptaba el acuerdo. Desaparecería hasta que cayesen los culpables de toda esta trama, y luego podría volver a vivir en cualquier paraíso fiscal y legal sin problemas.

El acuerdo tenía muchísimo sentido, mantenía la confidencialidad, protegía al perseguido, y dejaba manos libres a Agartha. La ministra hizo un gesto a Ricardo, que abandonó la habitación y a los pocos instantes volvió acompañado del legendario Badía.

—Buenos días, Badía —dijo Manuela al ver que el comandante entraba en el salón de la casa acompañado de Ricardo—. Me alegra verte sano y salvo. ¿Supongo que conocerás a Gracia? 

El comandante asintió, a sabiendas de que en estas situaciones lo mejor era escuchar y analizar antes de hablar. Era preciso observar a todos los participantes para detectar cualquier anomalía. Se quedó inmediatamente tranquilo al estudiar las caras de los allí presentes, y entender que todo estaba en orden, que no tenía nada que temer. Su instinto no solía fallar.

—Tengo en mi posesión un acuerdo firmado por la CIA para que entres en su programa de protección de testigos especiales, cuando nos cuentes absolutamente todo lo que sabes. Es exactamente lo que has pedido. Ni qué decir tiene que si lo que nos cuentas son baratijas, el acuerdo no será de aplicación y serás detenido inmediatamente —dijo Manuela extendiendo el documento firmemente a Badía con su mano derecha.

Él agarró el papel y mantuvo silencio mientras lo leía con precaución. Hasta dos veces repasó el documento, dejándolo finalmente con cuidado encima de la mesa. 

—No tengo ningún comentario que hacer al documento —comentó extrayendo de su chaqueta una estilográfica preciosa. Sabía lo que tenía que hacer, había vivido y leído este tipo de documento varias veces en el pasado cuando trabajaba para el servicio de inteligencia nacional. Estampó su rúbrica y se lo devolvió a Manuela con una sonrisa cómplice.

The Eagle has landed —dijo con esa voz ronca típica del fumador empedernido.

Gracia y Ricardo se incorporaron en sus asientos con enorme curiosidad, sabiendo que Badía procedería a revelar los secretos que habían hecho posible ese acuerdo tan peculiar. Se hizo un silencio absoluto.

—Estamos ante un caso de la más alta traición a la patria —afirmó consciente de la tremenda expectación que sus palabras estaban generando. ¿Os dice algo Monkey Business?

Todos se miraron mientras coincidían en mover la cabeza negativamente.

Monkey Business es el nombre de una operación internacional promovida desde la presidencia del Gobierno de España para obtener la soberanía de Gibraltar. Hasta ahí nada que objetar, es un objetivo legítimo del Estado y algo con lo que todos estaríamos de acuerdo. La parte complicada es cómo se obtiene el acuerdo, con quién se negocia y qué se entrega a cambio. Una vez iniciadas las negociaciones con el Reino Unido, enseguida se tuvo claro que la Pérfida Albión estaba por primera vez en la historia dispuesta a negociar. Estando sometidos a la mayor crisis económica de su historia, y a punto de entrar en suspensión de pagos de su deuda, los británicos deciden entregar el Peñón a cambio de exigir a España un verdadero potosí económico que les permitiera salir adelante. Tras meses de negociaciones, el fracaso del acuerdo era inminente, porque España no podía pagar esas cantidades tan enormes. Entonces, Pérez se da cuenta de que el único potencial éxito en su mandato se evaporaba por las nubes. El Reino Unido necesitaba dólares, miles de millones de dólares de manera inmediata para afrontar su deuda a corto plazo y no quebrar, pero también requería de una solución a medio plazo, un flujo continuo de divisas que la mantuviese a flote hasta que consiguieran resolver los cimientos de la crisis.

—Básicamente, los ingleses venden el Peñón por dinero para no ahogarse — dijo Gracia por bajo, como para comprender con más claridad algo que parecía increíble que estuviera ocurriendo.

—Así es —Ricardo tomó el testigo del análisis—, el Reino Unido vende las joyas de la corona, como lo haría cualquier empresa en crisis. Y Gibraltar es un activo muy atractivo para el Gobierno de España. Pérez, consciente de que se enfrenta a una derrota segura en las próximas elecciones, quiere dar un golpe de mano que eleve su popularidad hasta cotas desconocidas. Quiere a toda costa conseguir el hito de la devolución de Gibraltar. Es como lo que hizo la dictadura argentina con las Malvinas en época de Margaret Thatcher, ocupándolas militarmente, a cambio de una marea de popularidad temporal en la nación. A ellos les salió muy mal la operación, porque el ejército inglés retomó las islas en un periquete. Nuestros gobernantes son conscientes de nuestra debilidad militar frente al Reino Unido, y una intervención militar en la actualidad, siendo ambas partes de la OTAN, queda descartada. Además, vender Gibraltar es un buen negocio económico para los ingleses, pues no solo ingresan una barbaridad de millones por su venta, sino que se quitan una fuente de gastos para las arcas del estado. Gibraltar representa una carga económica anual, porque hay que mantener el statu quo de un activo que ya no es estratégico. Por cierto, existen bastantes precedentes de ventas de territorios por naciones soberanas a otros estados, así que nadie se piense que esto es una locura. Recuerden cuando Rusia vendió Alaska a los Estados Unidos en 1867 por siete millones de dólares, o, en nuestra propia casa, cuando vendimos Florida a Estados Unidos por unos cinco millones de dólares, y que nunca nos pagaron por cierto.

—Y, por supuesto, en la actualidad esta transacción no puede aparecer como una venta de cara a la opinión pública, porque sería una gran vergüenza nacional en Westminster. La justificación será siempre la descolonización de Gibraltar, algo que apoya la ONU. Se venderá la idea como un acto noble del Reino Unido a un aliado clave como España —prosiguió la ministra pensando en alto.

—La clave de todo esto entonces es de dónde puede sacar el dinero España, que apenas cuadra sus cuentas y que también está en crisis tras la pandemia. ¿El precio que se exige, seguro será de miles de millones no? —preguntó Gracia—. Pero ahora empiezo a entender cómo encajan algunas de las piezas que parecían estar desconectadas entre sí tras leer el informe de la CIA y nuestra visita a Bonaire. Pero me quedan muchísimas preguntas por responder.

—Así es, Gracia —comentó Badía—, la clave no está en el objetivo sino en “cómo” conseguirlo —dijo haciendo un signo de comillas con ambas manos en el aire—. Ahí entra en juego Manzanero y sus conexiones chavistas. Alguien tiene que pagar ese precio, o, dicho de otra manera, alguien tiene que financiarlo en nombre de España. Alguien tiene que invertir en la operación para hacerla rentable de alguna manera, porque Venezuela está claro que no iba a regalar dinero a España o a Inglaterra. Eso es obvio.

La tensión se podía cortar en el ambiente y todos estaban pendientes de las palabras del comandante Badía, mientras sus cerebros procesaban la información recibida y procesaban soluciones potenciales a las incógnitas que se iban presentando. El corazón de Gracia latía a un ritmo acelerado. Era la emoción de la inminencia, la antesala de la revelación, el momento anterior a conocer el resultado de un acertijo, y del que se vislumbraba ya su silueta con cada palabra.

—Como os imagináis, la sucesión de los hechos es fácil de entender. Pérez, incapaz de lograr financiación para esta operación, encarga a Manzanero llegar a un acuerdo secreto con Venezuela, para que el régimen chavista firme el cheque que logre el éxito de la operación, siempre a cambio de algo.

—Pero Venezuela no tiene dinero. El país con más reservas de petróleo del mundo está casi en quiebra, es un estado fallido en crisis permanente. ¿Cómo va a pagar, y qué saca Maduro a cambio? —preguntó Ricardo, más bien para centrar la conversación que por conocer las respuestas a sus preguntas.

—Correcto, para Venezuela esto solo tiene sentido si es una inversión rentable para ellos también. El Gobierno tiene que recibir algo a cambio.

—¿Y Manzanero, tu antigua jefa, es la que te contrata a ti para llevar a cabo las negociaciones me imagino? —preguntó la ministra.

—Afirmativo, Manuela. Manzanero, que está a sueldo del régimen venezolano, es la que plantea el tema a Maduro y sus secuaces, y la que diseña la operación enmascarada como ‘asesoría para la paz y la intermediación con la guerrilla colombiana y la oposición venezolana’. Yo soy solo el brazo ejecutor, el que lima las asperezas, o el que engrasa el sistema. Hago que las cosas ocurran. Soy un facilitador. Y, por lo que habéis visto tras el precedente de Gibraltar, soy totalmente prescindible.

Gracia se quedó pasmada. Acababa de aprender que un presidente del Gobierno español había encargado una operación ilegal a una expresidenta a sueldo de un régimen totalitario populista, de un narcoestado. Esa era la clave, el narcotráfico.

—Ahora lo entiendo, Badía, el informe de la CIA me está ayudando a atar estos cabos. PDVSA está vendiendo petróleo venezolano a una empresa residente en Gibraltar a precios ridículos, muy por debajo del mercado. Esa empresa compradora es de titularidad pública británica, por lo que el Estado inglés está recibiendo petróleo a precios subsidiados. Cada barco que llega a Gibraltar con petróleo es una parte del pago, puesto que el diferencial entre lo que le cuesta en el mercado real y por lo que lo que lo paga Inglaterra queda en manos de la empresa británica. Ese crudo es luego vendido en el mercado a precios normales. Ese enorme diferencial es una inyección de liquidez que luego se canaliza al tesoro inglés que lo utiliza para pagar los vencimientos de la deuda del tesoro de su majestad, evitando la temida quiebra. Estos regalos de oro negro venezolano no son nuevos, ya lo hizo el chavismo con los países populistas de su alrededor, empezando por Cuba, el Ecuador de Correa, la Bolivia de Evo Morales, la Nicaragua de Ortega. Solo que en esos casos se buscaba el rédito de la exportación de la revolución bolivariana y la influencia política sobre sus vecinos. Y en este caso, por lo que veo, no recibe nada —explicó Gracia—. ¿Me imagino que aquí entra en juego el dinero de la droga?

—Eres muy observadora, Gracia, si te dejo unos minutos más no hace falta que firme el documento de la CIA, hubieras llegado tú sola a la conclusión —exclamó Badía con una sonora y desagradable carcajada. 

—Positivo —dijo Ricardo viniéndose arriba—. Imagino que lo que gana Venezuela es abrir las fronteras de la Unión Europea al narcotráfico venezolano, sin ningún tipo de barreras y un compromiso de España y el Reino Unido de facilitarlo haciendo la vista gorda. En estos primeros barcos superpetroleros, imagino que el ochenta por ciento será petróleo, pero puedo adivinar que el otro veinte por ciento de la carga es cocaína que se desembarca en el puerto y de allí fluye vía España a toda Europa. Básicamente han comprado el acceso de los miles de millones de dólares del negocio de la coca procedente de Colombia, que entra en Venezuela con todas las fronteras abiertas, gracias al ejército y la policía venezolanas. La élite del ejército venezolano, junto con el círculo cercano a Maduro, compone el Cartel de los Soles. Ellos son los capos de la droga, y se van a forrar a costa de Europa y de la riqueza natural de su propio país, la cual expolian.

—Así es, Ricardo, yo mismo negocié los acuerdos con PDVSA y con el ejército venezolano. Lo que no supe prever es que la malnacida de Manzanero tenía pensado eliminarme para no dejar rastro.

—¿Y el Gobierno del Reino Unido está en el ajo? —preguntó incrédula la ministra—. Ellos han rubricado obviamente el arbitraje del petróleo, puesto que les beneficia y en sí mismo no es ilegal, pero me imagino que han tenido que garantizar la permeabilidad y permisividad de la entrada de la droga en la Unión Europea y en su propio país. Esto es absolutamente increíble… Ah, y una cosa más, Badía… ¿Sabes quién es en la actualidad el CEO del cartel? Esa información es clave para entender el grado de penetración de estos narcotraficantes en el sistema político español.

—No tengo ni idea, yo solo he negociado con gente de nivel alto dentro del Gobierno y el cartel, pero jamás tuve acceso a la dirección máxima. Eso estaba en manos de Manzanero. Pero estoy convencido de que debe de ser un militar de alto rango venezolano, no tiene sentido que sea otra persona —afirmó Badía con enorme convicción. 

Manuela se estaba dando cuenta de que, en la trama corrupta denominada Monkey Business, Agartha no tenía enfrente solo al presidente de la nación y a la mafia venezolana, sino que los servicios secretos ingleses eran también una parte importante de la transacción. De repente, le vino a la cabeza la imagen de su amiga Lilly Spider, jefa del MI6, y del primer ministro James Pierce. Todos ellos eran parte de esta miserable conspiración. La situación era mucho más complicada y peligrosa de lo que en un principio ella había asumido cuando decidió resolver este tema con Agartha. Quizá se les estaba yendo de las manos.

—Badía, eres un hijo de puta, pero a la vez eres un maestro. No te admiro porque me repugna tu falta de principios, pero el plan en sí no tiene desperdicio, está bordado. Pero la pieza que falta aquí, y que aún no nos has explicado, es cómo encaja en todo esto Ceuta y Melilla —terminó diciendo Ricardo.

Todos le miraron a la vez, faltaba esa pieza por cuadrar, pues no tenía sentido que España entregase las dos ciudades a Marruecos sin recibir nada a cambio.

—Queridos amigos, de eso sí que no tengo ni pajolera idea —dijo Badía lentamente.

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La historia narrada en la presente novela, junto con los nombres y personajes que aparecen en ella son ficticios, no teniendo intención ni finalidad de inferir identificación alguna con personas reales, vivas o fallecidas, ni con hechos acontecidos. Por lo tanto, tratándose de una obra de ficción, cualquier nombre, personaje, sitio, o hechos mencionados en la novela son producto de la imaginación del autor y no deben ser interpretados como reales. Cualquier similitud a situaciones, organizaciones, hechos, o personas vivas o muertas, pasadas, presentes o futuras es totalmente fruto de la coincidencia.

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