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Capítulo 28: Intimidad quebrada

THE OBJECTIVE publica en exclusiva y por entregas la nueva novela del escritor Álvaro del Castaño. Cada día, un nuevo capítulo de un thriller de acción electrizante que, a su vez, es un espejo que refleja la realidad que a menudo preferimos ignorar

Capítulo 28: Intimidad quebrada

Ilustración de Alejandra Svriz.

Llovía sobre un París que invitaba a la intimidad. Volaban las emociones como mariposas que acarician el estómago vacío de la anticipación del éxtasis. Era la emoción de la anticipación de la intimidad lo que provocaba el goce infinito de los aspirantes a amantes. Mientras, caían pequeñas gotitas románticas sobre los cristales del coche. Esa intimidad quebrada, la de un corazón solitario que por fin reposa sobre otro corazón a flor de piel, era la mayor de las traiciones. Y precisamente, esa era la felonía que Gracia y Ruiz iban a perpetrar.

Ruiz se encontraba muy incómodo esa noche. Tanto que se sentía físicamente mal. No había podido descansar bien en los últimos días, y la comida le había caído fatal. A medida que se acercaba la hora de la ejecución de la misión aumentaba su tensión arterial y transpiraba. Tenía almacenado un enorme sentimiento de culpa que le torturaba las entrañas. Tras decenas de años en los servicios de inteligencia, esta era la única vez en la que tenía grandes tentaciones de abandonar su misión. Pero su lealtad a España estaba por encima de todo. La única manera de conseguir el equilibrio mental que necesitaba para tirar hacia adelante era realizar una tímida confesión laica de sus pecados con quien pudiera escucharle y comprenderle con cariño. En este caso, Gracia, profundamente afectada por meses de persecuciones, estrés, sentimientos desmoronados, y tristezas, era la mejor intermediaria para limpiar su conciencia. La vileza que iba a cometer Ruiz esa noche era verdaderamente vomitiva.

—Ruiz, entiendo la enorme contradicción que albergas y te aseguro que comparto tu opinión. Yo misma enloquezco sabiendo que soy partícipe de esta mierda. La verdad, que es una estrategia más propia de un tipo como Badía. Él, que ha dedicado su vida a este tipo de chantajes, está en su salsa.

—En todo caso, quiero que sepas que yo no aspiraba a tener que utilizar esta situación en beneficio de los servicios de inteligencia. Yo me lo guardaba como un as en la manga para actuar en una verdadera situación límite con los marroquíes. Como, por ejemplo, si Marruecos planeara invadir militarmente Ceuta o Melilla, o las islas Canarias. En ese caso sí que pensaba utilizar esta situación a favor de España, porque sería la única manera de derrotar a nuestro vecino desde las sombras, y evitar un conflicto bélico, el derrame de sangre inocente y un enfrentamiento internacional entre oriente y occidente.

—Eres un gran agente de inteligencia, Paco. Eres fiel, valiente y nada egoísta. Estás sacrificando tus principios por tu patria. Realmente no tienes otra opción. Y gracias a las semillas que plantaste hace muchos años, parece que el plan está dando sus frutos.

—Pobre Saïd, tantos años de castidad y ejemplaridad, y le voy a devolver al maldito infierno, junto con el mismo hombre que le condenó la primera vez —dijo Ruiz lamentándose. 

—Ruiz, silencio, cámara y acción —dijo con un cierto grado de tensión en su voz Gracia al ver que en la pantalla de su iPad aparecían los dos protagonistas de la noche.

En ella, brillando en la oscuridad, aparecía la imagen extremadamente nítida de un lujoso y elegante apartamento. No parecía una suite de hotel, pues estaba totalmente personalizada con obras de arte de un gusto y sensibilidad excepcionales y había una gran cantidad de fotos personales de Saïd con sus amigos. Primero se vio entrar a Saïd, después, muy de cerca, el rey. Saïd tiraba de la mano del rey como si fueran jóvenes amantes nerviosos ante una primera vez. La calidad de la imagen era extraordinaria pese a que la suite estaba a media luz. Se podía observar cada detalle de los personajes y hasta escuchar cada respiración. 

Gracia miró a Ruiz con la emoción contenida. Habían pasado varias jornadas a la espera de que se produjese esta oportunidad, y probablemente, no tendrían muchas más ocasiones en las próximas semanas. Parecía casi imposible que el rey hubiese abandonado la seguridad de su palacete para ir a aquella suite. Los seres humanos, sobre todo los más privilegiados y protegidos, ansían cierto grado de libertad. El rey, gay desde su nacimiento, se vio obligado por las circunstancias de su cargo a renunciar a su propia identidad y a casarse para llevar una vida falsa, teniendo incluso que procrear unos hijos que no eran fruto del amor. Así que el más mínimo espacio de libertad era una victoria. 

La pareja de enamorados cruzó el salón en dirección a la habitación principal. Gracia activó la cámara número dos, instalada en esa habitación. La imagen mostró un plano fijo de una tierna escena de amor entre dos hombres que se amaban, uno regordete y otro estilizado. Desnudos no eran más que dos hombres marginados por sus propias historias que conseguían liberar sus espíritus cuando estaban juntos. Gracia entornó la pantalla, no quería romper la intimidad del momento de los dos amantes, ni quería ver los detalles de sus juegos sexuales. Pero la cámara estaba captando con una nitidez absoluta el encuentro amoroso, y su escena de pasión empezaba a formar parte de la memoria digital de un disco duro.

—Que Dios me perdone —se reprochó Ruiz con voz tenebrosa—. Gracia, mañana mismo ponemos en marcha la segunda fase del plan. Ahora vámonos a casa.

—Vámonos, Ruiz. Y, sobre todo, recuerda: al llegar a casa ten mucho cuidado de mantener a Badía ajeno a lo que ha ocurrido hoy, y recuerda que es de vital importancia que no sepa nada de los próximos pasos que tenemos planeados. Él piensa que estamos aún recabando información sobre un personaje que nos puede conducir a información relevante, nada más.

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La historia narrada en la presente novela, junto con los nombres y personajes que aparecen en ella son ficticios, no teniendo intención ni finalidad de inferir identificación alguna con personas reales, vivas o fallecidas, ni con hechos acontecidos. Por lo tanto, tratándose de una obra de ficción, cualquier nombre, personaje, sitio, o hechos mencionados en la novela son producto de la imaginación del autor y no deben ser interpretados como reales. Cualquier similitud a situaciones, organizaciones, hechos, o personas vivas o muertas, pasadas, presentes o futuras es totalmente fruto de la coincidencia.

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