THE OBJECTIVE
MONKEY BUSINESS

Capítulo 23: Moncloa

THE OBJECTIVE publica en exclusiva y por entregas la nueva novela del escritor Álvaro del Castaño. Cada día, un nuevo capítulo de un thriller de acción electrizante que, a su vez, es un espejo que refleja la realidad que a menudo preferimos ignorar

Capítulo 23: Moncloa

Ilustración de Alejandra Svriz.

El presidente Pérez estaba eufórico. Sentado en su oficina personal del Palacio de la Moncloa intercambiaba impresiones con su amiga, la expresidenta Manzanero. Le encantaba su despacho presidencial, lugar desde el que trabajaba con ahínco todos los días, y donde recibía a sus colaboradores más íntimos y hacía las videollamadas pertinentes. «El despacho hace al hombre», solía comentar a sus colaboradores. Sabía que, aunque este no tenía el impacto simbólico y mediático del despacho oval de la Casa Blanca, sí intimidaba al visitante y eso le daba una ventaja competitiva. Una videollamada desde el despacho del presidente, o una entrevista íntima en su interior, causaban impacto en la otra parte. «El despacho agiganta mi figura», se repetía a sí mismo en la intimidad. El espacio combinaba una decoración moderna con otra más clásica, como su gran mesa de madera que dominaba la estancia. Sus paredes en blanco hacían destacar el extraordinario óleo sobre lienzo del artista catalán Joan Miró, titulado ‘Paisaje’ y pintado en 1976. 

—Sancho, me encanta ver que sigues fiel a mis gustos artísticos, me alegra observar que ahí sigue colgado ‘Paisaje’, el cuadro que elegí para este despacho cuando entré en la Moncloa en mis primeros días como presidenta —dijo la expresidenta observando el cuadro de Miró.

—Por supuesto, Raquel, ya sabes que el cuadro me fascina tanto por su composición como por su estética. Además, tiene mucho de mensaje, pues el rojo simbólico del lienzo proyecta la fuerza del socialismo, y, personalmente, me transmite energía para seguir luchando por España todos los días —dijo solemnemente Pérez escuchando con agrado el tono de su propia voz.

Los dos amigos disfrutaban de la complicidad que les había unido desde hacía muchos años. Manzanero era la mentora en la sombra de Pérez. Se había convertido en su confidente, en la persona a la que el presidente recurría cuando necesitaba el consejo extraordinario de alguien experimentado y sin intereses manifiestos en el día a día de la Moncloa. Sin embargo, al gabinete del presidente al completo le molestaba la constante presencia y las continuas injerencias de la expresidenta, y la clarísima influencia que ejercía sobre su pupilo. Desde hacía meses, las reuniones entre ambos eran a puerta cerrada y casi ningún otro testigo estaba presente de estas interacciones. El aislamiento del presidente preocupaba a todos sus colaboradores monclovitas. Pero la realidad es que ambos llevaban meses preparando el gran plan para lograr el afamado acuerdo tripartito y no podían hacer partícipe a nadie más. El nombre en clave del plan era Monkey Business, una ocurrencia de la mismísima Manzanero, en clara referencia a los famosos monos de Gibraltar, los macacos de Berbería, curiosamente los únicos primates que pueden encontrarse en la actualidad en libertad en Europa, y a la leyenda que los acompaña: cuando desaparezca el último mono de Gibraltar, los británicos tendrán que abandonar la Roca y el territorio volverá a manos españolas. Manzanero sabía perfectamente la importancia de esta tradición popular, tan relevante para los británicos, que incluso durante la Segunda Guerra Mundial, cuando se temía una posible invasión hispanogermana de Gibraltar, el propio primer ministro británico Winston Churchill ordenó traer varias docenas de ejemplares del norte de África para asegurar su exigua población. Todo menos que desaparecieran los monos de la Roca.

La clave para el éxito absoluto del acuerdo residía en los tejemanejes de Manzanero y en sus contactos con el Gobierno de Venezuela y con los líderes del peligroso Cartel de los Soles. El cartel controlaba el tráfico de drogas desde Colombia y que, a través de la permeabilidad de las fronteras con Venezuela, era luego exportado desde allí al resto del mundo sin encontrar ningún obstáculo. Es más, a su paso por suelo venezolano solo encontraba facilidades por parte de las fuerzas de seguridad del Estado bolivariano.

—Sancho, quiero felicitarte sinceramente por tu valentía. Ya eres consciente de que pasarás a la historia, no solo por el presidente que exhumó al dictador Francisco Franco del Valle de los Caídos, sino también como aquel que reunificó España y sus territorios peninsulares. Con gran visión estratégica de hombre de estado, creo que divisaste una oportunidad única para conseguirlo. Se producía una singularidad, algo verdaderamente único en la historia y que aprovechaste con decisión y valentía. Con el Reino Unido a punto de entrar en bancarrota, viste que tenías una oportunidad, una palanca que podía conducir a un acuerdo. Viste claramente que no quedaba otra alternativa que ofrecerle un acuerdo económico que salvase de la quiebra a los británicos, entregando Gibraltar a cambio. Para ellos explicarlo a sus votantes no sería muy complicado, porque ya entregaron Hong Kong a los chinos. Por cierto, esa cesión ha sido un desastre total para la población local que está ahora en manos de la dictadura del partido comunista chino. En este caso, el Gobierno inglés puede ampararse en el razonamiento de que haciendo entrega de la soberanía de Gibraltar no hacen más que cumplir las directrices de las Naciones Unidas con relación a la descolonización del Peñón. ¡Enhorabuena, Sancho, estoy muy orgullosa de ti!

Pérez no cabía más de la emoción, viendo que su maestra le dedicaba elogios de tal calibre. Las palabras de Manzanero le llegaron al corazón y no era capaz de articular palabra.

—Quiero avanzarte además —prosiguió Manzanero con cierto boato—, que estoy realizando las gestiones necesarias para que te concedan el Nobel de la Paz. He convencido a muchos dignatarios importantes y a varios miembros afines del Comité Nobel Noruego —que es responsable de la selección de candidatos y la elección de los laureados del Premio Nobel de la Paz— para que te apoyen. Como sabes, el comité está integrado por cinco miembros designados por el parlamento noruego, y varios de ellos son amigos y están en deuda conmigo. También estoy en contacto con el Gobierno sueco y te confirmo que ya estás en la lista de candidatos. Ahora, hay que apoyar estas gestiones con otras más directas para aumentar tus posibilidades de ser elegido. Te propongo realizar una gran campaña de relaciones públicas global incidiendo en tu mensaje descolonizador. Sería también muy oportuno que hicieras una gran gira por Hispanoamérica, aprovechando el poder que ostentan amigos de la izquierda, para llevar a cabo actos de desagravio público a los pueblos indígenas de la región. Hay que pedir perdón públicamente por la barbarie de la Conquista, aunque en realidad tú y yo sabemos que esto es una enorme estupidez. Esto además te mantendrá en las portadas de todos los periódicos del mundo. Desde el punto de vista ideológico, además, esta política es muy woke y muy de izquierdas en la actualidad. Estoy convencido de que te aupará a los primeros puestos de líderes mejor valorados del mundo. Eso tendrá mucha repercusión pública en África y en Asia, las otras áreas del mundo colonizadas por los europeos, y te distinguirá como líder de los países en vías de desarrollo: moderno, valeroso, sincero. Sancho, tú puedes ser el Obama blanco —explicó sin ningún tipo de vergüenza la expresidenta.

—Gracias, Raquel, ya me veo yendo a recoger mi premio a Oslo. La verdad es que sería un honor para España tenerme entre los ganadores. Eso me permitiría luego retirarme y forrarme en el circuito internacional de conferenciantes. Pero no vendamos la piel del oso antes de cazarlo, querida amiga. Volviendo al tema del acuerdo quiero reconocer tus aportaciones. Porque sin tu apoyo, sin el plan que diseñaste para lograr la financiación venezolana, sin tu visión táctica, esto nunca hubiera ocurrido. Lo del Nobel no quiero ni pensarlo aún —al presidente se le dibujó una enorme sonrisa de inmodestia en la cara.

—Ahora solo te queda organizar un extraordinario y espectacular acto de firma del acuerdo en Gibraltar, querido Sancho. Déjame que te sugiera que el acontecimiento sea retransmitido por todas las cadenas de televisión del mundo en directo, y que cuente con la presencia de miles de periodistas. Ya tienes que poner al Ministerio de Asuntos Exteriores a trabajar en los detalles. Debería acudir el rey Carlos III, el rey Felipe VI, el primer ministro británico y, cómo no, mi homólogo marroquí. Pero la clave de todo es que el espectáculo gire en torno a la devolución de Gibraltar y, por supuesto, en torno a tu persona. Imagínate por un momento cómo brillarás por encima de todos los reyes y jefes de gobierno allí congregados. Tu fuerza mediática les centrifugará y tú absorberás su energía. Por otro lado, en la ceremonia se deberían hacer pocas referencias a las ciudades autónomas, más allá de la firma en sí y el mensaje institucional. Esto ya lo acordaremos con Marruecos. El hito deberá ser la bajada de la Union Jack y la izada de la bandera española. Imagínate si en esos precisos instantes tres aviones de la armada surcan los cielos del mar de Alborán dejando tras de sí una estela con la bandera europea, porque utilizar la española sería un poco facha, ¿no crees? Luego habrá un concierto extraordinario conjunto de las orquestas sinfónicas de España y Reino Unido, un tema muy cultureta que habrá que cuidar para proyectar una imagen progre. Recuerda que el despliegue que realices ese día pasará a la historia y se quedará impreso en la retina de todos los espectadores. No hay que escatimar en gastos.

—Y, por supuesto —interrumpió Pérez—, me catapultará de nuevo a la Moncloa, inutilizando a la oposición. De aquí a las elecciones solo se va a hablar de este éxito y de mí. Ya nos encargaremos nosotros de ir planeando acontecimientos en torno al tema de Gibraltar de manera paulatina: incluso permitiré al rey de España salir de la Zarzuela y visitar La Roca en otra ocasión tras la ceremonia, porque lo hará conmigo, guiado por el presidente que logró el hito de la devolución. Su visita me favorecerá, yo seré el estadista y ejerceré mi papel con maestría.

—La foto de esa noche con la proyección de la bandera de España sobre la roca del Peñón será mítica y se hará viral en las redes —dijo Manzanero mostrando una medio sonrisa intrigante.

—Será muy emocionante, Raquel. Y no te preocupes, que tú estarás a mi lado. Tú también tendrás tu sitio en esta historia.

—Gracias, presidente Sancho. Pero antes de celebrarlo hay que asegurarse de que todo está atado y bien atado. Para garantizar el éxito total de este tratado tripartito solo nos queda neutralizar los dos flecos que quedan pendientes. Tienen detrás a los servicios secretos británicos, españoles, venezolanos y marroquíes. Es solo cuestión de tiempo.

—La fruta madura no tardará en caer, amigo mío. Ya nos hemos quitado de en medio a la gitana, que tenía mucho peligro. Solo nos queda atrapar a los otros ratones.

—Y además, Marruecos está cumpliendo con sus todos sus compromisos tal y como acordamos, y la baza que nos ha dado el Rey ha sido fundamental.

—Así es, Raquel. Pero lo más importante es asegurarse de que en Rabat el tema es absolutamente confidencial, y que no va a trascender jamás el fondo de esta situación. Tienes que ocuparte de no dejar esos cabos sueltos.

—No te preocupes, en Marruecos solo están al tanto del tema el mismísimo Rey Gamal Abdel I, su jefe de los servicios de inteligencia y el pequeño equipo que ha trabajado sobre este dosier. Ni su ministro de Exteriores, ni el jefe de su Gobierno conocen todos los mimbres de esta situación. Además, allí en Rabat si te mueves desapareces de la foto, y acabas en una fosa. Y las élites en general piensan que la devolución de las ciudades ha sido un acto espontáneo de generosidad y de visión de estado del Gobierno de España en respuesta a la descolonización de Gibraltar. Y, por supuesto, todos alaban tu particular visión de las relaciones con el reino alauí. Descuida que nunca nadie sabrá por qué Marruecos ha conseguido la devolución. Lo tengo atado y bien atado —comentó Manzanero con una perversa mueca, haciendo referencia a la mítica frase del general Franco en su discurso de navidad de 1969 en alusión a la designación de don Juan Carlos de Borbón como su sucesor.

—Correcto, Manzanero. Pese a todo, yo estoy contento y tranquilo por quitarnos de encima el problema de África, de las ciudades y los ‘perejiles’ de turno. A partir de ahora, ya no tenemos que lidiar con Marruecos con tanto cuidado.

—¡Ojo, Sancho, ya sabes cómo son estos beréberes… hasta que se pongan a pedir la devolución de las islas Canarias, que seguro será su próximo paso! Recuerda que estos son igualitos que tus socios independentistas de Gobierno, que piden hasta la extenuación y cuanto más les das, más los retroalimentas y más exigen a cambio… No hay quien los sacie.

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La historia narrada en la presente novela, junto con los nombres y personajes que aparecen en ella son ficticios, no teniendo intención ni finalidad de inferir identificación alguna con personas reales, vivas o fallecidas, ni con hechos acontecidos. Por lo tanto, tratándose de una obra de ficción, cualquier nombre, personaje, sitio, o hechos mencionados en la novela son producto de la imaginación del autor y no deben ser interpretados como reales. Cualquier similitud a situaciones, organizaciones, hechos, o personas vivas o muertas, pasadas, presentes o futuras es totalmente fruto de la coincidencia.

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