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La misteriosa muerte de una actriz del destape

La película ‘La última noche de Sandra M’, de Borja de la Vega, reconstruye las horas previas a su trágico final

La misteriosa muerte de una actriz del destape

Escena de la película. | Paciencia y Baraja

La noche del 14 de septiembre de 1977 Sandra Mozarowsky cayó desde el balcón de su casa, un segundo piso de la calle Álvarez de Banea de Madrid. Quedó en coma y murió en el hospital días después. Tenía solo 18 años y en la autopsia se descubrió que estaba embarazada de cuatro meses. En la época, el suceso tuvo un cierto eco, porque era actriz. En su corta carrera había intervenido, en papeles casi siempre secundarios, en un montón de películas de destape (y en algunas de otro género entonces en boga, el llamado fantaterror, que también solía incluir desnudos). Pero había algo más: dudas y sospechas que dieron pie a rumores que han llegado hasta nuestros días. ¿Fue un accidente, un suicido… o acaso un asesinato? ¿Alguien pudo tirarla por el balcón? Los rumores apuntaban a que había tenido una aventura amorosa con alguien muy importante y muy dado a los líos de faldas -¿ya intuyen por dónde van los tiros?- y que el hijo que esperaba era fruto de esa relación. Si no abortaba, se podía generar un problema de Estado, porque, en efecto, el supuesto amante era el emérito. 

Ahora, La última noche de Sandra M. de Borja de la Vega, con Claudia Traisac como protagonista, reconstruye las horas previas a esa misteriosa muerte y juega con la hipótesis del crimen. Evita ser muy explícita -se habla siempre de «el importante», nunca se le menciona por su nombre-, pero da pistas más que suficientes para que nadie puede albergar dudas sobre de quién se está hablando. Por aquello de curarse en salud y evitar posibles demandas, una nota inicial advierte de que lo que se va a ver es una reconstrucción ficticia. 

Cartel promocional de la pleícula

No es la primera vez que se rescata la figura de Sandra Mozarowsky y su truculento final. La escritora Clara Usón la evocó en la novela El asesino tímido, y también aparece en la serie Cristo y Rey, sobre otra estrella del destape que en este caso sí está más que probado que tuvo relaciones con el emérito, que derivaron en un problema de Estado y obligaron a la intervención de los servicios secretos. 

Encasillada

Mozarowsky fue una de las muchas actrices jóvenes que, en los años de la Transición, se vieron atrapadas en el fenómeno del destape. Supuestamente en nombre de las nuevas libertades se les pedía -casi nunca por verdaderas exigencias del guion, sino en escenas de puro pegote- que se desnudasen en pantalla. Esto después condicionó sus carreras, porque quedaron encasilladas y no se las tomaban en serio. En su caso -y la película insiste mucho en esto-, ella siempre recalcaba en las entrevistas su empeño en convertirse en una buena intérprete y no ser un mero pedazo de carne exhibida. Cuando falleció, estaba a punto de marcharse a Londres, donde pretendía hacer un curso de interpretación y distanciarse del tipo de cine que le ofrecían, aunque el asunto del embarazo que pronto sería muy difícil ocultar también debió de pesar en esta decisión de desaparecer durante algún tiempo. 

El legado cinematográfico que dejó fue prolífico -una veintena de películas en apenas cinco años-, pero de escasa calidad. Había debutado en 1969 con solo 11 años en El otro árbol de Guernica de Pedro Lazaga. Después continuó sus estudios y se reincorporó al cine con 14 años. Entre los títulos que rodó en el lustro antes de su desaparición -con varios desnudos filmados cuando era todavía menor de edad- destacan un par de obras apreciadas por los amantes del fantaterror: El mariscal del infierno, dirigida por Leon Klimovsky, con Jacinto Molina (Paul Naschy para los fans) y La noche de las gaviotas, del gallego Armando de Ossorio, célebre por sus cintas de templarios resucitados. En el terreno del cine de cualité, participó en Beatriz de Gonzalo Suárez, pero el resto de su filmografía son subproductos típicos de aquel entonces como Cuando el cuerno suena, con Alfredo Landa; Call Girl: la vida privada de una señorita bien de Eugenio Martín, en la que compartió cartel con Barbara Rey; Hasta que el matrimonio nos separe, de Lazaga, con José Sacristán, e incluso Tren especial para Hitler, pieza de la llamada naziexploitation rodada en España por el pornógrafo francés Alain Payet. Sin embargo, lo que más fama le dio fue su aparición en un par de capítulos de Curro Jiménez.

Escena de la película

Las últimas horas

En La última noche de Sandra M. hay una escena que reconstruye uno de esos rodajes con destape. Es un flashback y el único momento en que se abandona el piso en el que se desarrolla toda la película, durante las horas previas a la muerte de la protagonista. Este planteamiento con un único escenario y muy pocos actores lo desarrolla con inteligencia Borja de la Vega, que sabe exprimir todos los recursos a su alcance para construir al personaje. Sandra habla con su madre y con una amiga actriz, y recibe a un redactor y un fotógrafo de la revista Semana (la última entrevista que concedió fue a este semanario del cuore y la fotografiaron en la terraza desde la que poco después se precipitó al vacío, según la rocambolesca hipótesis oficial, mientras regaba las plantas). También conversa con un mensajero que trae un paquete y resulta ser un admirador; graba sus reflexiones en un casete; recibe una llamada de «el importante» y pulsan el timbre de su puerta un par de desconocidos enviados por ese amante para hacerla entrar en razón. ¿Se trata de un retrato fidedigno de Sandra Mozarowsky? No lo sé, sobre ella circularon otros rumores de los que en la cinta no hay mención alguna, como que también se dedicaba a la prostitución de alto copete.

El peligro era que la película se limitase a elucubrar sobre los aspectos morbosos que rodearon su fallecimiento, pero lo cierto es que consigue insuflar vida al personaje: una chica muy joven que se siente prisionera en un tipo de papeles muy limitados y repetitivos y que, por otro lado, está desbordada por una situación que la somete a una presión insoportable. Tal vez se podría haber trabajado más a fondo y con más sutileza su progresivo deterioro mental (que da pie a una escena pesadillesca un poco precipitada), pero el resultado es, en su conjunto, interesante.

Escena de la película

La última noche de Sandra M. reivindica a esas actrices que quedaron atrapadas en el destape, todo un fenómeno sociológico de la España de la Transición, que muy igualitario no era, porque a ellas se les pedían desnudos integrales y ellos como mucho enseñaban un trocito de trasero. 

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