¿Por qué no reírse con la música clásica?
La compañía Yllana vuelve a Madrid con ‘Maestrissimo’, un espectáculo que combina un cuarteto de cuerda y el humor
Jorge pega unas piñatas gordas como paneras de un restaurante de camioneros. Sus nudillos son lo más parecido a un bocata de martillitos ensamblados. Si te atiza en el hígado, lo convierte en foie gras. Esta presentación no sería tan llamativa si habláramos de un camorrista, un portero de discoteca o un usurero. Encima búlgaro, para más inri. Por alguna razón, compartir nacionalidad con Todor Zhivkov te perfuma de un aura imponente. Pero Jorge Fournadjiev sólo es un arma de hueso duro que se sube a cuadriláteros amateur en sus ratos libres. El resto del tiempo, lo suyo es pegarle al violonchelo…
No han leído mal, no. Las mismas manos capaces de hacer gravilla a puñetazos han venido al planeta para mantener vivo el instrumento de Rostropóvich e interpretar a Joseph Haydn o Beethoven. Y, ¿dónde pone en marcha esto Fournadjiev? La mayoría dará por sentado que es una filarmónica la que acoge las polivalentes falanges de este hombre, pero se equivocan. Hay violonchelos lejos de las orquestas. Por haber, hay violonchelos hasta en las compañías de teatro. Y es ahí, en la compañía Yllana, donde las manos de este talentoso búlgaro se juntan con las de sus -igualmente dotados- compañeros Eduardo Ortega, Isaac M. Pulet y Jorge Guillén; tres violines que completan el espectáculo Maestrissimo, disponible en el Teatro Infanta Isabel de Madrid.
A bote pronto, si uno dice que va a ver a un cuarteto de cuerda en un teatro, se presupone que será, como mínimo, serio. Un acontecimiento galardonado por la rigidez en la silla, un silencio sepulcral y esa pomposa altividad del género musical -mal llamado- clásico. Maestrissimo no juega esa carta. Al contrario. Seriedad poca y silencio el mínimo. Las constantes carcajadas que emanan del público durante la obra mutilan el mutis parroquial, convirtiendo el espectáculo en un chancero encuentro que por divertido no deja de ser excelente en lo musical. Esto no es un rollo circense con cuatro payasos soplando un kazoo. Los músicos antes citados son todos la creme de la creme, y no se privan de demostrarlo.
La dirección artística del espectáculo corre a cargo de Juan Ramos y David Ottone, quienes ponen en el asador los ingredientes propios de la compañía; comedia e historia, además de la jugosísima carne musical. Esta receta ya ha cosechado en el pasado resultados más que prometedores. Basta con decir que el anterior espectáculo, PaGAGnini (producido por Ara Malikian), estuvo más de una década dando vueltas por el mundo. Maestrissimo tampoco es nuevo, ya son cuatro las velas que sopla esta historia de un aspirante al título de maestrissimo que, junto con sus camaradas, intentará componer una obra cumbre, digna de contentar al rey.
De Vivaldi a Led Zeppelin
En el camino a semejante proeza, los cuatro músicos se darán de bruces con dificultades creativas que irán resolviendo, brindándole al público interpretaciones de Vivaldi, Sarasate, Paganini, Mozart o Bach. Algunas llegarán a buen puerto, otras, serán el motivo de una disputa que pondrá a pelear, a hacer un duelo de violines, vamos, a dos de los músicos. Pero no sólo son los maestros del pasado, los virtuosistas del violín románticos o barrocos son revividos a través del canto de los instrumentos, también se cuelan The Police, The Beatles y hasta Led Zeppelin, por no hablar de un denso y maravilloso homenaje a Metallica por parte de Fournadjiev, recordando un poco a los mágicos Apocalyptica.
Y cuidado para quien se descuelgue por el espectáculo, no es una actividad pasiva para el público Maestrissimo. Las palmas, los berridos, incluso los besos (sí, sí, los besos) son cosas a las que han de prestarse los curiosos por esta historia de ambición, tan marcada por el talento de sus músicos como por sus habilidades cómicas centradas en las onomatopeyas y la gestualidad. Críos, yayos, mediana edad, adolescentes granujientos, poco importa, Maestrissimo es plato de buen gusto para todos. Una experiencia cachonda y enérgica de disfrutar de los clásicos europeos más primigenios, tanto como otra forma de conocer los clásicos más recientes.