La ejecución del Conde Ciano
Hace justo 80 años Mussolini fusiló por traidor a su yerno, el Conde Ciano, el personaje más poderoso del fascismo
La historia del Conde Ciano es como una ópera trágica italiana, un destino funesto maneja las pasiones de la ambición, la soberbia, el poder, el amor, el odio, la envidia y la venganza. Ese designio inevitable llevó a Galeazzo Ciano al fascismo, lo tenía en los genes y fue el caldo en el que creció desde su adolescencia. Su padre, el almirante Constanzo Ciano, héroe de guerra, era amigo personal de Benito Mussolini, fue su colaborador en la creación del movimiento fascista, participó en la Marcha sobre Roma, la farsa de golpe de Estado que le dio el poder a Mussolini (véase La Marcha sobre Roma, en THE OBJECTIVE) y el Duce le nombró su sucesor en 1926.
El propio Galeazzo, con sólo 19 años, se puso la pistola al cinto y se incorporó a la Marcha sobre Roma. Sin embargo, siendo fascista hasta la médula, Galeazzo Ciano no tenía nada que ver con sus compañeros, aquellos 30.000 escuadristas que marcharon sobre la capital cuando las fuerzas vivas de Italia, encabezadas por el Rey y el Papa, ya habían decidido entregar el poder a Mussolini. Esos primeros fascistas -luego hubo millones- eran un partido de la porra compuesto por desarraigados sociales, excombatientes desasistidos, obreros en paro, gente de clase media arruinada por la dura situación económica de la posguerra, y un puñado de artistas extravagantes, la vanguardia futurista, que diseñaron la estética del nuevo régimen.
Galeazzo en cambio era noble, pues su padre fue premiado por Víctor Manuel III con el título de conde de Cortellazzo e Buccari, una de sus victorias navales. Era rico y era educado, se licenció en Derecho en la Universidad de Roma y, tras un breve escarceo en el periodismo, ingresó enseguida en el Cuerpo Diplomático, una élite social. Además era muy atractivo, elegantísimo y con una belleza viril al gusto de la época que, curiosamente, le hacía parecido a José Antonio Primo de Rivera, fundador de la Falange, el fascismo español.
Por si no bastara con todos estos privilegios sociales, aprovechando la amistad de su familia con los Mussolini Galeazzo Ciano enamoró a la hija mayor del Duce, Edda, y se casó con ella, lo que le llevaría a convertirse en el personaje más poderoso del fascismo después de su suegro. Mussolini lo nombró ministro de Propaganda en 1935 -el ministro más joven de Europa- y le encomendó nada menos que Asuntos Exteriores en 1936. Añádase a ello que, aprovechándose de su posición, se enriqueció sin complejos, y que le gustaba hacer ostentación de su riqueza y sus privilegios.
En resumen, el Conde Ciano era visto como un señorito aprovechado, alguien que no tenía nada que ver con la plebe que había hecho de Mussolini un dios, ni con las clases medias católicas que consideraban al Duce su salvador. En cuanto a los dirigentes del nuevo régimen, lo envidiaban, viendo en él un competidor desleal que les arrebataba los cargos y prebendas que ellos ambicionaban. Ciano era odiado por toda la Italia fascista, algo parecido a la inquina que los franquistas sentían por Serrano Suñer, el ‘cuñadísimo’ de Franco.
Un manejador de la escena internacional
Saliendo del marco de la política nacional y sus miserias, el Conde Ciano llegó a ser una personalidad de peso en la escena internacional. Italia no era una gran potencia, pero sí una potencia de segundo rango, con un Imperio en África y una importante marina de guerra, por lo que como titular de Exteriores Ciano tenía una innegable capacidad de influencia en Europa. Era un imperialista decidido que en 1935 dejó sus cargos para irse a luchar en la Guerra de Abisinia como piloto de combate. Luego presumía: «Yo he bombardeado Adis Abeba, Madrid y Atenas», lo que era mentira, aunque sí es cierto que fue Ciano quien convenció a Mussolini de enviar un numeroso ejército fascista para ayudar a Franco en la Guerra Civil.
Sin embargo en 1938 se convirtió en ‘el hombre de la paz’, porque impidió, o mejor dicho, retrasó por un año la II Guerra Mundial, ya que fue el artífice de los Acuerdos de Munich entre Alemania, Inglaterra y Francia. También fue Ciano quien diseñó la alianza de Italia con Alemania y Japón, lo que se llamó ‘el eje’. Pero cuando Hitler inició la guerra invadiendo Polonia y le pidió a Mussolini que se uniera a la campaña desde el primer momento, Ciano se opuso y frustró la alianza.
Fue esa actuación la que determinaría su fusilamiento cinco años después. Hitler estaba furioso porque Ciano desbaratase sus planes, pero el Conde Ciano sabía que Italia no estaba preparada para la guerra, que era una potencia con los pies de barro, capaz de conquistar un país africano o de contribuir substancialmente a la victoria franquista en España, pero no de enfrentarse militarmente a Inglaterra y Francia.
Por desgracia para Italia, Ciano sólo pudo frenar a Mussolini durante un año, y en junio de 1940 el Duce le declaró la guerra a los aliados. Desde el primer momento las fuerzas italianas comenzaron a cosechar fracasos y el Imperio africano fue conquistado casi completamente por los ingleses. A partir de 1942 Ciano comenzó a maniobrar para poner freno a la política suicida de Mussolini, manteniendo contactos con generales monárquicos que, amparados por el Rey, querían firmar una paz con los Aliados y abandonar a Alemania a su suerte. Cuando el Duce se dio cuenta lo echó del Ministerio de Exteriores, aunque para cubrir las apariencias fue nombrado embajador de Italia ante la Santa Sede.
Ciano conservó no obstante su puesto en el Gran Consejo Fascista, la máxima instancia del régimen italiano, que decidió tomar el timón de la situación tras el desembarco anglo-americano en Sicilia en julio de 1943. Italia estaba invadida, la derrota de Alemania tras la catástrofe de Stalingrado era sólo cuestión de tiempo, y en Italia se produjo un fenómeno único en la Historia. Todo un país que era fascista, que había vivido muy conformado bajo el fascismo durante veinte años, de la noche a la mañana, al ver llegar a los Aliados, se descubrió antifascista. Y esto abarcaba desde Víctor Manuel III hasta las masas populares, desde el mundo intelectual y artístico al Gran Consejo Fascista, incluido el yerno de Mussolini.
En la noche del 24 al 25 de julio de 1943 el Gran Consejo Fascista votó la retirada de poderes al Duce, y al día siguiente el Rey mandó detenerlo y lo envió a prisión, nombrando un gobierno militar presidido por el general Badoglio. Pero «Roma no paga a traidores», y el Rey y Badoglio, que tenían que demostrar su antifascismo para que se olvidase su pasada colaboración con Mussolini, empezaron a perseguir a los capitostes fascistas, incluidos los que habían votado la destitución del Duce.
Ciano intentó huir con su familia a España, donde esperaba ser recibido con gratitud por Franco, y consiguió que lo sacara de Italia un avión alemán, pero a mitad de vuelo el avión cambió de rumbo y los llevó a Alemania. Para Hitler había llegado el momento de la venganza contra Ciano. Mussolini había sido liberado de su prisión en una operación de película capitaneada por Otto Skorzeny -que luego se refugiaría en España- y con los fascistas recalcitrantes fundo un estado fantasma, la República Social Italiana, en el territorio que aún controlaban los alemanes.
Hitler entregó a Ciano a la República Social, que montó una farsa de proceso en Verona con Ciano y otros cinco ‘traidores’. La sentencia de muerte estaba asegurada de antemano, la única oportunidad para Ciano era obtener la clemencia de su suegro. Edda, que seguía enamorada de su marido, luchó con uñas y dientes para salvarlo. Negoció con la Gestapo la fuga de su marido a cambio de sus diarios, que Himler quería conseguir a toda costa, pero el cambalache fracasó. Paralelamente presionó, suplicó y amenazó a su padre y a su madre, pero fue inútil, el Duce no dictó el indulto. Existen varias hipótesis, que Mussolini quería castigar a su yerno, que no se atrevió a indultarlo por miedo a que Hitler lo considerase blando, que lo intentó pero Hitler no le dejó. Como tanto Hitler como Mussolini murieron enseguida, nunca sabremos la verdad.
Lo cierto es que en el último acto de esta ópera se consumó la tragedia. Al amanecer del 11 de enero de 1944, hace ahora 80 años, el Conde Ciano y otros cuatro miembros del Consejo Nacional Fascista fueron llevados al campo de tiro del Fuerte de San Prócolo y atados a unas sillas de espaldas al pelotón de fusilamiento. En un último gesto de gallardía, Ciano volvió la cabeza para mirar cara a cara a sus verdugos… como un héroe de ópera trágica.