Camila Sosa Villada domestica la escritura a través del caos
Conversamos con ella a propósito de su nueva novela ‘Tesis sobre una domesticación’
Desde su ciudad natal en Córdoba, Argentina, Camila Sosa Villada (Córdoba, 1982) responde las preguntas de los medios a propósito de su nueva novela, recién salida de imprenta, Tesis sobre una domesticación (Tusquets, 2024). En esta nueva narración, explora la trampa sentimental en la que cae una famosa actriz travesti al querer protagonizar una nueva versión de La voz humana de Jean Cocteau. La actriz, que ha construido una familia aparentemente ejemplar, se enfrenta a la domesticación y la percepción del peligro.
Para Sosa Villada, quien también es actriz y se licenció en Teatro en Argentina, la figura de las actrices le generan curiosidad y le provocan investigar, ya que «las actrices son mas accesibles para una criatura que vive en medio de la montaña como yo, más que las escritoras o las músicas. Las actrices son parte de mi educación sentimental» afirma.
La protagonista de Tesis sobre una domesticación no se ha dado cuenta que esa construcción de familia y éxito, quizás no es lo que quiere, «que habita un mundo donde está domesticada». Para hacerse entender la escritora recurre a un ejemplo de ciencia ficción, Blade Runner, en donde «los replicantes entienden que están explotados y deciden revolucionar, a mi me pasó un poco lo mismo, cuando me di cuenta del tipo de daño que me habían hecho por ser quien era, por ser travesti, al ser invitada como actriz y no protagonista».
Camila Sosa Villada, reconocida escritora, premio Sor Juana Inés de la Cruz 2020 y mujer trans de 41 años, rechaza la nomenclatura ‘trans’ ya que el término ‘travesti’ tiene connotaciones distintas en Latinoamérica. Señala que en Latinoamérica siempre se ha utilizado el término ‘travesti’, mientras que el término ‘trans’ fue decidido en Europa, «quizás fue Paul Preciado quien lo dijo», afirma bromeando. Para ella, la palabra travesti se remonta «antes que llegaran los españoles a estas tierras», cuando la habitaban los mapuches, incas y mayas. «Nosotras siempre fuimos travestis, todas éramos catalogadas como travestis, en Latinoamérica se empiezan a replicar en la noche, en la pobreza, en los cuerpos, en el semen, en los crímenes o en el rechazo. Travesti es una palabra mucho más literaria que decir mujeres trans que parece nacida de un repollo, por eso me reivindico como trasvesti».
El matrimonio y cuidados como forma de domesticación
La autora confiesa que este personaje es el más parecido a ella: «soy yo mirándome al espejo y amándome, con mi miedo a formar una familia, a enamorarme, con mi miedo a ser domesticada y como una advertencia a estar bañada en sangre por no hacerle frente a quienes están esclavizando». Además, revela que que las relaciones deben contener experiencias que valgan la pena vivir y escribir, «la domesticación es asfixia y yo fui domesticada por la pobreza y acorralada por la riqueza».
En la novela, un matrimonio de nuevas identidades sexuales, el de la actriz junto a un abogado, tienen un hijo adoptado. Entre tanto afán por normalización por parte del personaje de la actriz, la domesticación deviene también en la maternidad. Para la escritora argentina “los cuidados son un deber, entre las personas que deciden tener hijos y deben ser compartidos”, y nos confirma que «poner los cuidados como cuestiones de amor, es un peligro enorme, porque siempre recaen en las feminidades cuando son puro trabajo». A su vez, cree que los travestis -esa familia elegida en Las Malas– en comunidad no son una familia y le da tristeza y que no existan relatos sobre estas formas de vínculos, pero entiende que «es un trabajo crear vínculos nuevos y refundar vínculos es agotador y no siempre funciona».
«Se paga muy caro ser rebelde en el amor»
En estos relatos la no domesticación es una rebeldía sentimental que siempre es difícil. «Se paga muy caro ser rebelde en el amor, sabiendo que eso te puede conducir incluso hasta la cárcel. Las personas van a hacia una institución con la que crecieron, que pudo haber sido ser cruel o no con ellos, pero es la que tienen a mano y con la que se sienten seguros», ya que, además, no existe la posibilidad de ese otro relato, ya que «se silencia la posibilidad de no tener hijos, siempre hay que tener hijos, nunca está la posibilidad de que una mujer o un hombre renuncie a tener hijos». Para Sosa Villada esta rebeldía cuesta soledad, aparcamiento, e incluso, dolor, por lo que aboga por relatos como los escritos por Gabriela Wiener en sus libros o el que se narra la serie La Mesías.
Otra forma de domesticación a los escritores, relata Sosa Villada, es la diversidad y la inclusión de personajes de nuevas identidades sexuales o minorías. La escritora confirma que en las grandes plataformas de streaming, en el cine o las editoriales piden agregar estos perfiles a los relatos, pero para ella eso desvela una «falta de creatividad en un libro» y le daba escozor escribir perfiles que no tuviesen historias interesantes y que estuvieran ahí por estar.
Milei y los apoyos en el colectivo LGTBI
Al abordar la irrefrenable pregunta sobre el ascenso de Milei al poder y su impacto en la comunidad LGTBI, la escritora muestra preocupación por las nuevas medidas del presidente argentino, además, le sorprende que algunas personas de colectivo apoyen a Milei y resalta la necesidad de comprender que «hay una diversidad aliada a estas nuevas derechas y esto es para hacerse preguntas».
A pesar de la circunstancia actual argentina, la autora siente cierta vergüenza al admitir que el caos de su país la ayuda a escribir, ya que cree que «la escritura es hija del caos», ese en el que ella ha estado inserta desde los años 90 y que agradece para su obra porque, remata con una pregunta, «¿a quién le sirve un escritor en eje, un escritor feliz?»