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Cultura

'Bob Marley: One Love', un 'biopic' sin aristas ni ritmo

El film, una biografía supervisada por los herederos del cantante, peca de excesos hagiográficos y una realización plana

‘Bob Marley: One Love’, un ‘biopic’ sin aristas ni ritmo

Kingsley Ben-Adir como Bob Marley. | Paramount Pictures

Quienes tengan una edad es probable que recuerden la locura por el reggae que se desató entre 1977 y 1978. Bob Marley, un tipo bajito y desastrado, que lanzaba mensajes un poco aturullados y tópicos de paz y amor universales, se convirtió en el nuevo rey del pop. Lucía rastas, tenía cierto aire irritantemente mesiánico y parecía vivir envuelto en una indeleble humareda de porro. A través de él, todo el mundo descubrió la existencia de los rastafaris jamaicanos y los elepés Exodus y Kaya se vendieron como rosquillas.

Sobre su figura y su legado musical, Kevin Macdonald realizó en 2012 un prolijo documental titulado Marley, que incluía abundantes imágenes inéditas cedidas por la familia. Ahora el clan familiar al completo aparece en los créditos finales del biopic Bob Marley: One Love, promovido por ellos para celebrar al ídolo. Se trata, por tanto, de una «biografía autorizada», supervisada por los herederos, lo que en este caso se traduce en una suerte de panegírico sin mordiente ni aristas. Un ejemplo: Marley fue profusamente infiel a su mujer Rita y dejó un abultado rastro de hijos ilegítimos, que acabó acogiendo y adoptando su esposa. La película no puede obviar por completo este asunto, pero pasa de puntillas. 

Que el protagonista o sus allegados estén implicados en la producción no necesariamente se traduce en que la cinta resultante tenga que ser algodonosa y plana. Por ejemplo, Elton John se avino a mostrar sus sombras y excesos en Rocketman. Y Priscilla de Sofia Coppola –que se estrena el mismo día que Bob Marley: One Love— es un modelo de biopic rico en matices, además de estéticamente brillante. Si la cinta de Coppola derrocha talento visual e inteligencia narrativa, la propuesta sobre Marley adolece de excesos hagiográficos y de una realización muy plana a cargo de Reinaldo Marcus Green (el director de El método Williams, el largometraje por el que Will Smith ganó el Oscar al mejor actor y al mejor guantazo retransmitido en directo a todo el planeta). 

Bob Marley: One Love se centra en un periodo de dos años muy intensos de la vida del cantante. Arranca con el intento de asesinato que sufrió en 1976, en vísperas de un concierto por la paz que iba a dar en Kingston. El asalto a su casa –él sufrió heridas leves, su mujer un fuerte golpe en la cabeza y su manager recibió varios balazos– se produjo en pleno brote de violencia preelectoral en Jamaica, con bandas armadas campando a sus anchas. La película se cierra dos años después, en 1978, con su regreso a la isla, donde celebra un nuevo y exitoso concierto por la paz. Entre ambas fechas, el exilio en Londres para salvar el pellejo, durante el cual graba para el sello Island Records el influyente elepé Exodus, que dio a conocer el reggae a escala mundial. A partir de ese éxito, Bob Marley y los Wailers realizaron triunfantes giras y alcanzaron el estrellato. En medio de tanta euforia, al músico le detectaron un infrecuente tumor en el pie, que no quiso tratarse y lo acabaría llevando a la tumba. 

La primera parte de la película muestra las tensiones políticas en Jamaica y la marginación que sufren los rastafaris, pero estos asuntos quedan apenas esbozados. Rápidamente se salta al periodo del exilio londinense. Allí, Marley y su grupo se topan con una ciudad húmeda, fría y racista, en la que está triunfando el punk (nada más llegar al aeropuerto ya se cruzan con un tío con cresta y más adelante acuden a un concierto de los Clash). 

Kingsley Ben-Adir como Bob Marley en ‘Bob Marley: One Love’ | Paramount Pictures.

Una historia de éxito mil veces contada

La película narra con bastante detalle la grabación de Exodus, incidiendo en aspectos relevantes, como la incorporación a la banda del guitarrista jamaicano criado en Londres Junior Marvin, que aportó un toque más rockero. Su sonido los hizo más digeribles para oídos occidentales y por lo tanto facilitó el salto internacional de Bob Marley & The Wailers. La otra figura clave fue Chris Blackwell, el fundador de Island Records, a quien también se presta la debida atención. Tras el éxito del álbum, la película deriva hacia una rutinaria y mil veces contada historia de músico lanzando al estrellato y tentado por los oropeles y excesos del éxito. 

Cartel de la película. | Paramount Pictures

A lo largo del metraje se van intercalando varios flashbacks no particularmente brillantes que apuntan la condición de mestizo de Marley, hijo ilegítimo de un plantador británico blanco al que no conoció. También se recrea su entrada en el movimiento rastafari y los inicios musicales como miembro de los Wailers en los años sesenta, cuando grabaron en el destartalado Studio One de Kingston temas como Simmer Down. Sin embargo, no se hace mención alguna a las tensiones provocadas por el creciente protagonismo de Marley, que desembocaron en el abandono de dos de las figuras más relevantes de la formación: Bunny Wailer y Peter Tosh. 

La figura de Marley, la convulsa realidad de Jamaica y el impacto del reggae se merecían una película más vibrante. Destaca, eso sí, la banda sonora, en la que suenan a todo trapo los hits imperecederos del cantante. 

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