THE OBJECTIVE
Historias de la historia

Cien años de radio en España

Hace un siglo que comenzaron las emisiones de radio en nuestro país. Tuvieron gran importancia durante la Guerra Civil

Cien años de radio en España

El general Queipo del Llano ante el micrófono de Radio Sevilla.

La ONCE ha sacado esta semana un cupón dedicado al Centenario de la primera emisión de radio en España. Lo ha hecho con fecha 13 de febrero, Día Mundial de la Radio según la ONU, porque en realidad no es fácil saber cuándo empezó de verdad la radiodifusión en nuestro país. En Septiembre de 1923 comenzaría a funcionar la primera emisora comercial española, Radio Ibérica, que emitía sin licencia bajo la tapadera de «emisiones experimentales».

Esa actividad estaba prohibida por la Ley de Radio de 27 de febrero de 1923, pero la Dictadura del general Primo de Rivera es tolerante con Radio Ibérica porque se trata de una empresa que fabrica material de radio y telefonía para el Ejército y la Marina, y tiene muy buenas relaciones con los militares. El 14 junio de 1924 Primo de Rivera publica por fin una Real Orden estableciendo las condiciones para emitir legalmente, y la primera emisión oficial la realiza Radio España el 10 de noviembre de 1924. Radio España había sido fundada por el periodista y poeta Luís de Oteyza, director de La Libertad, un diario republicano de izquierdas, lo que es una de esas paradojas que le gustan a la Historia, ya que España estaba bajo un régimen dictatorial de derechas.

La radio española se convierte en fenómeno histórico el 14 de abril de 1931, cuando la proclamación de la Segunda República en la Puerta del Sol de Madrid se realiza ante un micrófono de la emisora Unión Radio, que lo retransmite a toda España. Es un acontecimiento sin precedentes, que el cambio histórico producido en la capital del Reino -que en ese momento deja de ser Reino para convertirse en República- sea conocido al instante en el último rincón de la geografía española.

Pero cuando de verdad la radio se convierte en protagonista de la Historia, yendo más allá de ser testigo para influir en su desarrollo, es al estallar la Guerra Civil. Gerald Brenan, el escritor inglés que nos ha dejado testimonio del inicio de la contienda en su libro Memoria personal, recuerda «la voz estridente» y nada tranquilizadora que escucha el 18 de julio de 1936 por su aparato de radio en el apartado pueblo de las Alpujarras donde vive:

«Aquí radio Barcelona. Aquí radio Barcelona. Ha sido restablecido el orden. El orden ha sido completamente restablecido. Los aviones del pueblo de la España democrática acaban de salir para bombardear Zaragoza. Ha sido restablecido el orden. Todos los que disparen desde los tejados de las casas, todos los que tengan las persianas bajadas, todos los que no entreguen sus armas o escondan a algún fascista serán juzgados sumarísimamente».

El mensaje que repite machaconamente que se ha restablecido el orden transmitía exactamente lo contrario, con esa surrealista referencia a que el hecho de tener bajada la persiana te puede costar ser fusilado. Según Brenan la emisora de Madrid mantiene un tono más profesional y tranquilizador, «como de la BBC». Se trata de la emisora Unión Radio Madrid, embrión de la futura Cadena Ser y propiedad de una multinacional con participación inglesa y alemana. Es el paradigma de emisora capitalista, pero el gobierno de la República se incauta de ella el mismo 18 de julio, y traslada su sede al Ministerio de Gobernación, para convertirla en un arma de guerra propagandista.

Esa misma noche, según Brenan, Manuel Azaña, presidente de la República, pronuncia a través de Unión Radio «un emotivo discurso, pidiendo firmeza y decisión para enfrentarse con una rebelión injustificada de las fuerzas armadas y ofreciendo la esperanza de libertad y justicia para todo el mundo, fueran cuales fuesen sus simpatías u opiniones».

Pero el discurso histórico por excelencia es el que lanza el 19 por la noche por esos mismos micrófonos Dolores Ibárruri «la Pasionaria», la dirigente comunista, en donde pronuncia lo que se convertirá en lema de la resistencia republicana: «¡No pasarán!». El carácter simbólico de este mensaje radiofónico es potentísimo y traspasará las fronteras españolas.

Queipo del Llano

«La única estación de los rebeldes que podíamos oír era Sevilla -recuerda Brenan en su Memoria personal– Aquí la atracción estelar era una asombrosa personalidad de la radio, el general Queipo de Llano, que con su audacia y energía había ganado para los insurgentes una ciudad clave, Sevilla, con sólo un puñado de tropas».

Queipo de Llano es en realidad un general republicano, cuñado de Alcalá Zamora, el primer presidente de la Segunda República, y se suma al alzamiento más por cuestiones personales que por ideología. No acatará nunca la hegemonía de Franco, pero aislado en Sevilla, sin tropas, habiendo logrado el triunfo de la rebelión a base de faroles y triquiñuelas, encuentra en la radio el instrumento idóneo para tener alguna influencia a base de labia y descaro. Y así logra pasar a la Historia.

«Espontáneamente Queipo del Llano se convierte en un maestro de la guerra psicológica. El avance de los nacionales sobre Madrid se estructura en cuatro columnas militares, pero Queipo habla constantemente de una «quinta columna» que estaría dentro de la capital»

«Era una estrella de la radio -opina Brenan- Toda su personalidad, cruel, bufonesca y satírica, pero maravillosamente viva y auténtica, llegaba a través de micrófono. Y esto sucedía porque no trataba de conseguir ningún tipo de efecto retórico, sino que decía simplemente lo que se le pasaba por la cabeza».

Queipo detesta a los falangistas y en una ocasión se confunde y se refiere a la «canalla fascista». Se oyó que alguien le rectifica: «canalla marxista». «¡Qué más da, las dos son canallas!». Dice alegremente, y luego, sin detenerse: «Sí, canalla roja de Málaga, ¡espera hasta que llegue ahí dentro de diez días! Me sentaré en un café de la calle Larios bebiendo cerveza y por cada sorbo mío fusilaré a diez».

Aparte del elemento esperpéntico que tanto fascina a Brenan, Queipo consigue realmente influir en los acontecimientos, pues es capaz de aterrorizar a los republicanos con sus amenazas de que los moros y los legionarios van a violar a todas las mujeres para enseñarles la diferencia que hay entre los hombres de verdad y los «rojos maricones». Así se provocan fenómenos como la llamada «Desbandá» de Málaga, donde la aproximación de las tropas franquistas provoca la fuga en masa de los defensores y de una inmensa multitud popular, que algunos llegan a cifrar en 150.000 personas, que huyen a pie por la carretera de Almería.

La Pasionaria desde Unión Radio Madrid, fue también una de las grandes estrellas radiofónicas de uno de los dos bandos de la Guerra Civil.

Espontáneamente Queipo del Llano se convierte en un maestro de la guerra psicológica. El avance de los nacionales sobre Madrid se estructura en cuatro columnas militares, pero Queipo habla constantemente de una «quinta columna» que estaría dentro de la capital, preparada para atacar por la espalda a las defensas republicanas. Es mentira, un mero invento, pero los republicanos se lo creen, se inquietan, tienen que dedicar fuerzas a descubrir y neutralizar esa inexistente quinta columna. La quinta columna produce daños colaterales, pues la paranoia que despierta entre los milicianos se traduce en una mayor represión indiscriminada.

Herencia de la fantasía de Queipo del Llano es la creación de un concepto, un término que es recogido en el Diccionario de la Real Academia: «Quinta columna: Conjunto de los partidarios de una causa (…) que en ocasión de guerra se hallan dentro del territorio enemigo».

La popularidad de Queipo del Llano llega a preocupar a Franco, que ve en él un rival político. Además, según avanza la guerra y se fortalece su bando, el terror radiofónico es innecesario y produce desprestigio internacional. Cuando el poder de Franco se consolida definitivamente, al formar su primer gobierno el 31 de enero de 1938, una de sus primeras medidas es taparle la boca al que ya se conoce por «Virrey de Andalucía». El 1 de febrero el ministro de Gobernación Ramón Serrano Suñer, cuñado de Franco, le ordena callar, después de 600 charlas.

A partir de ese momento la propaganda radiofónica franquista será un monopolio de Radio Nacional de España, fundada en enero de 1937 en Burgos, la capital de los sublevados, que emite todos los días un boletín de noticias conocido como «el parte», porque viene como un parte de guerra. Es a través de esta emisora como se va a poner el punto final a la Guerra Civil, de la misma manera que la República se había proclamado por la radio el 14 de abril de 1931.

El 28 de marzo de 1939 una de las primeras unidades de las columnas franquistas que entran en Madrid, la 1ª Compañía de Radiodifusión y Propaganda en los Frentes, ocupa las instalaciones de Unión Radio, en la Gran Vía madrileña, desde donde comienza a emitir Radio Nacional. Cuatro días después, el 1 de abril de 1939, a las diez y media de la noche, Fernando Fernández de Córdoba, un conocido actor de cine que había asumido el papel de locutor del parte diario, lee ante el micrófono el «último parte de guerra»: En el día de hoy, cautivo y desarmado el Ejército Rojo, han alcanzado las tropas nacionales sus últimos objetivos militares. La guerra ha terminado.

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