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«La historia de la humanidad demuestra que, nos organicemos como nos organicemos, el conflicto es inevitable»

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Bombardeo de Israel en el campo de Jabalia, Gaza. | Abed Sabah (Reuters)

Mientras Israel sigue demonizando a la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados Palestinos, además de matar ya a unos 150 de sus empleados (agencia cuya labor humanitaria obviamente complica la estrategia de Israel de convertir todo el territorio de los palestinos en una zona del todo invivible para borrarlos de esta tierra), y a medida que sigue bombardeando y masacrando de manera inmisericorde a la población palestina, incluyendo a más de 10.000 niños —¡10.000 niños!—, en su supuesta misión de eliminar Hamás y mientras escribo esto ahora además se dispone a atacar la localidad de Rafah en el sur de la Franja de Gaza donde están refugiados un millón y medio de palestinos que no tienen ya a dónde huir, acorralados por el hambre, la enfermedad y la muerte, según la ONU, me acuerdo del verso de un soneto del poeta inglés John Milton: «For what can war, but endless war still breed?», es decir, la guerra no puede sino engendrar guerra sin fin.

En este soneto, John Milton, el autor del poema épico Paradise Lost (El paraíso perdido), el poeta inglés más implicado y comprometido con las más importantes cuestiones y crisis políticas de su tiempo, le recuerda en 1648 al general Fairfax, el jefe del nuevo ejército del Parlamento inglés, que aunque su éxito en la guerra contra los monárquicos es digno de elogio, la guerra sólo engendrará más guerra si la verdad y la razón no se libran de la violencia de la guerra.

La famosa cita atribuida a Miguel de Unamuno, un su intervención en el paraninfo de la Universidad de Salamanca en octubre del año 1936 dirigida a José Millán-Astray, viene a decir lo mismo y es relevante en este contexto: «Vencer no es convencer, y hay que convencer sobre todo. Pero no puede convencer el odio que no deja lugar a la compasión […] Venceréis, pero no convenceréis. Venceréis porque tenéis sobrada fuerza bruta, pero no convenceréis porque convencer significa persuadir. Y para persuadir necesitáis algo que os falta en esta lucha, razón y derecho».

No sé si ha habido algún período en la historia de la humanidad cuando no se ha librado ninguna guerra en ningún rincón de nuestro planeta. Lo dudo. ¿Cuál es el estado natural de los seres humanos entonces? Ésta es una pregunta que la humanidad se lleva haciendo desde tiempos antiguos. ¿Cómo se comportaría el hombre en tal estado? A falta de una autoridad civil surgirían conflictos que no habría manera razonable de resolver, han mantenido varios filósofos desde la antigüedad. Por lo tanto, siguiendo este razonamiento, en un estado natural no podemos coexistir pacíficamente con otros. De ahí que sea necesaria una autoridad civil, un gobierno político, cuyas responsabilidad y legitimidad residirían en la protección de los derechos esenciales del ser humano, el derecho a la vida, la libertad y la propiedad, como argumentó a finales del siglo XVII el filósofo John Locke.

Hostilidad permanente

Por consiguiente, se ha mantenido que será deseable dejar atrás ese estado natural del hombre y vivir en una sociedad bajo el amparo de la autoridad civil. Pero, claro, la historia de la humanidad demuestra, creo, nos organicemos como nos organicemos, la guerra sigue siendo inevitable. Por otro lado, también ha habido quienes han discrepado de la creencia de que el conflicto es inevitable, esgrimiendo que las tendencias que conducen al ser humano al conflicto no son inherentes a él sino producto de su corrupción por la civilización (para Jean Jacques Rousseau era precisamente el establecimiento de las nociones de la propiedad y el gobierno lo que había deformado nuestra naturaleza que originalmente debió de haber sido benigna); o su corrupción por la explotación (caso del marxismo).

Sigmund Freud, en su ensayo sobre el malestar en la cultura que se produce por el conflicto entre las exigencias de los instintos y las restricciones impuestas por la civilización, Civilización y sus descontentos, expuso la idea de que el hombre no es una criatura gentil que busca ser amada y que, si se tercia, se defenderá cuando es atacado, sino que es, por el contrario, una criatura dotada con un notable instinto de agresividad, que conduce a los seres humanos a un estado de permanente hostilidad primaria mutua que amenaza a la sociedad civilizada con la desintegración. Homo homini lupus est, reza un refrán latín: el hombre es un lobo para el hombre. Esta es la idea que cristaliza en la novela del antiguo reportero de guerras Arturo Pérez-Reverte El pintor de batallas: «El hombre tortura y mata porque es lo suyo».

Se como fuere, cabe preguntarse si incluso es lícito llamar «guerra» la conflagración desigual que se está librando en Palestina o si el término dignifica algo que no es sino terrorismo estatal contra otro Estado mediante un ejército. Porque, si no cabe duda de que Hamás sí cometió actos terroristas, entonces, ¿cómo llamar lo que está llevando a cabo Israel contra los palestinos?

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