Eugenio Fuentes: daño y misterio en la novela negra
El autor de ‘Los bajos fondos del corazón’ desvela algunas claves del género en conversación con THE OBJECTIVE
En 1993 hizo su aparición un personaje llamado Ricardo Cupido. Su autor, Eugenio Fuentes (Montehermoso, 1958) lleva ya nueve novelas protagonizadas por este detective, la última hasta el momento Perros mirando al cielo, publicada en 2022. Destaca en ellas la calidad de su prosa y la atención a la construcción psicológica de los personajes. Ahora su autor ha escrito un jugoso ensayo sobre el género detectivesco, Los bajos fondos de corazón: las emociones en la novela negra (Tusquets), que cuestiona algunos tópicos muy arraigados. THE OBJECTIVE ha conversado con él sobre el pasado, del presente y del futuro de la novela policiaca.
PREGUNTA.- Aparte de un crimen y su resolución, ¿qué debe tener una buena novela policiaca?
RESPUESTA.- Dos componentes (o al menos uno de los dos): un misterio y un daño intencionado. Con esos dos ingredientes se pueden preparar platos suculentos. Si el cocinero es bueno, ni siquiera necesita un cadáver.
P.- La novela policiaca ha pasado de género despreciado por las élites intelectuales como mero entretenimiento banal a convertirse en un género con prestigio —la obra de Simenon entró en la Pléiade, la colección reservada a los grandes clásicos de la lengua francesa—. ¿Se debe a una nueva mirada sin los prejuicios de antaño o a que el género ha evolucionado y ha ganado matices y complejidad?
R.- Globalmente, el género ha ganado complejidad y eso ha eliminado algunos prejuicios. Creo que también ha contribuido a eliminar el desdén el hecho de que grandes autores literarios se hayan acercado a él, lo hayan polinizado con alguna obra y sin que se les caigan los anillos. Ahora mismo me acuerdo de Borges y Bioy Casares, Fernando del Paso, Ramiro Pinilla, Muñoz Molina, Juan Benet, Piglia, Vargas Llosa, Savater, Jiménez Lozano… O, en otros idiomas, Umberto Eco, Olga Tokarczuk, John Banville, Julian Barnes, Martin Amis, Dürrenmatt, Sciascia, Pessoa, Cardoso Pires…
«Las fronteras entre géneros se están diluyendo en un proceso imparable de mestizaje»
P.- El creciente interés de los lectores ha generado un fenómeno editorial, ¿hay un exceso de novelas policiacas, se corre el peligro de reiteración y saturación?
R.- Sí, hay un exceso de obras, quizá comenzando por mis propias novelas.
P.- Defiende que el futuro del género pasa por la hibridación. Y se lamenta de que cuando un autor de prestigio —Javier Marías o Fernanda Melchor, por poner dos ejemplos— escribe una novela con elementos policiacos, no se considera del género sino literatura sin más. ¿Sigue habiendo un cierto gueto, o las fronteras entre novela negra y literatura a secas se diluyen?
R.- Las fronteras entre géneros se están diluyendo en un proceso imparable de mestizaje y en las dos direcciones. Por un lado, como decía antes, por autores que incursionan en la novela negra. Pero también en la otra dirección: la novela negra es una cantera de la que muchos escritores extraen elementos específicos y los adaptan a su particular mundo narrativo, sin mencionar dónde han ido a pescarlos.
P.- En el libro cuestiona algunos clichés muy asentados, como que la novela negra esté definida por un componente de crítica social y sea algo así como el último bastión del realismo, ¿es una visión reduccionista?
R.- En el primer aspecto, porque a ningún libro de ningún género se le puede cargar desde fuera con obligaciones extraliterarias. En el segundo, porque el realismo pretende reflejar fielmente la realidad (según el DRAE) y el género negro incide en la parte sombría de la sociedad y del ser humano, en el conflicto, en la violencia, en la pregunta de por qué nos hacemos daño. Y un género que deja de lado la luz, los prodigios cotidianos, la bondad…, quizá no pueda aspirar a ser representante de la realidad. No se puede describir la Luna si solo se habla de su cara de sombra.
«Raymond Chandler le da un giro al género, le quita importancia al enigma y le aporta dinamismo al añadir el relato directo de la acción»
P.- Si le pidiera que me citara dos o tres hitos —novelas, autores— que han supuesto un verdadero cambio de paradigma para la novela policiaca y la han hecho evolucionar y crecer, ¿qué destacaría?
R.- Es difícil limitarse a tres hitos, pero ahí van, brevemente:
Uno, Arthur Conan Doyle, que a finales del siglo XIX recogió los elementos emergentes y dispersos del género, los ordenó y los estabilizó: un hecho violento que genera un misterio; un detective que debe resolverlo; un ayudante que sirve de interlocutor, a la manera cervantina, y provoca el diálogo como recurso para ofrecer información; su reaparición en muchas otras historias, que genera la serie, que desde entonces sería consustancial; el predominio de la reflexión como método, por encima de trucos, de magias y de intuiciones.
Dos, Raymond Chandler, que da un giro al género, le quita importancia al enigma y le aporta dinamismo al añadir el relato directo de la acción; hace urbana la novela negra, prescindiendo de la campiña inglesa; crea un detective irónico y con la mitología del perdedor; perfecciona el diálogo más allá de la coartada, lo cual facilita las adaptaciones al cine y genera su éxito en las pantallas. Tres: un hito negativo y muy dañino para el género: S. S. Van Dine y sus nefastas Veinte reglas para escribir novela policiaca.
P.- Hablemos de la figura central del género: el detective o investigador. ¿Es posible seguir innovando sin caer en los clichés con un personaje tan pautado?
R.- En mi opinión, no sólo es posible seguir innovando, sino que es imprescindible.
P.- Y otro arquetipo: la femme fatale. ¿Cómo valoramos desde el presente este tipo de personaje? ¿Es una proyección misógina de miedos masculinos?
R.- Creo que sí, que es una proyección disimulada de los miedos masculinos y que ya ha perdido su potencial subversivo. En ocasiones, el daño se lo hacían a sí mismas y algunas resultaban más interesantes que los gánsteres que las coceaban.
«Lisbeth Salander es un personaje mejor que las novelas que protagoniza; es una superviviente más que una protagonista»
P.-Dígame su detective literario de cabecera.
R.- El Quirke de Benjamin Black, el seudónimo para sus novelas policiacas de John Banville. Porque este patólogo forense es un tipo con debilidades y contradicciones, que se equivoca con el abuso del alcohol y con las mujeres de las que se enamora. Pero no parece antiguo, porque, a medida que se amplía la serie, van evolucionando él y su entorno familiar, cuyos conflictos a menudo están implicados en la trama. Y por la excelente prosa con que nos lo presenta su creador.
P.- Su personaje femenino —femme fatale o no— preferido del género.
R.- Lisbeth Salander, un personaje mejor que las novelas que protagoniza: rompe el esquema de la fortaleza física como atributo del detective; acaba con el predominio del detective masculino; es pionera en la importancia de las nuevas tecnologías para investigar; saca al lector de la confortable rutina del género; es una superviviente más que una protagonista. Y su huella se ve en muchas novelas que hoy se escriben.
P.- Un clásico imprescindible.
R.- Me resulta muy difícil elegir uno solo, porque —todavía— no encuentro a un autor con una jerarquía absoluta ni una obra maestra indiscutible. Elijo dos muy diferentes: Raymond Chandler y P. D. James.
P.- Un contemporáneo recomendable.
R.- Benjamin Black / John Banville.
P.- El actor que mejor ha interpretado a un detective en la pantalla.
R.- Humphrey Bogart, por la continuidad en el papel, porque le supo sacar todo el provecho a sus limitados recursos como actor y porque algo especial tendría cuando Lauren Bacall se enamoró así de él.
P.- Su película de cine policiaco favorita.
R.- Burning, la película coreana de Lee Chang-Dong, adaptación de un relato de Murakami.
P.- ¿Cómo ve el futuro de la novela negra?
R.-Integrada en la Literatura como un género más.
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