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Cultura

¿Cómo pensar como un neandertal?

Ludovic Slimak investiga en ‘El neandertal desnudo’ (Debate) las claves desconocidas de una humanidad extinguida

¿Cómo pensar como un neandertal?

Imagen de la película 'Ao, le dernier Néandertal' (2008), de Jacques Malaterre. | UGC YM France 2 Cinéma

Lleva razón Ludovic Slimak, el autor de El neandertal desnudo, cuando afirma que acaso en la inmensidad del universo existan otras inteligencias. Quizá algún vagabundo del espacio que, a pesar de tener ojos de insecto, una enorme cabeza o escamas de reptil, llegue en el futuro a comunicarse con nosotros. Sin embargo, lo que es evidente es que antes ya hubo en la Tierra seres inteligentes de un linaje distinto al nuestro. Pueblos humanos, prisioneros de un tiempo que hoy nos parece ancestral, pero que en realidad debería resultarnos bastante próximo.

En este espléndido libro, magníficamente escrito, Slimak nos habla con detalle de ese nivel remoto de la civilización, protagonizado por unos homínidos casi tan fascinantes como lo sería una cultura extraterrestre: los neandertales.

Al igual que nos sucede con los alienígenas, tratamos a los neandertales como personajes ficticios a los que ni les va ni les viene el mundo real. Es más, como explica este arqueólogo y paleoantropólogo francés, la imaginería que hemos desarrollado en torno a estos humanos arcaicos tampoco ha seguido un estilo constante. Cada época tiene algo que contar. De ahí que la apariencia del neandertal haya ido evolucionando en la fantasía popular, sobre todo a partir de cada nuevo hallazgo de los investigadores de la prehistoria.

Por razones que Slimak conoce bien, los neandertales soñados por el moderno homo sapiens a lo largo de los dos últimos siglos empezaron siendo bestias brutales ‒especialmente en el arte y la literatura‒ para luego convertirse, sobre todo en la última década, en humanos casi entrañables, con grandes habilidades artísticas y una mentalidad generosa.

Puede que proyectar al neandertal en el espejo de nuestra propia humanidad sea más cómodo que tomar el camino más realista. Un camino que nos obliga a aceptar que no sabemos casi nada sobre aquel pueblo prehistórico. Al fin y al cabo, eran una subespecie distinta, y pese a lo mucho que comparten con nosotros, todavía no podemos asimilar en qué casilla mental encajan.

«Resulta inquietante ‒escribe Slimak‒ imaginar que hace apenas una decenas de milenios hubo otras humanidades ‒plenas y suficientes, con sus propias culturas, tradiciones y artesanías‒ que no eran humanas en el sentido limitado y estúpido que tan familiar nos resulta».

Precisamente por eso, al seguir las huellas de ese ‘otro’ Adán, este investigador francés hace valer el peso de la experiencia: «¿Cómo hablar del neandertal sin haberse extraviado durante el tiempo suficiente en sus guaridas de piedra, sin haber descubierto miles de los objetos que fue abandonando y escondiendo en el filo de los acantilados? Hablar de la criatura sin haberse enfrentado a sus espacios de vida, sin haberla perseguido durante décadas como un cazador persigue a su presa, es hablarle al aire».

Ludovic Slimak. | Laure Metz. Cortesía de Penguin Random House Grupo Editorial.

Visitando al Sr. Neandertal

Lo primero que planteo a Slimak al comenzar esta entrevista es una duda muy básica, en apariencia trivial. ¿Quiénes eran los neandertales? ¿Criaturas primitivas de los bosques, capaces de cargarse a lanzazos a un rinoceronte lanudo? ¿O bien cavernícolas sofisticados e ingeniosos? ¿Ha proporcionado ya la ciencia una respuesta a esta dualidad tan radical?

«En realidad, el neandertal no existe ‒responde‒. La criatura murió hace decenas de milenios. Y lo hizo de forma definitiva. Las representaciones que tenemos de ella sólo nos hablan de manera muy secundaria de lo que era. Pero estas reconstrucciones nos hablan principalmente de nosotros mismos. De nuestras perspectivas. De nuestras fantasías. De nuestras proyecciones. De nuestras expectativas de una humanidad que no seríamos nosotros. Se trata de nuestra imaginación frente a una inteligencia exterior a nosotros».

Diorama de una madre neandertal en el Anthropos Pavilion, Brno, República Checa. | Wikimedia Commons

Dos caminos equivocados

«El neandertal se nos escapa ‒añade‒. Por eso, en este ámbito, los círculos científicos generalmente se pueden dividir en dos escuelas: los que ven al neandertal como una criatura inferior en términos de capacidades cognitivas y los que, durante los últimos 30 o 40 años, han trabajado gradualmente para su rehabilitación. Esta última tendencia representa una especie de retroceso respecto de los enfoques tradicionales. Pero al hacerlo, la imagen que se da entonces del neandertal ya no refleja directamente lo que era en el mundo. Este neandertal rehabilitado, este neandertal 2.0, ya no nos habla de lo que fue el neandertal, sino de nuestros deseos de ver en él sólo otra versión de nosotros. Este deseo de hacerlo bien fue, en realidad, una trampa en la que creo que cayeron muchos investigadores. Pero en mi opinión, después de más de 30 años explorando sus espacios vitales, analizando su artesanía y sus tradiciones, me parece que estos dos caminos estaban equivocados».

¿Equivocados? Slimak está convencido de ello. Por eso nos invita a ampliar el foco, tanto a los científicos como a quienes fantaseamos con la humanidad prehistórica. «El neandertal ‒responde‒ no es alguien inferior ni otra versión de nosotros. Debemos aprender a no posicionarnos jerárquicamente en relación a lo que yo llamo la criatura. Hemos de entender al neandertal tal como es. Por lo que fue. La pregunta no puede ser si era inferior o si era nuestro igual. La única pregunta, la que nunca nos habíamos planteado antes de mi libro, es la siguiente: ¿percibía el neandertal el mundo de la misma manera que nosotros? Y el análisis de millones de objetos abandonados por la criatura nos muestra que no».

Representación de un neandertal en el Neanderthal Museum, Erkrath, Alemania. | Wikimedia Commons

Por si esta revelación no fuera suficiente, Slimak prolonga su respuesta con los detalles que distanciaron a ambos linajes humanos. «El neandertal no es otra versión de nosotros mismos ‒insiste‒. Posee su propia inteligencia. Vibrante. Asombrosa. Una creatividad que supera con creces la creatividad del sapiens, que sólo impresiona a primera vista. Las artesanías neandertales demuestran una capacidad para crear objetos únicos con una estética notable. El sapiens, en cambio, muestra en sus artesanías otra forma de estar en el mundo: la hiperestandarización, el apego a las normas, la reproducción interminable de los mismos gestos, independientemente del entorno. De repente, y a través de este libro, surge otra imagen tanto del neandertal como del sapiens. Por eso el libro también podría haberse titulado El sapiens desnudo. En este juego de espejos, después de más de treinta años de investigación, yo mismo quedé atónito al darme cuenta de lo que realmente pensaba de esta criatura lejana. Y mis conclusiones impactan profundamente en nuestra percepción de lo que nosotros, los sapiens, representamos en el mundo, y en cuál podría ser nuestro destino».

Anciana neandertal en el Neanderthal Museum, Erkrath, Alemania. | Wikimedia Commons

El último neandertal

Al final, el enigma de lo que un día fueron los neandertales queda sellado por la extinción. A esto se reduce todo: al silencio definitivo de sus huesos, ahora interpretados en el laboratorio.

Cada año, la prensa científica añade nuevos datos a lo que pudo ser la decadencia y muerte del pueblo neandertal. Pregunto a Slimak por las últimas certezas que tenemos en torno a esta tragedia. Una pérdida que, por otro lado, nos dejó a los sapiens solos… y también ensimismados.

«Generalmente ‒dice‒ se considera que todas estas poblaciones se extinguieron hace alrededor de 40.000 años. Pero eso es una respuesta demasiado fácil. No tenemos un motivo ni un arma homicida, ni una razón obvia para explicar la mayor extinción de la humanidad de todos los tiempos. ¿Podría ser esto un preámbulo de algo más? ¿Fue esta asombrosa extinción el primer paso hacia la próxima gran extinción de nuestra propia humanidad? Y si fuera así, ¿podemos percibir cómo mueren los humanos?».

Aquí Slimak anticipa su nuevo proyecto: «No quiero destripar mi próximo libro, El último neandertal, porque El neandertal desnudo es la primera parte de una extensa trilogía que redefine lo que es nuestra humanidad».

Al ahondar en las teorías propuestas para explicar la extinción de los neandertales, el paleoantropólogo desmiente un lugar común. «Creemos que se las extinciones se desarrollan como eventos catastróficos que hacen ¡boom, bang, boom! Inmensas erupciones volcánicas, radiaciones estelares, cambios climáticos, epidemias… Y creo que nada de esto llega verdaderamente al meollo de los auténticos problemas. Los seres humanos no mueren en el enfrentamiento a acontecimientos catastróficos extremos. Aquí tenemos una especie de reproducción del escenario de la extinción de los dinosaurios por el impacto masivo de un meteorito. Pero no es así. No es así como mueren los humanos».

«Esta gran extinción ‒añade‒ no se refiere, en mi opinión, a ningún evento. Y si no es un evento, entonces es un proceso. La clave de este proceso no está ni siquiera en el encuentro entre el neandertal y el sapiens ‒eso también sería demasiado fácil‒, sino en la comprensión precisa de lo que fueron los neandertales, y lo que nosotros, los sapiens, somos en el mundo… Y esto nos lleva muy directamente a la primera parte de esta trilogía, El neandertal desnudo, cuyo subtítulo es ‘Comprender a la criatura humana’. La criatura humana es el neandertal, y también lo somos nosotros…».

Joya realizada con garras de águila procedente del yacimiento neandertal de Krapina, Croacia. | Wikimedia Commons

Rehabilitación, asimilación y racismo

Llegados a este punto, surge una duda casi filosófica. No es para menos: ya ven que resulta muy difícil pensar en dos humanidades tan diferentes. ¿Cómo imaginar a seres familiares, evidentemente humanos, pero que, sin embargo, parecían salidos de otra dimensión? ¿Cabe la posibilidad de que, forzando mucho la empatía, seamos hoy capaces de pensar como lo haría un neandertal?

«La relación occidental con la alteridad es una cuestión desafiante cuando se analiza desde una perspectiva histórica ‒responde Slimak‒. Al situarnos frente a la estructura de todas nuestras colonizaciones, vemos sus efectos y también conocemos nuestras opiniones sobre las poblaciones que encontramos durante nuestra exploración del mundo. Cuando releemos al propio Darwin, encontramos una visión del mundo enteramente centrada en el hombre blanco y profundamente racista en su relación con las poblaciones no europeas. No es el propio Darwin quien entra en juego aquí, sino la visión de Occidente en su conjunto. Él es sólo quien revela nuestras percepciones, extremadamente pobres frente a cualquier cosa que no seamos nosotros».

«Pero esta realidad ‒añade‒, esta observación, no habla de un pasado lejano. Esa visión racista todavía está presente. Es inconsciente, pero moldea profundamente la perspectiva occidental de nuestro mundo. En El neandertal desnudo menciono a Antoine de Saint-Exupéry y su magnífico libro El Principito. Hay un pasaje en el que un astrofísico otomano presenta una teoría notable en un congreso científico mundial. Nadie le presta atención porque está vestido a la moda otomana. Por tanto, no se le puede considerar una persona seria. Tiempo después, este investigador presenta la misma teoría en otro congreso científico. Mientras tanto, Mustafá Kemal Atatürk ha occidentalizado Turquía y se pide a todos los turcos que se vistan a la moda europea. Nuestro investigador lleva ahora un traje occidental. Y es entonces cuando la comunidad científica finalmente da crédito a las presentaciones de este personaje. La ropa hace al hombre. Definitivamente. Radicalmente. Ayer como hoy».

Representación de un neandertal en el Neanderthal Museum, Erkrath, Alemania. | Wikimedia Commons

«El neandertal ‒continúa‒ se encuentra hoy precisamente en esta frontera. Desde hace décadas, los investigadores han querido rehabilitarlo, convertirlo en otra versión de nosotros mismos, incluso distorsionando inconscientemente los datos arqueológicos para que se ajusten a una determinada narrativa. Lo que le estoy diciendo aquí es ciertamente un tanto duro, ya que es una crítica frontal a nuestra forma de utilizar e interpretar los datos científicos. Pero, para ser muy claro, no me excluyo de este modo de representación, y al escribir El neandertal desnudo, me vi obligado a torcerme el brazo y rechazar secciones enteras de mis concepciones anteriores. En este proceso de escritura, destaqué los razonamientos inconscientes que me habían llevado a mí mismo a concebir al neandertal de cierta manera, como esta otra versión de nosotros mismos».

«Este vasto proceso de rehabilitación de los neandertales ‒concluye‒ refleja un hecho muy habitual, no sólo entre el público sino también dentro de la comunidad científica internacional. Debemos darnos cuenta de lo que está en juego aquí. Rehabilitación es también asimilación. Y la relación occidental con la alteridad siempre ha sido de asimilación. Así lo indica nuestra historia con todos los pueblos indígenas, los «pueblos raíces», como los llamaba Jean Malaurie. Las ‘Primeras Naciones’. Y esta asimilación implica lo siguiente: ‘Para que seas humano, debes ser como yo’. La rehabilitación, la asimilación, siempre bien intencionada y políticamente correcta, es en realidad otra cara del racismo occidental. Es un racismo inconsciente, pero el racismo real es siempre inconsciente. La rehabilitación del neandertal tiene buenas intenciones, por supuesto. Pero intelectualmente no está a la altura de este increíble desafío. La rehabilitación del neandertal es, en realidad, racismo. Un racismo que tiene buenas intenciones pero que, por el camino, olvida la realidad del otro. Se olvida de aceptarlo tal como es o como fue. Viene a decir: ‘Cállate y siéntete orgulloso. Te digo que eres como yo…’. En este sentido, El neandertal desnudo es un libro de profundo realismo, pero también conlleva tristeza. No ya por la muerte del neandertal, sino por lo que somos nosotros».

La entrevista termina con este toque de melancolía: «Se trata de un mensaje universal ‒dice Slimak‒. Un mensaje que puede marcar nuestra comprensión de lo que realmente somos: los últimos supervivientes de los linajes humanos».

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