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Cultura

Arte y naturaleza, un encuentro al filo de la abstracción

El CaixaForum de Madrid acoge una muestra con obras de Picasso, Dalí, Le Corbusier, Hausmann, O’Keeffe y Giacometti

Los comisarios junto a obras de Ives Tangy, Le Corbusier y Picasso, al fondo, y de Jean Arp, al frente. | Cortesía

Justo antes de la abstracción, el surrealismo aún se apegaba a la naturaleza para dar un último servicio a la humanidad. El arte aún no había sucumbido a la pérdida del referente en la realidad, pero estaba a punto de hacerlo… Justo cuando transitaba por el camino más sugerente, lleno de posibilidades. Los nuevos caminos que se le abren hoy al inconsciente renuevan su valor.

La exposición Arte y naturaleza acoge en el CaixaForum de Madrid obras de Picasso, Dalí, Le Corbusier, Hausmann, O’Keeffe, Giacometti, Penone, Jean Arp, Max Ernst… Una lista selecta de artistas que hace un siglo se arremolinaron alrededor del concepto de biomorfismo: una indagación a través del arte en los misteriosos procesos de la naturaleza.

Concebida por el Centre Pompidou y la Fundación la Caixa, la muestra añade a la obra de estos grandes un diálogo con artistas de las últimas décadas que han aportado nuevos puntos de vista: de Pamela Rosenkranz a Jeremy Deller, pasando por Neri Oxman. Pintura, escultura, fotografía, cine, diseño y arquitectura trabajan diferentes perspectivas: el surrealismo conecta con el land art, al arte povera y al arte conceptual para dar lugar a epifanías a veces sorprendentes, siempre emocionantes. 

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La disposición de las más de 80 piezas se estructura en cuatro partes. La primera, Metamorfosis, explica los orígenes del biomorfismo, término introducido en negativo, durante una exposición de 1936 en el MoMA dedicada al arte abstracto, para diferenciar las obras que no encajaban en la nueva moda. 

Arranca precisamente con la escultura de bronce Métamorphose, de Henri Laurens, que desarrolla el proceso orgánico de la naturaleza con un ejemplo de hibridación de las formas vegetales, animales y humanas. Destaca también aquí la obra de otro genio de la escultura, Julio González, pero sobre todo brillan nombres como Yves Tanguy, Max Ernst, Le Corbusier o Georgia O’Keeffe, que proyecta su investigación del cuerpo femenino en la naturaleza. Y un notable Picasso: Le chapeau à fleurs, de 1940.

Giorgia O’Keefe, Red, ‘Yallow and Black Streak’ (1924). | Cortesía

Universo sensual

Aunque lo más espectacular de esta sección quizá sean las esculturas áreas de La Constelación de Jean Arp, dispuestas con una sutileza espiritual que marida con el universo sensual de las fotografías de desnudos femeninos elbaboradas por Raoul Hausmann. 

Mimetismo se centra en la fascinación de los artistas por las formas naturales. La aguda exploración por Alexander Calder del movimiento se lleva todo el protagonismo. Su Four Leaves and Three Petals es una de las obras más sublimes de la muestra; realza su fuerza el contraste con dos ejemplos del mobiliario hecho arte por el el arquitecto Alvar Aalto, referente de esa especial sensibilidad finlandesa hacia una naturaleza que encuentra en la sencillez una categoría superior de la belleza. Hessie y Patrick Jouin completan la aportación del diseño antes de dar paso a detalles interesantes de Alberto Magnelli, Jean Dubuffet o el vídeoarte de Simone Forti.

En este apartado, la fotografía gana protagonismo: el movimiento de la Nueva Objetividad muestra su potencial en la temática aquí abordada con perspectivas como las simetrías evolutivas de Raoul Hausmann o la esencia escultórica del cactus de Albert Renger-Patzsch. Frente a ellos, tres obras mayores del Vasili Kandinsky más onírico, especialmente intenso en la obra maestra Bleu de ciel

Creación indaga en márgenes ya más cercanos a la abstracción. Así, desde la investigación de Paul Klee y Frantisek Kupka sobre el crecimiento orgánico que plantas y animales comparten con el arte, hay un arriesgado salto a los años sesenta y setenta con la muy experimental película Spiral Jetty de Robert Smithson, las redes orgánicas y estructuras celulares de Neri Oxman o los materiales biónicos de las maquetas de Alisa Andrasek.

Raoul Hausmann, Nu, Allemagne (1931). | Cortesía

Inteligencia biológica

Unos metros y alguna postmodernidad más allá, Giovanni Anselmo se sacrifica en el ara del concepto con una lechuga sobre una peana de granito para introducir la dimensión de lo efímero: se marchita y muere en el transcurso de la exposición. Mientras, Jeroen de Rijke y Willem de Rooij juegan con el simbolismo de las flores para hablar de la violencia, y el arte povera italiano hace acto de presencia con un árbol de Giuseppe Penone y un banco de Benjamin Graindorge.

Finalmente, Amenaza cierra la exposición con una clara advertencia al riesgo medioambiental. Luce aquí la obra más espectacular: Skin Pool (Gleen), de la suiza Pamela Rosenkranz, un tanque de acero inoxidable con un líquido de aspecto tóxico, pero a la vez relajante, sugerente: tentador. A escasa distancia, Tetsumi Kudo aporta a nuestros miedos un jardín posnuclear con flores de formas fálicas, y una instalación audiovisual de Jeremy Deller despide al visitante con unas inquietantes grabaciones de un enjambre de murciélagos.

Las tremendas reflexiones que van surgiendo en el despliegue de la muestra nos devuelven a la reflexión de su inicio. ¿Por qué no nos quedaríamos un rato más por aquellas profundidades del surrealismo, ya bien adentro de nuestra experiencia subjetiva, pero sin perder el norte de la realidad exterior-interior?

Urge aquella profundidad en la mirada. En el catálogo de la exposición, Marie-Ange Brayer cita a Janine M.  Benyus, científica reconocida por sus investigaciones en biomimetismo: «Todavía no reconocemos los sistemas informáticos de la naturaleza». Y concluye: «En nuestro mundo antropoceno fracturado, las soluciones se hallarán en la unión de las inteligencias biológica y artificial».