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Nathan Hill y la gran novela sobre el falso bienestar

El escritor estadounidense publica en España su último ‘bestseller’, ‘Wellness’, en el que hurga en la vida de una pareja

Nathan Hill y la gran novela sobre el falso bienestar

Nathan Hill. | Wikimedia Commons

Nathan Hill logró, con su primera novela, el sueño de muchos escritores que muy pocos consiguen: un bestseller. Un bestseller, a la americana, entiéndase. Porque aunque los términos sean los mismos, los yanquis siempre van un paso más allá. La magnificación es su tarjeta de visita. Y si para España un bombazo son 200.000 ejemplares, para un estadounidense hablamos de millones.

Nathan Hill lo ha logrado, además, con una fórmula a contracorriente. Tanto El Nix, su primera novela, como Wellness (ADN), su segunda obra, y que recién acaba de publicarse en España, alcanzan las 700 páginas. Dos ladrillos que durante un cacheo policial podrían ser tomados como armas blancas. Porque Hill escribe largo, pero no pesado. Dilatado, pero no insípido. Y, aunque parezca mentira, ha logrado una fórmula narrativa tan adictiva en su comodidad como para espantar las ansiedades que provocan, sobre todo en la era de la desconcentración, novelas de tales dimensiones.

Con Wellness, Hill se adentra en el relato de casi todas las hebras que tejen una relación entre dos personajes. Desde su enamoramiento juvenil hasta el futuro matrimonio con un hijo, en un ir y venir pensado para permitir al lector comparar escenarios. Del embrujo de los comienzos de una pareja en los años 90, presos del placer de la compañía, la irresponsabilidad y la devoción ciega, Hill salta a las futuras responsabilidades, las redes sociales en adultos, las zonas residenciales acomodadas, grupos de mindfulness o pretendientes poliamorosos.

PREGUNTA.- ¿Puede el amor perdurar sin crisis?

RESPUESTA.- Creo que sí, que el amor puede perdurar en el tiempo siempre que se adapte a los inevitables cambios de la vida. Si estás con tu pareja durante un tiempo, al final te darás cuenta de que tu pareja se ha convertido en una persona ligeramente diferente, de que tú te has convertido en una persona un tanto diferente, y también de que el mundo ha cambiado ligeramente. Y si vuestro amor no es flexible, podría romperse. Como nos recuerda un personaje de la novela: «Si te aferras demasiado a lo que quieres ver, acabas pasando por alto lo que de verdad hay».

P.- ¿Cree que las relaciones de pareja están demasiado condicionadas por el ideal romántico o, de hecho, hoy en día, ocurre más bien al revés?

R.- Creo que todos tenemos presente que el amor y el matrimonio son más difíciles de lo que el ideal romántico nos quiere hacer creer. Sin embargo, me parece que muchas parejas secretamente piensan: «Esto no nos pasará a nosotros». Muchas parejas creen que serán la excepción. Y luego, cuando ven que no son la excepción, y se dan cuenta de que el matrimonio es realmente complicado. Puede llegar a ser muy angustioso.

«A veces, el cinismo puede ser la fuente de la fantasía»

P.- ¿Enamorarse (o el enamoramiento) está relacionado con la idealización?

R.- Para Jack y Elizabeth, definitivamente sí. Psicológicamente, tanto Jack como Elizabeth cuentan con ciertos rasgos superficiales importantes que son opuestos a algo que el otro teme u odia profundamente. A Elizabeth, Jack le parece sensible, respetuoso, atento y poco interesado en las trampas de la riqueza, básicamente lo opuesto a su tiránico padre empresario. Para Jack, Elizabeth aparece como una persona alegre, de espíritu libre, intelectualmente curiosa y llena de vida, todo lo contrario de su resentida y apática madre. Cada uno de ellos parece ser el antídoto a un temor sombrío de su propia vida. Así que parte del amor que sienten el uno por el otro es en realidad un amor por estos arquetipos familiares. Y entonces, ¿en qué lugar les deja esto? La acción de la novela consiste en despojarse de estos arquetipos y verse de forma realista el uno al otro, y a sí mismos, por primera vez.

P.- En una sociedad cada vez más cínica, menos predispuesta a la fantasía, ¿no es difícil, como les ocurre a Jack y Elizabeth, que haya ese flechazo?

R.- No estoy del todo de acuerdo con que un mayor cinismo lleve a una menor fantasía. A veces, el cinismo puede ser la fuente de la fantasía. Pienso sobre todo en la gente que es tan cínica con el orden político actual, la gente que no cree en el sistema y que puede llegar a creer todo tipo de conspiraciones y fantasías descabelladas. Pero en cuanto al amor… creo que la mayoría de la gente quiere ser amada aunque ninguneen ese amor cuando ocurre en un libro.

P.- ¿Qué ha cambiado desde los años 90 -en términos de compromisos familiares y relaciones conyugales- hasta hoy? ¿Se ha convertido la paternidad en un proyecto social hiperprotegido? Quiero decir si hemos olvidado que quizá lo que necesitamos dar a nuestros hijos es, simplemente, amor, libertad y oportunidades.

R.- Tuve una infancia que transcurrió maravillosamente sin supervisión. Recuerdo que salía de casa cuando llegaba del colegio y no volvía hasta el anochecer. Ahora los padres de mi generación están brindando a sus hijos la experiencia opuesta: una infancia muy estructurada, constantemente supervisada y rigurosamente planificada. No tengo ni idea del efecto que esto tiene en los niños, pero sé que los padres están agotados y exhaustos. Además, sienten que es un imperativo hacerlo así, porque si no lo hacen, significa que son «malos padres». Al igual que Elizabeth en la novela, los padres de hoy en día experimentan un torrente de información que detalla en qué pueden estar fallando. Y es muy difícil no actuar en base a eso.

P.- ¿Cómo cree que las redes sociales han cambiado las relaciones?

R.- He pasado por la angustiante experiencia de perder amigos y familiares debido a diversas conspiraciones en Facebook y los laberintos de información en línea. Amigos que consideraba sensatos, buenas personas, de repente comenzaron a publicar y creer en la basura que circula por Internet. Se trata principalmente de hombres, aunque no exclusivamente, que apenas saben usar el ordenador de manera funcional, pero que estaban siendo bombardeados sin su conocimiento ni consentimiento con la propaganda más sofisticada que el mundo haya visto jamás. Me enfadé mucho por esto y realmente lamento haber perdido a esas personas.

P.- ¿Está el arte en crisis? ¿O, simplemente, reajustándose a las circunstancias?

R.- En las universidades estadounidenses, todas las humanidades -no sólo el arte- se enfrentan a una crisis. Hay menos apoyo institucional, probablemente debido a que la gestión de las universidades estadounidenses está cada vez más orientada al negocio, lo que significa que el apoyo va a parar a los centros donde los exalumnos atraen más donaciones y dinero para investigación.

«Me pregunto si las novelas largas no son lo que necesitamos en esta era de la distracción y la multitarea»

P.- ¿Tiene sentido hoy, con los miles de estímulos a los que estamos expuestos y la disminución radical de la atención que sufrimos, escribir un libro al nivel de las historias del siglo decimonónicas?

R.- Probablemente no tenga ningún sentido, desde un punto de vista puramente económico. Pero no me hice novelista por razones económicas. Me hice novelista porque me encantaban las novelas -grandes novelas, novelas largas- y mi propia obra es una especie de carta de amor a esos autores. Pero también me pregunto si las novelas largas no son exactamente lo que necesitamos en esta era de la distracción y la multitarea. Es como el movimiento slow food para tu cerebro. ¡Te lo puedes tomar como un aprendizaje para la vida! Las novelas largas te enseñan a concentrarte.

P.- ¿Cómo cambió su vida el éxito de su primera novela? ¿Qué espera conseguir con esta?

R.- Hay una parte de mí que asume que todo va a desaparecer. Soy escritor de ficción literaria, mi mujer es fagotista profesional, hace mucho tiempo tomamos la decisión de aceptar vivir con cierto estrés económico. Así que para nosotros es una grata sorpresa cuando nos va bien: yo he escrito dos bestsellers, pero esperábamos tanto pasar por dificultades que de alguna manera todavía asumimos que están por venir.

P.- ¿Dónde se esconde el bienestar?

R.- Antes el objetivo era simplemente estar saludable, lo que básicamente quería decir ir al médico regularmente a hacerse revisiones. Ahora el objetivo no sólo es estar saludable, sino alcanzar el bienestar, lo cual es algo más difuso porque incluye la salud física, la salud mental, la espiritual, tener relaciones sanas con la familia, amigos y comunidad; realizar prácticas sanas de ejercicio y nutrición, evitar toxinas; poner en práctica técnicas de atención plena como la meditación y el yoga, el pensamiento positivo, la gestión del estrés, y así sucesivamente. Tantas cosas que básicamente son imposibles de conseguir. Es como la velocidad de la luz: puedes acercarte pero nunca alcanzarla. Con el bienestar nunca hay un punto final, un momento en el que digas: «Vale, ya estoy bien, ya puedo parar». Porque siempre aparece algo nuevo que estás haciendo mal: estás sentado en tu oficina demasiado tiempo, no estás ingiriendo suficiente proteína, o estás cocinando con gas, o lo que sea, cualquiera que sea la preocupación actual. Así que tenemos este mensaje cultural paradójico en el que todo el mundo debería estar luchando por alcanzar el bienestar como una especie de imperativo moral, aun sabiendo que nadie lo alcanzará. Es muy estresante.

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