Gay Talese, el último maestro del nuevo periodismo repasa su carrera
El veterano reportero evoca su peripecia profesional y los hitos de su trayectoria en el libro ‘Bartleby y yo’
En 1966 Harold Hayes, editor de la revista Esquire con sede en Nueva York, envió a Los Ángeles a su recién incorporado reportero Gay Talese (Ocean City, 1932) para realizar una entrevista ya pactada a Frank Sinatra, que sería tema de portada. Al aterrizar en la costa oeste, el joven periodista se encontró con una situación de difícil manejo: el divo estaba constipado y además de mal humor y para colmo se mostraba reticente a hablar con la prensa porque hacía poco se habían aireado sus vínculos con la mafia. Así que, pese al compromiso adquirido, al cantante no le dio la gana de recibir a su entrevistador. Este, lejos de conformarse y marcharse con el rabo entre las piernas, decidió tirar de inventiva y realizar el artículo sin la colaboración de su protagonista. Retrataría a La Voz a través del séquito que lo rodeaba, sacándoles información y observando. El resultado, Frank Sinatra está constipado, se convirtió de inmediato en un hito del llamado nuevo periodismo, que en esa época estaba poniendo patas arriba el modo de escribir artículos en Estados Unidos, de la mano de autores como Tom Wolfe, Joan Didion, Hunter S. Thompson y el propio Gay Talese.
De los cuatro mencionados, solo el último sigue vivo… y en activo. Llega ahora a las librerías españolas Bartleby y yo (Alfaguara) en el que, a sus 92 años, el veterano periodista repasa su trayectoria y su paso por el New York Times y Esquire, y nos presenta el making of de algunas de sus piezas más celebradas. Si en Vida de un escritor trazó su autobiografía y en Los hijos rescató la historia de su familia, en este nuevo libro se centra en su trayectoria profesional y explica las entrañas del oficio.
La obra se divide en tres partes muy diferenciadas, las dos primeras miran hacia el pasado repasando algunos hits de la carrera del autor y la tercera mira hacia el futuro con un nuevo reportaje. El primer bloque toma como punto de partida -de ahí el título del volumen- la novela corta de Melville Bartleby, el escribiente. Esta inspiración melvilliana está también presente en el subtítulo de la edición original –Reflections of an Old Scrivener (reflexiones de un viejo escribiente)- mucho más atinado que el que se han sacado de la manga los editores españoles, Retratos de Nueva York, más que discutible porque el tercio central del libro sucede en Los Ángeles.
En la primera parte, Talese repasa sus inicios en la profesión desde abajo, como chico de los recados en el New York Times, hasta que pudo colocar un primer artículo dedicado a una olvidada actriz del cine mudo -Nita Naldi, que trabajó con Valentino-, cuya vida se iba a recrear en un musical. El autor se enteró de que vivía en un hotel de Manhattan y los rastreó uno a uno hasta dar con ella para entrevistarla. Esta primera pieza marca ya dos rasgos característicos de su periodismo literario: el interés por los personajes anónimos u olvidados y el cambio de foco para abordar los temas; en este caso, en lugar de centrarse en el estreno del musical, rastrea a la figura que lo ha inspirado.
Buen ejemplo de este planteamiento son otros dos reportajes de sus primeros años, cuya trastienda explica en estas páginas. En uno de ellos, en plena crisis de los misiles de Cuba, decide entrevistar a los miembros de una comunidad amish, que vivían aislados del mundo, para preguntarles qué opinan del tema (que, si se torcía, podía provocar el Armagedón). El otro es el que dedicó al llamado «domingo sangriento» del puente de Selma en Alabama, durante la marcha antirracista en la que participó Martin Luther King. A diferencia del resto de reporteros, que en cuanto acabaron los incidentes, se marcharon, él se quedó en la ciudad para retratar la vida cotidiana de sus habitantes.
Periodismo y literatura
En cuanto a lo de rescatar figuras desconocidas que convierte en fascinantes sujetos periodísticos, su hito temprano, que también evoca, es el extenso artículo que dedicó a Alden Whitman, el tipo encargado durante décadas de elaborar los obituarios del New York Times. Frank Sinatra, en cambio, era muy famoso, pero -en ese caso forzado por las circunstancias- con él aplicó Talese su técnica de cambio de foco. A las bambalinas de la confección del celebérrimo artículo está dedicado el grueso de la segunda parte del libro. Relata desde la génesis de la pieza -un encargo que era reticente a asumir, pero que aceptó como peaje para que le dieran luz verde a otras-, hasta el infructuoso proceso de llegar hasta Sinatra, rodeado siempre de representantes, guardaespaldas, amigotes y rubias. Un Sinatra chulesco y esquivo, al que el reportero observa desde lejos en un bar y después en el estudio de grabación, con la promesa del entorno de que están haciendo todo lo posible por facilitarle la entrevista que nunca se producirá. La negativa del cantante acabó siendo providencial, porque dio pie a uno de los textos icónicos del nuevo periodismo norteamericano.
La tercera parte –El browsntone del doctor Bartha– es una pieza nueva y demuestra que el autor sigue en la brecha. Cuenta la historia de un médico llamado Nicholas Bartha, emigrante que huyó de la Rumanía comunista, ganó mucho dinero y se compró un edificio en Manhattan, del que ahora pretenden desalojarlo tras un costoso proceso de divorcio. El hombre, ya anciano, decide que no está dispuesto a pasar por otra situación como la que sufrió al tener que marcharse de su país natal, así que se parapeta en su casa, abre la espita del gas y vuela el edifico estando él dentro.
En Bartleby y yo el autor evoca sus peripecias profesionales y demuestra que sigue al pie del cañón, siempre ataviado con sus elegantes trajes de tres piezas y sus sombreros. Una sofisticación en la vestimenta que forma parte del personaje y que compartía con su colega Tom Wolfe, sobre el que Filmin acaba de colgar un muy recomendable documental, Radical Wolfe, repaso de su figura y del llamado nuevo periodismo americano que supuso una estimulante hibridación de periodismo y literatura.
No hay otro país en el que esta fusión haya dado resultados tan brillantes como en Estados Unidos: desde el pionero maestro del New Yorker Joseph Mitchell (El secreto de Joe Gould) hasta Lilian Ross (Picture. Rodando con John Huston), pasando por Truman Capote (A sangre fría), Norman Mailer (Los ejércitos de la noche), Tom Wolfe (Lo que hay que tener: Elegidos para la gloria), Hunter S. Thompson (Miedo y asco en Las Vegas) y Gay Talese (Honrarás a tu padre, su obra sobre la mafia de Nueva York que inspiró la serie Los Soprano).