'Lo que más me gusta son los monstruos': un hito de la novela gráfica al fin completo
Reservoir Books publica el segundo volumen de la obra de Emil Ferris, galardonada con varios premios internacionales
Fragmento de la portada de 'Lo que más me gusta son los monstruos'. | Ilustración de Emil Ferris (Reservoir Books)
¿Qué es un monstruo? ¿Hay monstruos buenos y monstruos malos? Emil Ferris (Chicago, 1962) plantea una respuesta a estas preguntas en su monumental novela gráfica Lo que más me gusta son los monstruos, convertida ya en un hito del género, tanto por su ambición narrativa como por su fuerza gráfica. La obra consta de dos gruesos volúmenes que en total suman más de 800 páginas. El primero se publicó en 2017 y el segundo, que cierra la historia, acaba de aparecer en librerías, publicado, como el primero, por Reservoir Books. La obra ha recibido una veintena de premios internacionales, entre ellos los prestigiosos Eisner e Ignatz. Lo cual no deja de ser sorprendente, ya que se trata de la primera -y tardía- incursión de la autora en el cómic.
Emil Ferris trabajaba como ilustradora y en 2001, a los 40 años, contrajo la fiebre del Nilo por la picadura de un mosquito. Sufrió graves secuelas, acabó en el hospital, quedó durante un tiempo paralizada de cintura para abajo -todavía hoy se mueve con la ayuda de un bastón- y perdió la movilidad de la mano derecha. Durante el periodo de recuperación decidió afrontar su primera novela gráfica, en la que vertió muchos detalles autobiográficos relacionados con su dura infancia en un barrio pobre y conflictivo de Chicago.
El proceso creativo se ha extendido a lo largo de dos décadas y para añadir unas gotas de épica a la historia, cuando los ejemplares del primer tomo, impresos en Corea, viajaban en barco hacia los almacenes de la prestigiosa editorial norteamericana Fantagraphics para su distribución, la naviera quebró y el cargamento quedó retenido en el Canal de Panamá. Aunque con retraso, el primer volumen llegó a librerías y se convirtió en un acontecimiento. Ahora el lector tiene por fin disponible la obra completa.
Se trata de los supuestos cuadernos de Karen Reyes, una niña de diez años que cuenta con dibujos y textos su vida. De hecho, las páginas son hojas pautadas de libreta y el trabajo visual -de tintes expresionistas y grotescos- de Ferris es deslumbrante. La pequeña Karen es latina, en el colegio es una marginada y se ve a sí misma como un bicho raro, por su mezcla de ascendentes raciales y por la identidad sexual que está descubriendo. Es por eso que se identifica con los monstruos de las viejas películas de terror de la Universal: Drácula, la criatura de Frankenstein, el hombre invisible, el hombre lobo…
Se dibuja a sí misma como una chica-lobo, enfrentada a un mundo hostil. Su madre enferma de cáncer, su padre es un desconocido que desapareció hace mucho (al final del segundo volumen se desvela la identidad del progenitor) y su hermano mayor Deezee es un seductor de pacotilla y aprendiz de delincuente, con el cuerpo lleno de tatuajes y al que en cualquier momento pueden llamar a filas para combatir en la guerra de Vietnam. La historia está situada a finales de los años sesenta y asoman como trasfondo otros hechos históricos como el asesinato de Martin Luther King.
Trama detectivesca
El inquietante hermano de la protagonista, tiene sin embargo otra faceta: es aficionado al arte y con aspiraciones a convertirse en dibujante. La lleva con frecuencia al Art Institute of Chicago, uno de los museos más importantes del mundo, donde Karen descubre los cuadros de los grandes maestros y sueña con vivir en ellos. Junto con las viejas películas de terror, los tebeos y las novelas pulp -que la autora incorpora con pastiches de algunas portadas-, el otro referente visual destacado del que se sirve Emil Ferris es la pintura (de Courbet y los impresionistas a Hopper).
La chica-lobo, que se siente parte de esa cofradía de entrañables monstruos que simbolizan la diferencia en la cultura popular, no tardará en descubrir que hay otros monstruos mucho más siniestros, aterradores y reales. Eso sucederá cuando la vecina del piso superior del edificio en el que vive aparece muerta. Se llamaba Anka Silverberg, era enigmáticamente bella y superviviente del Holocausto. La policía concluye que ha sido un suicidio, pero Karen sospecha que se trata de un asesinato y se pone a investigar como detective amateur (y se representa a sí misma con la gabardina y el sombrero de Humphrey Bogart).
Sus pesquisas son el motor narrativo de la trama y a través de ellas vamos conociendo a los sospechosos: el marido, un músico de jazz de aire atormentado y melancólico; la inquietante pareja de propietarios del edificio; un siniestro vecino voyeur…, y el propio hermano de Karen, que acaso era amante de Anka. Pero las investigaciones de la niña nos llevarán también a conocer -a través de unas entrevistas grabadas con un periodista en las que la fallecida relataba su vida- las experiencias de Anka en el Berlín de la República de Weimar, la Alemania nazi y los campos de exterminio del Holocausto. Y es ahí donde asoman los monstruos más atroces y las decisiones terribles que deben tomarse en situaciones límites.
La ambiciosa y apabullante propuesta de Emil Ferris es una aportación muy relevante a la novela gráfica. Un término que pretende reivindicar que existe un tipo de cómic adulto y capaz de competir de igual a igual con la complejidad de la literatura, más allá de los tebeos infantiles, los superhéroes y los mangas japoneses. Para la consolidación del prestigio de este modo de entender la narración en imágenes fue crucial la concesión del Premio Pulitzer a Maus de Art Spiegelman en 1992, la primera vez en la historia que se otorgaba el galardón a un cómic. Desde entonces, la llamada novela gráfica ha dado unas cuantas obras maestras: From Hell de Alan Moore y Eddie Campbell, Persépolis de Marjane Satrapi, El caminante de Jiro Taniguchi, Jimmy Corrigan de Chris Ware, Ghost World de Daniel Clowes, Ventiladores Clyde de Seth, Essex County de Jeff Lemire, Fun Home de Alison Bechdel, Intrusos de Adrian Tomine… Ahora se les une Lo que más me gusta son los monstruos.
