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'Hasta el fin del mundo', el wéstern intimista de Viggo Mortensen

El actor se suma al género en su segunda incursión en la dirección con un sobrio filme protagonizado por una mujer

‘Hasta el fin del mundo’, el wéstern intimista de Viggo Mortensen

Fotograma de la película. | Wanda Visión

El wéstern vivió su momento de esplendor hollywoodiense a mediados del siglo pasado, con John Ford como estandarte. Después, en los años sesenta, los italianos, con Sergio Leone a la cabeza, hicieron algo genial e inaudito: reinventaron el género norteamericano por excelencia desde Almería. Le quitaron épica y heroísmo e introdujeron lodo, mugre, sangre a borbotones, una buena dosis de cinismo y un estilo que hacía trizas la austeridad fordiana y optaba por excesos casi operísticos. Se sumó desde Estados Unidos, con su violencia a cámara lenta y sus aires crepusculares, Sam Peckinpah. Entre unos y otros reinventaron, revigorizaron y deconstruyeron el wéstern en las décadas de los sesenta y setenta. Era la época de las revueltas juveniles y la guerra del Vietnam en la que John Wayne resultaba ya vetusto y dio paso el pistolero taciturno de Clint Eastwood. Nuevos mitos para nuevos tiempos.

Tras los spaghetti westerns que llenaron las plateas de los cines de barrio durante estas dos décadas, el género entró en una abrupta decadencia coincidiendo con la expansión del vídeo doméstico a finales de los setenta. El monumental fracaso en taquilla de la carísima La puerta del cielo de Michael Cimino -la ambiciosa película que pasó a la historia por llevar a la ruina a la United Artists en 1980- parecía el certificado de defunción definitivo.

Sin embargo, el wéstern no feneció, aunque redujo drásticamente su volumen de producción. Pasó a convertirse en un achacoso enfermo con una mala salud de hierro. Desde entonces se han ido estrenando nuevas aportaciones con cuentagotas, que trataban de reformular los códigos y los clichés del género. Los hitos van desde Sin perdón de Clint Eastwood a El poder del perro de Jane Champion, pasando por las dos incursiones de Tarantino –Django desencadenado y Los odiosos ocho; las de los Coen, con Valor de ley a la cabeza; el Appaloosa de Ed Harris; El renacido de Iñárritu, First Cow de Kelly Reichardt y las estupendas BoneTomahawk y Hostiles, sin olvidar la serie Deadwood, por citar algunos ejemplos.

Sin llegar a la altura de estos títulos, se suma ahora a la lista Hasta el fin del mundo de Viggo Mortensen, su segunda incursión como director (la anterior fue el drama familiar Falling de 2020). El suyo es un wéstern intimista y sobrio, protagonizado por él mismo en el papel de un emigrante danés y por la luxemburguesa Vicky Krieps, una actriz que da lustre a cualquier personaje que le pongan delante. Ella encarna a una mujer de ascendencia francesa, que busca su espacio e independencia en un mundo regido por los hombres.

El origen de estos dos personajes permite introducir interesantes pinceladas sociológicas de la época, a las que se suman el contraste entre el urbano y moderno puerto de San Francisco -donde hay restaurantes elegantes y sofisticadas exposiciones de pintura- y el pueblo del Far West en el que se instala la pareja tratando de huir del pasado y de la violencia, que sin embargo los alcanzará.

Drama de agresión y venganza

Mortensen ejerce de hombre orquesta: interpreta, dirige, es autor en solitario del guion y hasta ha compuesto la banda sonora. Sin embargo, cede gran parte del protagonismo a Krieps, porque, cuando el danés se alista para combatir en la guerra de secesión, desaparece y no vuelve hasta el tramo final. La película se centra entonces en ella y narra el drama central de la historia, aportando nuevos matices y una mirada contemporánea a la típica historia de agresión y venganza.

Uno de los aspectos más interesantes y hasta novedosos de la propuesta es el peso, poco habitual en un wéstern, que se da al personaje femenino. Frente a su complejidad y a los matices del esquivo danés al que da vida Mortensen, los malvados antagonistas de la pareja caen en el estereotipo y son el punto más endeble de la película. Los malos de la función son el ranchero rico que controla el pueblo, su hijo psicópata y el corrupto alcalde. Este último es el más interesante, por los matices que le sabe dar Danny Huston -hijo de John Huston-, sin duda el mejor actor secundario de la cinta.

El poder corrosivo del dinero se adueña del pueblo y permite a los poderosos actuar con impunidad. Como contrapunto a tanta podredumbre, aparece el personaje de un niño, fruto inocente de un acto de violencia. El hecho de que el danés lo acepte como a un hijo, pese a no ser el padre, es un atisbo de esperanza para romper el círculo vicioso de la violencia. La película no es ingenua y deja claro que no siempre el mal paga. Acaso la única opción es la huida y el plano final en una playa, ante la inmensidad del océano, introduce un difuso rayo de esperanza en un futuro diferente.

Hasta el fin del mundo tiene una alambicada y arriesgada estructura temporal, con continuos saltos adelante y atrás, que el director maneja con inteligencia, generando expectativas y componiendo poco a poco las piezas del puzle ante los ojos del espectador. Viggo Mortensen ha puesto su granito de arena para mantener viva la llama de un género que sigue resistiéndose a morir.

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