Puerto Rico: ¿vuelta a España o pulso a EEUU?
En ‘Historia Canalla’, Jorge Vilches repasa la trayectoria de aquellos personajes que tuvieron una vida truculenta
La noticia de que una maestra llamada Annette Falcón dijo en una comisión de la ONU que estaría bien que Puerto Rico se reincorporase a España ha suscitado dos tipos de respuestas. Una parte de la derecha, entusiasmada por este afecto foráneo, exageró la categoría de la portavoz diciendo que era una «parlamentaria» que representaba a un partido político. Una parte de la izquierda, con un pseudomedio verificador detrás, la despreció con arrogancia diciendo que era una simple maestra de una asociación cultural.
Los primeros se informaron solo por las redes, y los segundos ocultaron información. Lo que no dicen estos ‘verificadores’ es que los puertorriqueños son hoy ciudadanos de segunda: no pueden votar en las elecciones presidenciales ni tienen congresistas. Tampoco cuentan que esos puertorriqueños sostienen que no quieren que ocurra como a los Estados arrebatados por EEUU a México en la guerra de 1846 a 1848, donde se proscribió la cultura española.
Annette Falcón pertenece a Adelante Reunificacionistas. No es una sociedad de masas, ni hay detrás un partido, pero sí existe una opinión respetable en su país. Si miramos las encuestas, entre un 10% y un 20% de los puertorriqueños no verían mal el regreso a España. Eso no significa que sea su prioridad, ni que no prefieran ser un Estado más de EEUU, cosa que ahora no son. Lo importante de la declaración de Falcón en la ONU es que les han contado una mentira contra la que combaten. Quizá sea esto lo que incomoda a la izquierda woke, porque la falsedad que denunció Falcón es que España mantuvo a Puerto Rico en la oscuridad, la opresión y la pobreza.
En su web, dicha asociación cultural tiene un documento titulado: «¿Estaba Puerto Rico en taparrabos antes del 1898?». La queja es que la propaganda oficial les cuenta que eran un pueblo primitivo antes de la invasión de EEUU por culpa de los españoles, y que no tenían educación, casa ni comida. De esta manera, la modernidad habría llegado con los norteamericanos, que sacaron de la oscuridad a la isla. En ese documento la asociación incorpora cien argumentos que desmienten esa afirmación.
Antes de 1898 existían cuatro bancos en Puerto Rico para dinamizar de forma autónoma su economía: el Banco Español de Puerto Rico, el Banco Territorial y Agrícola, el Banco Popular y el Banco Crédito y Ahorro Ponceño. Su funcionamiento era exactamente igual al de cualquier entidad europea. Además, San Juan, Ponce y Mayagüez, las principales ciudades, tenían iluminación en sus calles, como en España las capitales de provincia, y contaban con tranvías. En Madrid, por ejemplo, se inauguró el primer tranvía en 1871, y en Mayagüez en 1872, al año siguiente.
En 1890, aparecieron las primeras concesiones para monopolios de servicios telefónicos puertorriqueños, cuando diez años antes se habían dado para la madre patria. La Red Telefónica de San Juan de Puerto Rico, previa a 1898, entregaba un manual de uso del aparato con tarifas mensuales. Tenía casi mil abonados, mientras que Barcelona, en 1900, llegaba a los 2.767, Madrid a los 1.844, Valencia a 982 y Zaragoza a 500. Esto significa que San Juan de Puerto Rico, con una población cercana a las 100.000 personas a finales del siglo XIX, era como una provincia media peninsular, similar a Murcia o a la capital de Aragón.
El telégrafo se instaló en Puerto Rico en 1869 entre San Juan, Río Piedras y Arecibo, dependiente de la Administración de Correos, que funcionaba igual que en España. En la década de 1870 se instalaron cables submarinos para conectar Puerto Rico con Cuba, Jamaica y Estados Unidos. En total, hubo 43 poblaciones puertorriqueñas conectadas por el telégrafo, en cuatro distritos.
¿Y qué pasa con la educación? ¿Era distinta a la que se recibía en España? La educación en Puerto Rico también estaba al mismo nivel que en la Península. No había Universidad, pero tampoco en muchas provincias españolas, aunque sí una Escuela de Farmacia, otra de Química y una más de inglés y francés, además de una red de escuelas e institutos públicos y privados. La isla tenía su Colegio de Abogados y su Asociación de la Prensa, porque en la isla se editaban numerosos periódicos de gran tirada. Entre otras, se publicaba La Mujer, una revista de ‘género femenino’ sobre moda y otros temas que en aquellos días se suponía que eran exclusivos para las mujeres. En España, existían revistas similares. Esto suponía que, lógicamente, había un público puertorriqueño para esas publicaciones que se reunía en casinos, clubes, restaurantes y teatros, al igual que en la Península. ¿Se reflejaba esto en la vida política de Puerto Rico?
Puerto Rico tuvo diputados propios en las Cortes españolas desde 1810. El primero fue Ramón Power y Giralt, nacido en San Juan. Repitieron representación durante el Trienio Liberal y entre 1834 y 1836, eligiendo entonces dos diputados.
La Revolución de 1868 estableció en Puerto Rico una Diputación Provincial, como en la Península. Esto abrió la vida política constituyéndose dos partidos propios: el Partido Liberal Reformista y el Partido Liberal Conservador. En el primero estuvieron los asimilistas, que querían la equiparación con el resto de provincias pero con reformas, y los autonomistas, que aspiraban a un gobierno propio dentro de España. En el segundo partido estuvieron los que querían la igualdad administrativa con las provincias españolas. Cada uno fundó su periódico, los reformistas El Progreso, y los conservadores El Boletín Mercantil.
Puerto Rico tuvo 11 representantes electos en las Cortes de 1869, quince en el Congreso de 1871, con políticos tan importantes para la isla como Francisco Mariano Quiñones, que impulsó y consiguió la abolición de la esclavitud en Puerto Rico, y fue el primer presidente del gobierno autonómico puertorriqueño en 1897. También tuvo senadores en 1871 y 1872. Todos elegidos por sufragio universal masculino.
La bandera de Puerto Rico se cambió en 1873. Hasta entonces era el escudo establecido en 1511 sobre fondo blanco —es el escudo actual del Estado Libre Asociado de Puerto Rico—, con los símbolos de Castilla y León y de los Reyes Católicos, y la cruz de Jerusalén. En 1873, se cambió el fondo blanco por uno rojo con una cruz amarilla, que eran los colores de la bandera española.
La representación puertorriqueña continuó en las Cortes de la Restauración, evidenciándose un deseo de instaurar una autonomía para la isla. La lentitud para establecer reformas hizo que en 1887 se fundara en Ponce, Puerto Rico, el Partido Autonomista Portorriqueño, liderado por Ramón Baldorioty de Castro. En la Península se vio con temor, asimilando la autonomía al separatismo, en buena medida, porque en Cuba era así.
Antonio Maura, ministro de Ultramar en el gobierno de Sagasta, presentó en el Congreso de los Diputados, en 1893, un Estatuto de Autonomía para Puerto Rico y Cuba. No se aprobó hasta 1897, muy tarde. Aun así, el Estatuto establecía un parlamento insular formado por sufragio universal masculino, con un gobierno propio que reunía todas las competencias salvo Exteriores, Marina y Guerra, junto a un Gobernador General elegido por el Gobierno de España para no perder el vínculo. Además, los puertorriqueños podrían elegir 16 diputados al Congreso y 3 senadores.
No hubo en el mundo una autonomía igual, y que estuviera más cercana a la independencia que la de Puerto Rico. Esto no sirvió para impedir la invasión de EEUU en 1898, tras bombardear San Juan. La administración norteamericana definió el territorio como no incorporado y lo organizó al nivel de Guam, las Islas Marianas del Norte, o las Islas Vírgenes de los Estados Unidos. Hoy los puertorriqueños no son ciudadanos de pleno derecho, en igualdad de condiciones que los norteamericanos. De ahí viene la opinión de que una autonomía con España sería un avance para ellos.
Hay un antecedente de vuelta al Reino de España y no es bueno. En 1860, Santo Domingo pidió reincorporarse a la madre patria. El motivo era que no se veían capaces de aguantar la presión de Haití, sus vecinos isleños. Los haitianos habían ocupado Santo Domingo durante 22 años, entre 1821 y 1843, imponiendo una dictadura. Los dominicanos pidieron al Gobierno español volver como provincia para obtener protección. Así fue. La reincorporación fue el 19 de mayo de 1861. El problema fue que España apoyó ese año a la Confederación en la guerra civil norteamericana, y la respuesta de EEUU fue sufragar a los independentistas dominicanos. Esto provocó una guerra en Santo Domingo con miles de muertos, que duró hasta 1865, cuando Narváez, presidente del Gobierno, promovió el decreto para abandonar la isla en una aventura romántica que se convirtió en pesadilla.
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