El tercer sexo en la humanidad primordial
«En las poblaciones nativas de América era muy prestigiosa la figura del berdache: un ser que era a la vez hombre y mujer»
En los pueblos más próximos a lo que podría considerarse la «tribu primordial» existe una institución que permite a los hombres adoptar el papel femenino y a las mujeres el masculino. Hablo de la figura del berdache, muy presente, y en una proporción superior a los transexuales actuales, en casi todas las poblaciones nativas de América.
La antropología reciente parece interesarse mucho por esta institución primitiva de la que tuve conocimiento hace algún tiempo, gracias a la información de una amiga mexicana que conocía pueblos mexicanos donde estaba normalizada la androginia cultural. En esos pueblos era muy prestigiosa la figura del berdache: un ser que era a la vez hombre y mujer, y que en México se llama muxe. Los muxes son comunes entre los zapotecas de Oaxaca desde la época precolombina, y se les considera una institución muy apreciada y bastante ritualizada, lo que evidenciaba sus orígenes realmente antiguos.
Por eso los berdaches y los muxes tienen aire de sacerdotisas, y en cierto modo lo son por su relación con la liturgia arcaica y al mundo indeciso de la magia, y se les considera portadores de una inteligencia especial, al incluir los dos sexos en su ser, como el andrógino de la alquimia y de la tradición taoísta. El berdache me evoca la historia de Tiresias, que sería algo así como el berdache primordial. Es sabido que Tiresias ofendió a la diosa Hera, que lo destinó a ser mujer durante siete años, en los que fue sacerdotisa de la diosa que lo había metamorfoseado. Es famosa su formulación, producto de su conocimiento de los dos sexos, de que las mujeres gozaban nueve veces más que los hombres. Supongo que fue el mito que estuvo detrás del Orlando de Virginia Woolf.
Los estudios antropológicos muestran que las actividades propias de los berdaches aparecerían en la infancia, y se manifestarían plenamente en la adolescencia por una especie de iluminación de naturaleza mística y espiritual. Berdache quiere decir espíritu. Es como si, a partir de la revelación, parte del ser se convirtiera en espíritu, en esencia, y en algún aspecto también en ausencia, ausencia de fronteras entre uno y otro sexo. Algunos berdaches parecen filósofos antiguos, muy antiguos, y despliegan ideas armonizantes que calman las almas atormentadas que acuden a ellos y entienden muy bien los cambios de género. Parecen siempre muy calmados y se les puede considerar maestros espirituales. Según Emmanuel Todd, se trataría de una experiencia altamente individualizada y absolutamente personal la del berdache, que tendría su origen en la familia nuclear muy presente tanto en las tribus mencionadas como en una parte de Europa en la que se incluye la mitad de España.
Todd indica que los berdaches de origen masculino tienden a ser muy hábiles en los oficios considerados femeninos, como el arte de tejer o la cerámica. Escribe Todd: «Es verdad que físicamente son más fuertes que las mujeres, pero las mujeres que se convierten en berdaches, y que adoptan roles masculinos, cazan, y en los pocos grupos donde existen, tienen fama de ser competentes». Los berdaches desempeñaban y desempeñan frecuentemente importantes funciones rituales que surgen de su especial condición de seres humanos que combinan en su interior características masculinas y femeninas. El berdache es tan indispensable en las culturas mencionadas que, a veces, han de buscarse niños para destinarlos a esa función cuando, por alguna razón, hay pocos berdaches o ninguno.
«Los antropólogos insisten que en un período remoto la mayoría de los pueblos tenían berdaches»
Callender y Kochems aseguran que en los pueblos referidos sus miembros no creen que los berdaches de origen masculino se conviertan en mujeres. «No es una cuestión de cruce de género, sino de mezcla de género. Son un tercer sexo que reúne en sí ciertas características de ambos sexos; de ahí, sólo de ahí, sus posibles funciones sobrenaturales». Los antropólogos insisten que en un período remoto la mayoría de los pueblos, independientemente de su modo de subsistencia, tenían berdaches. Obviamente también en una parte de Europa, cuando había protopueblos, existió la figura del berdache.
Emmanuel Todd, y sus maestros Kroeber y Boas, consideran las tribus americanas como el reservorio de las formas más arcaicas de la humanidad, y piensan que tendríamos que admitir la posibilidad de que el fenómeno representado por el berdache formase parte del potencial del género humano. Como vemos, cierta antropología cree que en el principio está el fin, y que en esas tribus americanas, las más cercanas a la tribu primordial, estaría ya plasmado el destino de la humanidad. Dicho con otras palabras: esas tribus retienen en su seno ingentes magnitudes de pasado e ingentes magnitudes de futuro. Por lo tanto, si en esas tribus era común la figura del berdache, su misma frecuencia estaría indicando un tercer sexo, de modo que una cierta androginia figuraría ya como proyecto en la humanidad primordial, en su fuente y en su fundamento.
Dicho lo cual, es importante indicar que no debemos corromper ideológicamente la figura del berdache, obligándola a ser lo que no es. El berdache de origen masculino no es una mujer, ni tiene la más mínima pretensión de que lo consideren como tal. Tampoco es un hombre. El berdache es un hombre-mujer, o una mujer- hombre, es decir: un andrógino (de andrós: hombre y de gyné: mujer). El berdache es un tercer sexo, un tercer camino en las protoculturas aún muy próximas al mundo de los cazadores recolectores, y que justamente por eso se presenta como una potencia a desarrollar. Nada que ver con la deriva atomista de las nuevas demagogias, porque, además de magia, en el berdache hay racionalidad y lógica, y han de evitarse los delirios interpretativos cuando abordamos su figura.
Sí, nuestros ancestros admitían un tercer sexo, el berdache, y ninguno más. La humanidad primordial era sabia, consecuente y despejada. Los sexos y los géneros conformaban una trinidad que nos libraba de la confusión y del sinsentido. En el sistema binario aparecía una tercera opción que era la unión dialéctica de los dos elementos en oposición: pura lógica hegeliana. Tres senderos aparecían en el laberinto comunal, creando un teorema donde las diferentes combinaciones de sus elementos formarán las complejas estructuras del deseo. Huelga decir que las sociedades que crearon la figura del berdache o del muxe funcionaban perfectamente sin abolir la masculinidad, ni la feminidad, ni la tercera verdad en forma de andrógino. Esa es la trinidad que presidió la estructura primordial y todo lo demás son falsificaciones antropológicas.