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Cultura

Manifestaciones del sombrero

«Uno se pregunta cómo con tanta historia y modelos el sombrero masculino cayó en desuso a partir de los 40»

Manifestaciones del sombrero

Sombreros en una imagen de archivo.

Es el sombrero (más aún acaso entre hombres que entre damas) una prenda de vestir, de adorno útil y muy claramente significativo. Se podría, y supongo se habrá hecho, una historia del sombrero, tan múltiple. Aquí nos va a interesar más su forma y sus significados. En la antigua Grecia estaba el petaso -sombrero ya con barbuquejo- y aún el gorro frigio, símbolo republicano desde la Revolución francesa, pero en su inicial momento, el gorro que distinguía al esclavo que había dejado de serlo, al liberto. El sombrero es una prenda que, según modos, resguarda del frío o del calor, pero que además ha marcado estatus social y clase. A principios del siglo XX -todo el mundo se tocaba la cabeza- el caballero usaba algún tipo de sombrero, en tanto el trabajador, el proletario (o el campesino) utilizaba gorra o boina. En el frío extremo, polar, se ve el «ushanka», sombrero de piel que cubre además las orejas. En el calor tropical el jipijapa, hecho con paja de Ecuador -de la provincia de Manabí- con sus amplias alas y la ligereza del material y del trenzado, protege muy eficazmente del sol y deja circular el aire. 

Recorramos algunos estilos de sombreros: El bicornio (que usó Napoleón) o el dieciochesco tricornio, marcaban con sus dos o tres picos, algo social y también militar. Porque muchos sombreros han servido -y sirven- para distinguir diversos cuerpos y distintas unidades de la milicia. Pero yendo a lo civil, nos encontramos con el chambergo, sombrero muy español desde el siglo XVII, de ala bastante ancha, que servía para proteger de los vaivenes del clima, y que más corto y moderno, ha pasado a llamarse «boonie».  El bombín o sombrero de hongo -de mucho uso a fines del XIX- es un sombrero armado y de tela, de ala corta, y que parece con distinción prolongar la cabeza. El «bucket» o sombrero de pesca, básicamente informal, de algodón y bordes colgantes, se sigue usando en el campo y para la lluvia. En pura elegancia -a menudo destacando lo en exceso formal- está el sombrero de copa alta, negro siempre, o la chistera, de uso similar, pero copa más baja. Ha sido el dechado de lo chic. El canotier, de paja rígida, sombrero de aire muy primaveral, se hizo muy famoso en los años 20 del pasado siglo. Pero el sombrero elegante y de uso mayor (con diversas gamas y aún adornos) es el llamado «fedora», fieltro y cinta alrededor de la base, que con ala más corta -aparentemente menos distinguido- se conoce como «trilby» y que en otra de sus formas más clásicas es el conocido «borsalino». Son sombreros, esencialmente, para el frío. Para el sol y la tierra caliente, están los sombreros de paja ecuatoriana, el ya nombrado jipijapa, y con ala más corta y otro trenzado en la paja, el muy conocido «panamá». ¿Porqué ese nombre si la materia prima es de Ecuador? Algunos dicen (es sólo una teoría) que estos sombreros se hicieron famosos -no son baratos, los de verdad- durante la construcción del Canal de Panamá. Falta harían, desde luego. Hay sombreros campesinos de otras clases de paja, como el colombiano «sombrero vueltiao», que entrelaza muchos dibujos y ala grande en blanco y negro. El sombrero mexicano, tipo charro, de ala enorme y muy adornado, aunque de origen rural en Jalisco, es hoy una pieza enorme que usan los mariachis y los turistas, me parece. El rígido sombrero cordobés (en negro o en rojo) se vincula con lo castizo o lo flamenco, muy unido a la capa española. Sin embargo, si este mismo sombrero se usara con ropa menos connotada, podría ser singular, bello y diferente. Las mujeres llevaron tocados muy llamativos, más que sombreros y mucha sombrerería femenina hoy, sigue siendo floripondio, rocalla y capricho. Pero hay dos sombreros femeninos que han marcado tiempo, el sombrero «cloche» (campana), una variante del sombrero de pesca, que causó furor en los pasados años 20 y 30, como modo de modernidad absoluta, y de manera mucho más general o prolongada, la «pamela», de ala más ancha y muy dispuesto a los adornos… 

Temo haber fatigado al lector. Uno se pregunta, empero, cómo con tanta historia y modelos, el sombrero masculino cayó en fuerte y casi general desuso (igual boinas o gorras) a partir de los pasados 40. El «sinsombrerismo» masculino fue casi un imperativo legal que provocó que los taxistas -antes con gorra, digamos de respeto- se deshicieran también de ellas, cual si fuesen plasmación de servidumbre. Fuera de la canícula veraniega, hasta hace unos veinte o menos años, nadie daba un duro por el elegante sombrero. Protege del frío y del calor (se ha dicho) pero en la mayoría de los casos, es un toque de distinción y personalismo. Yo hace bastantes años que uso sombrero y me voy percatando, no es difícil, que el sombrero masculino está de regreso y claramente. El femenino -con otros distingos- no se fue nunca. ¡Viva el sombrero!

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