‘Daredevil: Born again’, el último insulto de Disney
La nueva serie del superhéroe ciego tira por tierra el legado de las tres magníficas temporadas que nos brindó Netflix

Imagen promocional de 'Daredevil: Born again'. | Disney
La crítica ha destrozado el live action de Blancanieves, la última ocurrencia de Disney para volver a pisotear nuestra infancia sin miramientos. El gigante audiovisual lo sigue haciendo con Star Wars (y sus interminables sucedáneos) y con Marvel (y su infinito «multiverso»). Desgraciadamente, el último producto tocado y hundido ha sido el superhéroe mejor llevado a la pequeña pantalla: Daredevil.
Netflix nos brindó entre 2015 y 2018 tres temporadas de puro cine. Un deleite visual que fue abruptamente interrumpido por líos de derechos y pamplinas. Por eso muchos dimos un respingón en la silla cuando anunciaron una nueva serie -a modo de continuación- del héroe ciego de Marvel.
Poco dura la alegría en la casa del pobre. En los primeros minutos Disney muestra sus cartas. Esperábamos un póker y ni siquiera habían ligado una mísera pareja. Las espectaculares luchas que vimos en Netflix -coreografiadas al milímetro y grabadas con finísima elegancia- han sido sustituidas por unos efectos (nada) especiales, que parecen hechos por el becario del estudio.
En el primer capítulo -alerta de spoiler– se nos priva para siempre del personaje más entrañable del elenco y aliado clave del protagonista: Foggy Nelson. Mal. Gravísimo error. Si quieres matar a un personaje tan trascendental, por lo menos, espérate un par de capítulos para darle el marco argumental correcto. Crea un conflicto que derive en su muerte, dale un final heroico, haz que sea un gran error del héroe y se sienta culpable… No sé, ¡algo! Pues nada. Aparece Bullseye y Foggy va directo a una caja de pino. Chimpún. A otra cosa.
Por cierto, hablando de Bullseye, apenas 15 minutos en pantalla es lo que dura uno de los grandes antagonistas del héroe. Eso es todo el tiempo de metraje que merece este supervillano. Se ve que los creadores no aprendieron la lección de la tercera entrega de Spider-Man y el desperdicio que se hizo entonces de Venom.
La cosa va más allá: durante cuatro capítulos ni siquiera tenemos al propio Daredevil. Hay que esperar hasta el sexto para volver a verle los cuernos y disfrutar, por fin, de una pelea cuerpo a cuerpo de las que recordábamos. Ni por esas consigue esta serie levantar el vuelo, entre otras cosas, porque en toda la temporada ¡no hay trama! No sabemos, literalmente, hacia dónde va esto.
¿Y qué tenemos a cambio? Un planteamiento interminable, una turba de secundarios intrascendentes, subtramas irrelevantes, el malo malísimo Wilson Fisk yendo a terapia de pareja (¡¿de verdad?!), otra historia de amor para Matt Murdock lejos de Karen Page, el recuerdo del gran Ben Urich encarnado en alguien sin medio gramo de su carisma… ¿Por qué, de verdad, por qué? ¿Ningún trabajador de la serie vio que ese no era el camino? ¿Nadie alzó la voz? ¿Nadie leyó el guion y dijo «conmigo no contéis, yo esto no lo firmo»?
Por respeto al personaje y la serie, este periodista ha querido ser piadoso y esperar al final de la temporada para compartir estas líneas. Albergaba una mínima esperanza, por nimia que fuera, de que la serie volviera en algún momento a lo que fue. De todo corazón, esperaba que el titular de esta crítica fuera muy distinto. No ha habido suerte. Este jueves se culminó el sacrilegio.
Disney es lo contrario a la mano de Midas. Es la sublimación de la cultura del spin off y la secuela. En bucle. Un día de la marmota marcado por la vagancia creativa. El McDonald’s de la cultura, el reguetón audiovisual… Llámalo como quieras. La máquina de hacer dinero cada vez brilla menos. No hay novedad, ni riesgo, ni frescura. Disney es un plato diario de macarrones, pero cada vez más pasados, con menos tomate y un queso de peor calidad.
Disney, por favor te lo pedimos, basta ya.