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Cultura

Reflexiones sobre la estupidez

Península publica el libro ‘La psicología de la estupidez. Explicada por las mentes más brillantes del mundo’

Reflexiones sobre la estupidez

Ilustración de Alejandra Svriz.

¿Por qué las personas inteligentes creen en tonterías? ¿Pueden las redes sociales transformarnos en imbéciles? ¿Por qué los más estúpidos creen que el estúpido es el otro? ¿Hay categorías de estupidez? Reunidos por Jean-Francois Marmion, un psicólogo francés que se hizo mundialmente conocido como divulgador, psicólogos, filósofos, sociólogos y escritores, reflexionan sobre estos tópicos en La psicología de la estupidez. Explicada por las mentes más brillantes del mundo, un libro que fue multiventas en Francia y que Península acaba de editar en español.  

No se trata, por cierto, de preguntas simples y las diferencias en los enfoques de los miniartículos y entrevistas que componen este volumen dan cuenta de ello. De hecho, podría decirse que la falta de unidad y los distintos registros, algunos más humorísticos y otros con pretensión académica, incluso con una edición atractiva con colores y resaltados, dificulta la continuidad de la lectura. 

Con todo, y a favor del libro, podría decirse que tratar de definir la estupidez resulta tan controversial como cualquier intento de definir la inteligencia, de aquí que muchos de los artículos vayan de un campo a otro sin más, como también es natural que resulte muy presente, probablemente por razones de coyuntura, la cuestión de la manipulación mediática y el adjudicarle estupidez a determinados referentes políticos por el simple hecho de que discrepan con las ideas del autor

La irracionalidad y la estupidez

Sin ir más lejos, el profesor de Filosofía, Aaron James, confunde al estúpido con el idiota tal como se lo entendía en la antigüedad, y define al primero como un ser individualista con un gen egoísta que se encuentra sobre todo en Estados Unidos. Otros como el psicólogo Serge Ciccotti, corren el eje del comportamiento cívico para vincular al estúpido con la (ausencia de) inteligencia e indicar que éste posee la tendencia a sobreestimar su nivel de competencia y «sobresale por su capacidad de creer en todo lo habido y por haber, desde las teorías de la conspiración hasta la influencia de la Luna en el comportamiento, pasando por la homeopatía». 

Asimismo, Ciccotti agrega que la irracionalidad (aquí equiparada a la estupidez) estaría vinculada a nuestra necesidad atávica de controlarlo todo, algo que, por ejemplo, se observa en aquellos individuos que frecuentan personas que dicen ser capaces de predecir el futuro.

Por su parte, el filósofo Pascal Engel, hace uno de los intentos más serios del libro tratando de trazar una taxonomía de la estupidez y complejizar el panorama cuando rompe la presunta contraposición entre estupidez e inteligencia. En este sentido, Engel habla de el necio, quien no carece de inteligencia ni es hostil al conocimiento si bien no sabe cómo aplicarlo; o del estúpido inteligente aquel que puede ser muy sabio y culto para brillar en sociedad, pero su inteligencia no acuerda con sus afectos. 

«Esta clasificación de tipos de estupidez puede parecer rudimentaria, pero tiene la ventaja de subrayar que la estupidez no es (o no es solo) una incapacidad para comprender o un defecto intelectual, ni es una privación del juicio que dejaría al individuo, de manera permanente o temporal, en un estado de inercia o falta de libertad».

Racionalidad, inteligencia y emoción

En este punto se abren distintos aspectos conceptuales que son recogidos por algunos de los participantes del libro. El primero, refiere al derribo del otro gran mito clásico de Occidente: la contraposición entre racionalidad y emoción que, en este caso, se traduciría en la contraposición entre la inteligencia como vinculada al ámbito de lo racional, y la estupidez como emergencia de un comportamiento prerreflexivo gobernado por lo afectivo.

Es aquí donde aparece el gran trabajo de Kahneman sobre los sesgos cognitivos en la que es otra de las grandes discusiones del libro. Como ustedes sabrán, en una investigación que le valió el premio Nobel, Kahneman dio en el eje de flotación de todas aquellas teorías que, entrado ya el siglo XXI, seguían apoyándose en la idea de hombre racional, aquí entendido como homo oeconomicus, mostrando que al momento de tomar decisiones los sesgos cognitivos resultan centrales. No podríamos llamar a éstos fuentes de estupidez, pero explican buena parte de los errores que tomamos como agentes racionales. 

Los sesgos cognitivos son errores sistemáticos de nuestra forma de pensar basados en determinadas estructuras y lógicas. En épocas de algoritmos e información cada vez más personalizada, el sesgo más famoso es el de confirmación, esto es, la tendencia a buscar información que confirme nuestras creencias y a desacreditar toda aquella que las contradiga, si bien, sin dudas, el más nocivo de todos es el que algunos llaman sesgo de punto cero, esto es, aquel sesgo que, justamente, nos impide reconocer nuestros sesgos. 

¿Antídotos frente a la estupidez?

Por último, se podría destacar la entrevista al psicólogo, escritor y diplomático, Tobie Nathan quien entiende que la cultura puede ser un antídoto contra la estupidez y responde a esta sensación que seguramente nos ha invadido a todos alguna vez en los últimos años: ¿existen en la actualidad más estúpidos que antes? De ser así, ¿cómo podría explicarse ese fenómeno con un desarrollo civilizatorio como el que ha demostrado la humanidad en el último siglo? 

Sin embargo, Nathan es taxativo: «En nuestra época, al renunciar a las filosofías comunes, las personas se han visto obligadas a exponer más sus estupideces. No son más estúpidas de lo que solían ser, yo diría que lo son bastante menos, pero se nota más». 

Seguramente a esto habría que agregar que la combinación entre esta renuncia a las filosofías comunes que daban un marco de creencia más o menos coherente, y la posibilidad de que cualquier estúpido pueda, a través de las redes sociales, ofrecernos una opinión o una conducta capaz de devenir viral al instante, ayuda a confundirnos y creer confirmada la suposición de que, en la actualidad, la cantidad de estúpidos está creciendo en grandes proporciones. No se trataría, entonces, de mayor cantidad de estúpidos sino de mayores canales a través de los cuales dar a conocer la estupidez, uno de los grandes privilegios de estos tiempos.

En síntesis, La psicología de la estupidez es un libro desparejo y algo inclasificable en el que las elaboraciones interesantes coexisten con intervenciones que, quizás ayudadas por el objeto del libro, se prestan a desarrollos donde el afán por la divulgación y la lectura entre amena y jocosa, conspira contra la precisión. Con todo, nos permite conocer pensadores, ideas y reflexiones que bien vale la pena rastrear.  

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