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Cuando el narrador lo cambia todo: Numa Turcatti en ‘La sociedad de la nieve’

La trascendencia universal de las historias es, en definitiva, lo que nos empuja a buscar nuevas maneras de contarlas

Cuando el narrador lo cambia todo: Numa Turcatti en ‘La sociedad de la nieve’

Enzo Vogrincic como Numa Turcatti en ‘La sociedad de la nieve’. | Filmaffinity

«La realidad siempre supera a la ficción». Recurrimos a esta frase hecha cuando queremos describir una historia real tan compleja y sorprendente que ni los mejores guionistas de Hollywood podrían haberla imaginado. Pero, en muchas ocasiones, esas mismas historias acaban siendo adaptadas después para el cine o la televisión. Esto implica utilizar las herramientas propias de la ficción audiovisual para volver a contar lo sucedido.

¿Y por qué es tan habitual esa práctica? Más allá de los beneficios económicos potenciales que puede generar la adaptación de un hecho conocido, existe una razón narrativa de fondo. Las historias reales que tanto nos fascinan o conmueven nos llevan a reflexionar sobre la propia condición humana y nos plantean grandes preguntas que no siempre tienen respuesta. Esa trascendencia universal de las historias es, en definitiva, lo que nos empuja a buscar nuevas maneras de contarlas.

La tragedia (y el milagro) de los Andes

El accidente aéreo ocurrido en la cordillera de los Andes en 1972, que es al mismo tiempo una tragedia y un relato de superación en circunstancias extremas, ha sido explicado en distintas obras de no ficción, como el documental Naúfragos: Vengo de un avión que cayó en las montañas (Arijón, 2007). También se han publicado varios libros sobre el suceso, algunos de ellos escritos por los propios supervivientes.

Pero, además, esta historia real se ha transformado en ficción cinematográfica en tres ocasiones: Supervivientes de los Andes (Cardona, 1976), ¡Viven! (Marshall, 1993) y La sociedad de la nieve (Bayona, 2023). Las dos últimas películas son, en realidad, adaptaciones de dos libros concretos: ¡Viven! (1974), del autor británico Piers Paul Read, y La sociedad de la nieve (2008), del escritor uruguayo Pablo Vierci, que además era compañero de colegio y amigo de algunos de los pasajeros del accidente. Aunque ambas adaptaciones cuentan los mismos hechos reales, lo hacen desde perspectivas muy diferentes.

De ¡Viven! a La sociedad de la nieve

Al hablar de ¡Viven! es necesario tener en cuenta que se trata de una película estrenada hace 30 años, producida por uno de los grandes estudios de Hollywood (Paramount Pictures) y rodada en inglés con actores como Ethan Hawke (en el papel de Nando Parrado) o Josh Hamilton (Roberto Canessa). Todo esto condiciona necesariamente un relato que gira en torno a la heroicidad de los supervivientes, y que de alguna manera contribuyó a consolidar una visión muy concreta de los hechos en el imaginario colectivo.

Frente a esta épica de heroísmo hollywoodiense, propia de grandes producciones norteamericanas de los años noventa, Bayona pone el foco sobre la historia de una comunidad surgida en condiciones trágicas y muy extremas, donde contra todo pronóstico se revela una visión esperanzadora del ser humano. Y lo hace de manera intimista, con sensibilidad y delicadeza.

Como ha afirmado el propio Bayona, La sociedad de la nieve «vuelve a contar el relato para cambiar el relato» que se había consolidado. En una carta escrita en 2011, que se recoge en la reedición del libro de Pablo Vierci (2022), el director explica por qué quería llevar esta historia a la gran pantalla:

«Creo que no hay mejor motivación a la hora de hacer una película que la de hablar de la dignidad a la que Roberto Canessa se refiere cuando habla de ‘la chance de vivir la vida de aquellos que no tuvieron la oportunidad de hacerlo’. Creo que su historia merece una película que explique el contexto verdadero de la montaña, que transmita el frío, el hambre, que se exprese en el idioma en el que se desarrolló realmente y por encima de todo transmita la profunda espiritualidad que nació en su sociedad, que al ser tan profunda es universal y está a la altura de todo lo imposible que vivieron allí arriba».

Todas las decisiones técnicas y narrativas tomadas en la película están orientadas a reflejar ese mensaje de fondo. Desde la presentación inicial de los personajes al uso de los primeros planos y el gran angular, pasando por la banda sonora de Giacchino. Pero, sin duda, uno de los elementos que más claramente ilustra la voluntad de Bayona es la elección del narrador, Numa Turcatti (interpretado por Enzo Vogrincic).

La voz de Numa para contar la historia de todos

En una historia que es eminentemente coral, la voz en off de Numa se convierte en el hilo conductor del relato. De la mano de este personaje, que no formaba parte del equipo de rugby y que no conocía a la mayor parte de sus compañeros de vuelo, los espectadores vamos descubriendo al grupo, nos vamos integrando en su sociedad, comprendemos lo que vivieron y sintieron.

Noble, humilde y reservado, tras el accidente Numa se preocupó más por los demás que por sí mismo, y se ganó el respeto y el cariño de todos. La gran sorpresa de la película llega cuando, en un punto de giro desgarrador, la voz del propio Numa nos desvela que él fue el último fallecido en la montaña. Esta revelación pone de manifiesto que Bayona quería contar la historia de esa «sociedad de la nieve» desde una perspectiva que incluyera a todos los que formaron parte de ella. También a quienes no regresaron.

Esto contrasta claramente con el caso de ¡Viven!, donde los protagonistas son los héroes que sobreviven a la tragedia. Los hechos se contextualizan desde la perspectiva de Carlitos Páez, uno de los supervivientes. El Carlitos del futuro (interpretado por John Malkovich) abre y cierra la película con testimonios en los que recuerda su experiencia.

En ¡Viven!, todos los componentes del relato audiovisual remarcan las hazañas heroicas de los supervivientes, con una trama construida en torno al conflicto entre dos de los «líderes», Nando y Canessa. Son muy pocos los fallecidos que adquieren el rol de personajes secundarios, y Numa ni siquiera es mencionado.

La elección del narrador en estas dos películas, por tanto, muestra dos maneras muy distintas de aproximarse a una historia basada en los mismos hechos reales.

Numa como una de las claves narrativas de la película

Es indudable que La sociedad de la nieve ha calado hondo en una gran parte del público. Ha sido vista por millones de personas en todo el mundo, convirtiéndose en una de las películas de habla no inglesa con más visualizaciones de la historia de Netflix (de hecho, lleva ya 8 semanas en el Top 10 global de esta plataforma).

A pesar de que la película está disponible en streaming desde el 4 de enero, más de 500.000 espectadores han ido a verla al cine en España, y todavía sigue proyectándose en algunas salas. Hasta la fecha ha ganado al menos 20 premios, entre ellos 12 Goya del cine español y el Premio del Público en el Festival de Cine de San Sebastián. Y en tan sólo unos días puede ser galardonada también con dos Óscar.

Fotograma de _La sociedad de la nieve_ en el que se ve el avión rodeado de supervivientes en medio de los Andes.
Fotograma de La sociedad de la nieve en el que se ve el avión rodeado de supervivientes en medio de los Andes. FilmAffinity

Explicar las razones del éxito de una película siempre es complicado, porque generalmente ese éxito se debe a la conjunción de factores muy distintos. Aun así, cabría afirmar que la capacidad de La sociedad de la nieve para generar una experiencia cinematográfica tan inmersiva radica, al menos en parte, en la perspectiva desde la que Bayona se aproxima a la historia, repleta de humanidad.

Esa mirada permea todos los niveles formales del relato, emergiendo de forma especialmente clara en la elección del narrador. No en vano, millones de espectadores hemos podido conectar de manera muy profunda con esta película porque quien nos cuenta lo ocurrido en los Andes es Numa Turcatti.

Isadora García Avis, Profesora del Grado en Comunicación Audiovisual, Universitat Internacional de Catalunya

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

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