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'Vermiglio': desertores y amoríos en los Alpes italianos

La película de Maura Delpero, Gran Premio del Jurado en el Festival de Venecia, transpira sensibilidad y autenticidad

‘Vermiglio’: desertores y amoríos en los Alpes italianos

'Vermiglio'.

Vermiglio es un pintoresco pueblecito del Trentino, en los Alpes italianos, de apenas 2.000 habitantes, que vive del turismo de nieve. Vermiglio es también el título del segundo largometraje de Maura Delpero, que evoca la historia de la familia de su padre en una época -finales de la Segunda Guerra Mundial e inmediata posguerra- en la que la localidad no tenía nada de pintoresca, estaba muy aislada y la vida era dura.

El detonante de la trama es la llegada a ese lugar recóndito de dos soldados italianos que han desertado y a los que acogen en el pueblo. Uno es de la zona; el otro, un joven siciliano del que se enamorará una de las hijas del maestro del pueblo. La guerra es un eco lejano, que solo se hace presente cuando se oye el ruido de los motores de algún avión sobrevuela el valle. La vida de la comunidad sigue su propio ritmo, casi por completo ajena a lo que sucede en el mundo que hay más allá de las montañas.

La película tiene un planteamiento coral, con la familia del maestro como centro, y dentro de ella es la hija enamorada del desertor la que toma más protagonismo. Queda embarazada, se casa con el soldado y cuando acaba la guerra este vuelve a casa para ver a su familia, con la intención de volver antes del parto. Pero todos empiezan a inquietarse cuando no reciben ninguna carta… Otro de los personajes relevantes es el padre de la chica, el maestro, que tiene un gramófono y unos pocos discos. Cuando la esposa le recrimina haber comprado uno nuevo, porque necesitan el dinero para comprar alimentos, él le responde que la música es alimento para el alma.

El disco en cuestión es Las cuatro estaciones de Vivaldi. No es casual, porque es el paso de las estaciones -que la película las recorre desde el nevado invierno hasta el verano- el que marca el ritmo y el ciclo de la vida. Lo cuenta la directora a partir de pequeñas historias cotidianas compuestas de dolor y felicidad, deseo y remordimientos, secretos y confesiones. Un bebé no supera el duro invierno; la madre queda de nuevo embaraza; los niños hablan en susurros en la cama de un supuesto oso que merodea por los bosques cercanos; dos chicas adolescentes fuman a escondidas en el establo; una familia emigra a América en busca de una vida mejor; el maestro guarda bajo llave algo impúdico en el cajón de su escritorio; una de las hijas tiene su primera menstruación; otra descubre en solitario los placeres del cuerpo escondida tras un armario y sabe que su destino será el de novicia, porque la familia solo puede permitirse llevar a estudiar a la capital a uno de los vástagos y ella no va a ser la elegida…

Verdad y poesía

Uno de los méritos de Maura Delpero es la sensibilidad y aparente sencillez con la que atrapa estos retazos de vida cotidiana. Las imágenes transpiran autenticidad. Le ayuda a conseguirlo la mezcla de actores profesionales con personas de la zona que hablan en el dialecto local. Rostros populares, curtidos por la intemperie y el trabajo en el campo, que nos recuerdan el cine de Pasolini, los hermanos Taviani, Ermanno Olmi y más recientemente Alice Rohrwacher.

No cae la cineasta en la tentación ni de crear un mundo bucólico, un pasado idealizado, ni de llevar la película hacia el áspero drama rural de corte social. A ella le interesa sobre todo plasmar los ritos cotidianos: ordeñar la vaca, comer en familia, acudir a misa… Y transmitir sensaciones, de tal modo que uno siente frío al ver esos paisajes nevados. En lugar de llevar la película hacia la emotividad y el melodrama – cosa que podría haber hecho con suma facilidad-, Maura Delpero opta por un estilo elusivo, en el que no siempre se muestra directamente el acontecimiento dramático para conmover del espectador, sino que se deja que sea este quien recomponga aquello que la narración elide.

Vermiglio, que ganó el Gran Premio del Jurado en el Festival de Venecia, es un largometraje de ritmo pausado y con abundantes elipsis. Debido a su carácter coral, puede parecer en algún momento que la cinta divaga y la trama se diluye. Pero en realidad va sumando poco a poco piezas que componen un mosaico. No es una película para impacientes, pero la paciencia se ve recompensada. Maura Delpero consigue algo casi milagroso: aunar verdad y poesía.

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