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'Muy lejos': cuando poner tierra de por medio te lleva al autoconocimiento

Mario Casas sale de su zona de confort una vez más para ponerse en el papel de un emigrante español en 2008

Es casi un lugar común afirmar que Mario Casas es buen actor, que ha dejado atrás algunas deficiencias iniciales y trascendido el mero encanto personal que le hizo meterse en el bolsillo a varias generaciones de jóvenes con taquillazos románticos. Y lo es –un lugar común– porque hace ya mucho que el actor demostró su solvencia interpretativa. Podría decirse que ha sido casi una obsesión para él elegir papeles poco acomodaticios y proyectos dirigidos por autores con personalidad.

Ese es el caso de Molt lluny, Muy lejos, película de estreno esta semana. Opera prima de un tal Gerard Oms que ganó el premio del Jurado de la Crítica en el pasado Festival de Málaga. Jurado, por cierto, compuesto por un servidor y tres maravillosas personas con las que tuve el placer de compartir días de café y cine. No sería mala idea que contaran con nosotros, en bloque, para algún que otro festival más. Ahí lo dejo. Pero no me despisto. Os explico por qué Molt lluny es una película tan recomendable. 

Muy lejos tiene un arranque que despierta nuestro interés. Un grupo de amigos y familiares, hinchas del Espanyol, viajan a Utrecht para animar a su equipo. Tras el partido toca volver. Pero el personaje de Mario Casas se le quiebra algo dentro y pierde el pasaporte deliberadamente para quedarse en tierra. Es de esa forma tan repentina como Sergio logra distanciarse de todo su mundo. Iremos descubriendo por qué tomó esta decisión a lo largo de la película. A partir de entonces, tiene que batirse el cobre en un país francamente hostil con los emigrantes. Vive desde la enorme dificultad para encontrar alojamiento estable a las jornadas intensivas de trabajo que, al menos en su caso como europeo, no suponen un conflicto legal. No así a los amigos extracomunitarios con los que empieza a trabar amistad. Y, por supuesto, las dificultades idiomáticas y la frialdad de la sociedad neerlandesa. 

En paralelo, Sergio vive un fuerte exilio interior. Algo tiene que resolver consigo mismo. No por nada ha necesitado irse muy lejos para mirarse muy dentro. La experiencia tiene algo de encierro monacal. Entre las cosas más refrescantes de la película de Oms sobresale que el contexto no es casualidad, que está emplazada en el 2008, y los paisajes donde se desarrolla la trama se sienten rabiosamente genuinos. Hay un retrato fiel de algo que han podido de vivir los espectadores en primera persona, o sus amigos y seres queridos. Y es que en demasiadas ocasiones no sabes desde qué realidad paralela te están hablando en el cine español, incluso cuando se pretende de corte social. No es el caso de Muy lejos

La cinta testimonia en la ficción las experiencias de miles de jóvenes emigrantes españoles, esa masa anónima que salió de España en la época de la crisis para buscarse la vida en Europa y que en muchos casos no volvió. Una masa tan ausente en eso que hoy día se llama «relato», porque sencillamente no tienen interés político. Esa gente puede verse reflejada ahora en el rostro de un icono generacional como Mario Casas.

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