The Objective
Literatura

Hélène Cixous: «La literatura no desaparece, aunque el mundo se queme»

La escritora francesa ha ganado el Premio Formentor 2025 por su influencia en el pensamiento contemporáneo

Hélène Cixous: «La literatura no desaparece, aunque el mundo se queme»

Hélène Cixous, Premio Formentor de las Letras 2025. | Fundación Formentor

Este 2025, el Prix Formentor ha reconocido a la escritora francesa Hélène Cixous no solo por la monumentalidad de su obra, sino por su intrépido gesto de soberanía creativa. Nacida en Orán en 1937, hija de madre alemana judía asquenazí y padre argelino judío sefardí, Cixous forma parte de la generación de intelectuales que transformó el pensamiento contemporáneo francés. Cercana a figuras como Jacques Derrida, Michel Foucault, Georges Bataille y Gilles Deleuze, su trayectoria ha sido tan transversal como radical. Por eso, hoy conversamos con ella en THE OBJECTIVE, con motivo de su visita a Madrid para recoger este prestigioso galardón literario.

En una sala repleta de periodistas, la Premio Formentor 2025 nos recibe con la misma profundidad que recorre su escritura: la lengua es un cuerpo vivo, y la literatura, una forma de resistencia. «No podemos vivir sin literatura», afirma. No como un eslogan, sino como una constatación. «La literatura puede ser prohibida, puede ser ignorada, pero no desaparecerá. Está hecha de la misma materia que el alma». Su voz atraviesa la sala con la gravedad de quien ha visto cómo se quema el mundo, pero sigue escribiendo.

En el turno de preguntas, planteamos lo que algunos no pueden decir en voz alta: ¿por qué se publican hoy tantos libros escritos por mujeres? ¿Por calidad, o por cuotas? Cixous no duda: «La posteridad decidirá», y lo dice con una mezcla de ironía y justicia poética. «Hay libros buenos y libros mediocres, pero el mercado pesa. ¿Quién compra esos libros? En su mayoría, mujeres. ¿Eso significa que son grandes libros? No lo sé. ¿Es literatura feminista o literatura vendible?». Hélène Cixous nos deja con dudas para poder darle velocidad a nuestras reflexiones.

Para ella, el criterio último es la relectura. «¿Quiero quedarme con ese libro? ¿Volver a él? ¿Me ha transformado?» En tiempos donde la publicación se confunde con la visibilidad, Cixous se aferra a una idea más densa: el texto que permanece. El que duele. El que nos escribe mientras creemos estar leyéndolo.

Recuerda entonces a Stendhal, que se preguntaba cuándo lo leerían. «Tal vez dentro de diez años… o de cien». Y se respondía: «Ese bebé que llora por ahí, ese será mi lector». Ella también escribe para ese lector por venir. Para el que no ha nacido aún, mientras tanto, convive con la lengua como si fuera un animal mitológico. «La lengua me habla», afirma. «Me dice: por aquí, no por allá. Cambia esto, deja aquello. Cuando escribo, no soy yo: es la lengua que se despliega».

Rueda de Prensa con Hélène Cixous, Premio Formentor 2025 | Sonia Troncoso (EFE)

Habla de lenguas en plural. Del alemán de su madre, del español sefardí de sus antepasados, del francés colonial que prohibió hablar árabe en su Argelia natal. «Crecí entre lenguas que se daban la espalda y también se abrazaban en la cocina, en las cartas, en las bromas». Su padre, recuerda, escribía a su madre jugando en español: «Ya no soy Georges, ahora soy Jorge». Esa fue su primera literatura: el juego secreto de los idiomas dentro de otro idioma. «La lengua es un archivo colosal. Habla todas las lenguas, incluso las que no sabemos que sabemos».

La lengua es un archivo colosal. Habla todas las lenguas, incluso las que no sabemos que sabemos.

Por eso, para leer a Clarice Lispector, aprendió portugués. «No quería perder los diamantes que están en la lengua original». La traducción, advierte, es un arte en sí mismo. También es una batalla. «Se necesita traducción para vivir. Pero sabemos que algunas cosas no se pueden traducir. En La risa de la medusa, –su manifiesto más traducido– hay juegos de palabras que simplemente no pasan al español. ¿Qué hacemos entonces? Hablar con los traductores. Buscar respuestas. Aceptar la pérdida, sin rendirse».

No rendirse a la actualidad

Como muchos periodistas están interesados por ahondar más en la realidad que en su literatura, se le pregunta por Gaza. Por Ucrania. Por el antisemitismo. Por lo que está siendo destruido mientras aún escribimos. Cixous no teoriza. Respira hondo. Cita al poeta ruso Ósip Mandelstam, que murió en 1938 por haber escrito un poema sobre Stalin. «Él escribió su condena a muerte en un verso, pero también escribió la prueba de que la literatura es importante, porque por cuatro versos, se muere». Hace una pausa, nos mira a todos en la sala y añade: «Yo también soy esa prueba».

Para ella, el mundo actual se descompone no solo en cuerpos, sino en memoria. «Estamos viendo cómo Gaza se destruye, pero también cómo Israel se destruye a sí misma destruyendo a Gaza. Y, con eso, destruye a Occidente. No solo es Europa bombardeada por Rusia: es el mundo occidental el que está agonizando. Arde la esperanza. Arde el archivo. Lo que queda es inteligencia artificial». Y entonces la pregunta inevitable: ¿qué puede hacer la literatura frente a eso? «Seguir su camino», dice. «Aunque el mundo se queme, la literatura debe escribir lo que tiene que escribir. Si cedo al impulso de hablar de Israel, del antisemitismo, del horror, tal vez traicione el libro que estaba escribiendo y eso es una trampa. Hay que resistir también ahí», afirma.

Dice que la literatura y la humanidad son indisociables. Que no hay una sin la otra y lo dice como quien no quiere que se nos olvide, porque estamos olvidando y el horror es ruido que nos distrae. Escribimos como si todo pudiera esperar y ella insiste: no todo puede esperar. La escritura, como la vida, debe ser una cuestión de urgencia.

Cixous y el teatro

Su experiencia en el mundo del teatro también sale a relucir, en especial, su colaboración con el Théâtre du Soleil. Su respuesta es otra vez una lección: «Tuve que inventar mi propia técnica para escribir teatro. Empecé con un texto sobre Vietnam. Era pequeño y no servía. Terminé escribiendo cincuenta personajes y así aprendí que en el teatro no se escribe para la lengua, para la literatura, se escribe para el público. El público es un personaje fantasma. Siempre está ahí». Tal vez eso explique por qué Cixous escribe como quien convoca una multitud de voces que no vemos y por qué su literatura no se acomoda. No explica. No narra. Invoca. La lengua, en sus manos, no es herramienta. Es oráculo.

Al final, cuando el encuentro llega a su cierre, lo dice con una claridad que no necesita epílogo: «La lengua nunca nos abandona. Somos nosotros quienes la abandonamos». Quizá, entre tanta palabra dicha, entre tanta frase convertida en trinchera, lo que permanece sea eso: la certeza de que escribir sigue siendo un acto de fe y de resistencia.

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