Miguel Fleta, el pastor que se convirtió en el mejor tenor del mundo
El cantante aragonés fue el primero en cantar la famosísima aria ‘Nessun dorma’, en 1926
«Il nome mio nessun saprà!». Mi nombre nadie lo sabrá, así reza uno de los versos de la que tal vez sea el aria más famosa de la historia de la ópera, el Nessun dorma. La canta el personaje de Calaf, enamorado de la princesa Turandot en la ópera homónima de Giacomo Puccini.
El final del aria, con el triple grito de «vincerò!» y el clímax del do sobreagudo —mal llamado do de pecho—, la ha convertido en una de las piezas más queridas y familiares del género operístico, incluso para los más ajenos a esta arte. No en vano Luciano Pavarotti hizo de esta aria la seña de identidad de su extenso repertorio, sacándola del dominio exclusivo de la ópera y elevándola a la categoría de cultura popular.
Pero decíamos que la letra de la canción, entonada por el que para el público es aún el príncipe desconocido, habla de que nadie sabrá el nombre del protagonista. El verso hace referencia a la historia que cuenta la ópera, la de un joven de la realeza que supera tres enigmas para casarse con la enigmática princesa Turandot. Esta, no obstante, cuando su pretendiente resuelve los tres acertijos, se resiste aún a casarse con él. El interesado, entonces, le propone una alternativa: si Turandot consigue adivinar el nombre del príncipe antes del alba, no sólo se librará de desposarlo sino que podrá ordenar que le corten la cabeza.
El final de la ópera acaba revelando el nombre del príncipe, Calaf, pero el nombre que para muchos ha quedado en el olvido es del primer tenor que interpretó este conocido papel y que resulta ser un español. Se trata de Miguel Fleta, un tenor aragonés de primera fila en el panorama operístico europeo del primer tercio del siglo XX y que interpretó por primera vez al protagonista masculino de Turandot en su estreno en La Scala de Milán, el 25 de abril de 1926.
El cantante había nacido el 1 de diciembre de 1897 en la localidad oscense de Albalate de Cinca en el seno de una familia numerosa, tan numerosa que fue el menor de catorce hermanos. En el hogar de los Fleta, las dificultades económicas estaban al orden del día y el joven Miguel tuvo que ponerse a trabajar desde la tierna edad de ocho años, primero como pastor, después al servicio de un terrateniente y, más tarde, como peón en las obras un canal. Aquello derivó en que Fleta no pudo ni ser escolarizado. A pesar de ello, su natural disposición para el canto llevó a su padre a procurar estudios musicales al muchacho.
Unos años después, ya admitido en el Conservatorio de Barcelona, fue la profesora belga Louise Pierre Claro —conocida como Luisa Pierrick— quien influyó más en el tenor en ciernes. Tras de una formación bastante corta, dio inicio a una carrera que no fue particularmente larga, ya que debutó en 1919, en el papel de Paolo il Bello en la ópera Francesca da Rimini, y sólo llegó hasta 1927, cuando una faringitis aceleró su ocaso. Pese a ello, el spinto aragonés llegó a cantar en los principales escenarios del mundo y en obras de la talla de Aida (Verdi), I Puritani (Bellini), Lohengrin (Wagner) o Carmen (Bizet). Aunque tal vez el compositor que le trajo más alegrías fue Puccini, ya que cantó papeles en Tosca, La bohème y la propia Turandot.
Su papel en política
Más allá del canto, si por algo fue conocido también Miguel Fleta es por sus vinculaciones políticas, en concreto a la Falange, a la que se afilió nada más estallar la Guerra Civil. Unos años antes, el día en que se proclamó la Segunda República, Fleta protagonizó una anécdota que habla a las claras de sus preferencias políticas. El tenor se encontraba en el Teatro Gayarre de Pamplona, donde debía actuar aquella noche. Tras conocerse la noticia de la llegada de la República, el portero del teatro se acercó corriendo a Fleta y le dijo: «Don Miguel, ya somos todos iguales». El tenor le contestó con bastante sorna y un poco de mala leche: «Pues vaya usted a cantar y yo me quedo en la puerta».
Durante la Guerra Civil, el cantante aragonés se convirtió en una de las voces de la Falange, participando en campañas de propaganda promovidas por las JONS. Incluso, llegó a grabar una versión del Cara al sol.
Fleta murió el 29 de mayo de 1938 a consecuencia de una enfermedad renal.
Pero, política aparte, la gran tragedia de Miguel Fleta es que, a pesar de haber inaugurado el que tal vez sea el papel más famoso de la historia de la ópera… increíblemente no hay una grabación suya cantando el Nessun dorma. Es una pena, sin duda, pero también tiene algo de poético. A fin de cuentas, todos los que luego han interpretado el papel de Calaf en Turandot han sido sucesores de Miguel Fleta. Todos ellos —Jussi Björling y Corelli y Mario del Mónaco y Richard Tucker y José Carreras y Alfredo Krauss y Plácido Domingo y, por supuesto, Luciano Pavarotti— todos ellos, de alguna forma, se convierten en aquel príncipe aragonés que conquistó el corazón de la gélida princesa Turandot.