Israel Fernández: la pureza del arte
El cantaor presenta ‘Por amor al cante’, el disco grabado en vivo que revive el sonido y los lugares clásicos del flamenco
Israel Fernández, el cantaor flamenco del momento, presenta Por amor al cante, junto a la emblemática guitarra de Antonio El Relojero. El dúo grabado en vivo desde las peñas flamencas más icónicas de España, nos entrega un disco cargado de improvisación, sonido clásico y un potente toque de «verdá»…
THE OBJECTIVE se reúne con Israel Fernández en el emblemático tablao flamenco, el Corral de la Morería. Su relación con el guitarrista Antonio El Relojero se remonta a más de una década: «Me presentaba en un concurso de cante en Colmenar de Oreja, pueblo autóctono de Antonio, y mientras esperaba mi turno, escuche su ‘toque mágico’», nos cuenta Israel.
PREGUNTA.- ¿Por qué le sorprendió tanto su guitarra?
RESPUESTA.- Era un toque absolutamente clásico, que yo reconocí en seguida. No se escucha actualmente. Es un toque que está en peligro de extinción. En el concurso estaba de guitarrista Antonio Arena y Antonio El Relojero iba de secundario, pero yo pedí que me dejaran participar con él. Al escucharlo, también me llamó la atención porque es el mismo toque con el que yo canto, sobre todo cuando vengo de escuchar a La niña de los Peines, a Juan Talega o a Manuel Torres. Todos ellos pertenecen también a ese mundo. Es clásico, muy de los años veinte, treinta o cuarenta. Hasta los cincuenta se seguía escuchando en guitarras, como la de Manolo de Badajoz, Niño Ricardo, Sabicas…
P.- Por amor al cante se ha grabado en directo desde importantes peñas como El Morato, Fernández Núñez, El almíbar de Córdoba, ¿qué tienen de particular estos lugares?
R.- Las peñas son asociaciones de aficionados al flamenco, se juntan socios por la afición, casi siempre el nombre se le da por rendir tributo a un artista o al pueblo al que pertenecen. También hay algunas dedicadas a un palo, como la del Taranto en Almería, por donde pasaron Camarón, Antonio Mairena o Tomatito. Han sido siempre puntos importantes de referencia de la música flamenca. Ahí está la afición, los que verdaderamente entienden de cante. Esto también lo digo de manera formal, porque el entender o no, realmente tiene que ver con los sentimientos. Cuando uno siente no hace falta entender, y si uno entiende y siente, pues es doblemente placentero. Cuando un artista visita una peña, también hay algo de presión o mucha responsabilidad al presentarse, es como ponerte a jugar al futbol con Messi o Maradona. Pero personalmente, encuentro que es donde tengo los pies más en la tierra, y a su vez, donde más libre me siento.
P.- Dice que el toque de Antonio El Relojero está en peligro de extinción. ¿Por qué se ha ido perdiendo?
R.- El toque que se utiliza en cada momento de la historia, tiene que ver con el sentir y con la afición, no con cómo se enseña a tocar. Antonio, por ejemplo, es plenamente autodidacta y en el flamenco, la academia es realmente para mejorar, porque la música, es algo que se lleva dentro. Es como tener hambre, tiene que haber un apetito y eso deviene en distintos sonidos. Ese toque clásico se ha perdido porque ya no se escuchan esos cantes, entonces tampoco ya no se escucha ese toque de guitarra.
«Yo creo que la música flamenca, más que crearla, la refrescamos y participamos»
P.- ¿Cómo ha sido el recorrido por las peñas? ¿Le resulta similar cantar para una guitarra contemporánea como la de Diego del Morao, con quien presentó un anterior disco, que con una tan clásica como la de Antonio El Relojero?
R.- El recorrido por las peñas yo ya lo conocía, en algunas he estado más de tres veces. Antonio, en cambio, no había tocado fuera de su pueblo y ha sido maravilloso llegar con él a lugares tan emblemáticos para nuestra música como lo es Granada o Almería. Creo que hemos compartido mucho flamenco, amor y amistad, que es lo más importante. Él tiene una afición muy parecida a la mía y eso es como encontrarte con trocitos de tu misma naranja, a alguien con quien te reconoces y eso es muy enriquecedor. Con respecto a mi cante, yo me he criado escuchando discos clásicos, pero llega un momento en que te creas una monotonía interna y con ello, llega tu propia creación y una frescura muy personal. Yo creo que la música flamenca, más que crearla, la refrescamos y participamos. Llega un momento en que necesitamos recrear esa monotonía íntima, mientras encuentras tu propia forma de sentir, yo ahora me siento en ese momento.
P.- Describe el toque de Antonio El Relojero con una carga importante de «verdá» y siempre ha defendido la pureza del flamenco…
R.- Yo respeto la pureza por la información, por el respeto que se tiene que tener a lo que se hace, no el purismo, la pureza no se mide por hacer las cosas igual, porque eso es copiar. La pureza existe con la lealtad. También existe el mestizaje, a veces se dice que algo no es puro porque es mestizo, tanto en la raza como en la música, pero el mestizaje es algo que está en las culturas. A mí me gusta que la gente que se acerque a cualquier género flamenco sea buscando pureza, que respete los cánones de los que está hecho y que de ahí derive, para que tenga la información de lo que está haciendo. Cuando hablo de pureza también me refiero a ser leal con todo, no solamente con el arte, sino con la vida misma.
«Para el oído principiante, siempre recomiendo los diez discos que grabó Paco de Lucía con Camarón, entre 1969 y 1977»
P.- En un universo tan vasto como el flamenco, ¿cuáles son los básicos para acercarse a entenderlo?
R.- Es que el flamenco es infinito, yo siempre digo que se necesitan dos vidas… Pero para el oído principiante, siempre recomiendo los diez discos que grabó Paco de Lucía con Camarón, entre 1969 y 1977. Son de guitarra, cante y palmas, y son imprescindibles para empezar a reconocer palos, toques, entonaciones, estudiarlos es como hacer un máster. Otro mundo es saberlos ejecutar; el flamenco se puede escuchar, y a lo mejor no lo puedes hacer, pero sí disfrutar. Para ejecutarlo tienes que tener una suerte de don, es una forma de sentir muy especial, y también está la afición, sin la que no somos nada. Lo bonito del mundo es compartir y participar, ese es el verdadero privilegio.
P.- ¿Cómo fueron elegidas las seis canciones que podemos escuchar en el disco?
R.- El disco fue puramente improvisado, yo le decía el palo o que iba a cantar por soleá o por seguiriyas y así íbamos fluyendo. Luego lo hemos grabado todo en directo, no hay nada cortado ni editado. Decíamos «este fandango o aquel…», de la manera más espontánea. Yo intento hacer las cosas cada día con la mayor verdad, para así arrepentirte menos y eso creo que se percibe en el disco. Ahora también estoy componiendo mucho, intentando contar cosas que merezcan la pena. Con Antonio El Relojero, en cada peña hemos dejado momentos que quedan para siempre, y qué mejor que entre los peñeros, que comparten el verdadero amor por el flamenco. Los artistas se hacen en las peñas, en los tablaos y en las compañías, o como nosotros decimos, «en las tablas». Todo requiere un momento, aunque luego está también la gente que llega del tirón, sin pasar por éstos, y llegan a ser solistas sin pasar por ahí. No son ni mejores ni peores, pero no tienen ese recorrido. No es lo mismo comprar un diamante en una tienda que meterte a la mina a buscarlo. En el recorrido hay piedra picada, un respeto y una relación con la piedra; imagínate cuando ves el diamante que ha salido de ella, lo adoras, igual pasa con la música, igual con el flamenco.