Mbappé, contra el síndrome de Estocolmo
En Suecia te pueden hundir en la miseria por pernoctar en un hotel donde alguien que no eres tú está violando a una mujer
A Chaplin, si viviera, le sobrarían motivos y argumentos para rodar una secuela de Tiempos modernos. El patio está así: Trump gana las elecciones en Estados Unidos; poco importa su probado currículum delictivo porque Kamala no ha conectado con el electorado: ha perdido más de diez millones de votos. El antecesor y sucesor de Biden fue cómplice del asalto al Capitolio y Pablo Iglesias respaldó ‘Rodea el Congreso’. Demócratas de garrafón que, sin embargo, tocan pelo. «Hay quienes estudian la democracia para destruirla», dijo Michael Ignatieff en los Premios Princesa de Asturias.
Más modernidades: a Pedro Sánchez lo echan a palos de Paiporta, o huye mientras los Reyes escuchan a los desesperados. Sánchez ha caído en lo que también Ignatieff llama «la trampa del líder, que es que te vuelves ciego porque siempre te dicen lo que quieres oír». A Mazón no le quieren ni en Génova, o dudan de él o le ¿defienden? con la boca pequeña. Testimonio de un valenciano afectado, desesperado, desilusionado, desmoralizado, embarrado y hundido: «Los políticos no han dado la talla y del desastre que tenemos encima, no saldremos no ya en días, semanas o meses, nos va a costar años recuperarnos de la catástrofe».
Más madera: en la avanzada democracia de Suecia te pueden hundir en la miseria sólo por pernoctar en un hotel donde alguien que no eres tú está violando a una mujer en una habitación que no es la tuya: caso de Mbappé, víctima del síndrome de Estocolmo que ataca a Deschams y a la Federación Francesa de Fútbol. Él quiere ir a la selección, pero no le convocan. Paralelismos: me cuenta una amiga rusa que Trump se lleva bien con Putin porque éste le tiene bien agarrado por los cataplines: «Grabaciones escandalosas». ¡Vaya usté a saber! ¿Cómo lo de Marruecos y España? ¿Mohamed tiene trincado por las pelotas, perdón, por el teléfono, al presidente español? Dudas por resolver a la espera de asimilar lo que son los nuevos ‘tiempos modernos’.
Cuestión aparte es el Madrid, legendario campeón del siglo XX y del XXI. Creen sus seguidores que la derrota no forma parte de su decálogo existencial, que tiene que ganar siempre, como si los demás no existieran, o como si los demás tuvieran que hacerle el pasillo en cada partido y el rendibú en ceremonias como la del Balón de Oro (por 41 votos se impuso Rodri y no hay indicios de pucherazo). El Madrid gana porque existen los ‘demás’ y pierde precisamente por eso. Y por eso de cuando en cuando entra en barrena, se asoma al precipicio o cae al vacío como cualquier mortal porque, aunque todopoderoso, no es infalible. Después de encajar un 0-4 frente al Barça, ¡con lo que duele!, y a continuación un 1-3 con el Milan, con lo que martirizan dos derrotas por goleada en casa y consecutivas ante rivales históricos, protagoniza Silbados, docu-reality recurrente que suena a lo de Évole pero que no es lo mismo.
La paciencia del Bernabéu, también conocido como el ‘Teatro de la Ópera’, es finita. Una derrota es abrasiva; dos, un incendio, y un fútbol ramplón, una crisis con precedentes y la intervención inmediata de los bomberos. Tchouaméni se ha lesionado a tiempo para por lo menos durante un mes dejar de escuchar música de viento. Ha sido ‘señalado’ porque encarna los peores defectos que su hinchada detecta y deplora: indolencia, falta de actitud y calidad cuestionable.
No es el único protagonista de la hecatombe. Sobre Mbappé, más allá del ‘síndrome de Estocolmo’ que acobarda a su federación y a su seleccionador, lo que pesa es la losa de la identidad. No se encuentra. Lo ha diagnosticado Thierry Henry: «Su demarcación no es la del delantero centro, es la banda izquierda, donde coincide con Vinicius, en estos momentos el mejor del mundo en esa posición». O se adapta o al rinchi.
El legendario y extraordinario Carlo Ancelotti, acosado por los resultados, la ausencia de malicia en retaguardia y un equipo insustancial, parece que con la incorporación del francés se ha encontrado un problema que ni el de Houston. O varios, ya que el rendimiento de la plantilla es tan vacuo como el trabajo sin fundamento de Bellingham, la desazón de Valverde, el desamparo de Rodrygo, la inutilidad de Tchouaméni, una defensa gelatinosa sin Carvajal, un centro del campo desamparado sin Kroos y los abandonados Endrick y Güller. El madridismo mira con envidia a los jóvenes valores del Barça y no se explica cómo sus dos promesas no tienen sitio en la alineación en tiempos repetitivos marcados por esta crisis de juego y de resultados.
Al Madrid el talento no se le supone, se le exige. Lo tiene. ¿O acaso la llegada de Mbappé no debería contrarrestar la jubilación de Kroos y la posterior lesión de Carvajal? Pues parece que no porque el repuesto no cubre el terreno de los ausentes. Mbappé está más perdido que el barco del arroz porque es imposible que se haya olvidado de jugar al fútbol. Ya se sabe, hacer el amor y montar en bicicleta, una vez que se aprende tampoco se olvida. Es como ponerse las medias –de seda– sin rasgarlas ni hacer carreras. Es un arte más fino que la escritura cuneiforme y la ceremonia del té. Las mujeres aprenden esto toda la vida. La madre transmite la habilidad a su hija, como la receta de la abuela para el pastel de repollo. El método, sacar las medias del paquete con el dedo índice y el pulgar, humedecerlas, extenderlas, contener la respiración, ponérselas, alisarlas en la pierna… exhalar. Un proceso muy tenso. Cuando llegas a la segunda pierna, hasta los pájaros se callan (Katerina Kulish).
En 1962 Di Stéfano protagonizó un anuncio que decía: «Si yo fuera mi mujer, luciría medias Berkshire». A Santiago Bernabéu le sentó como un tiro y ‘La Saeta’ reconoció al cabo de los años que aquello «fue una boludez». Tiempos demasiado modernos para los años sesenta y una costumbre, la de ponerse las medias –de seda– que empezó y terminó con Di Stéfano y que como símil con la actualidad madridista equivaldría a romper el hechizo y no ganar ni para disgustos ni para pantys.
P. D.: En cuanto a Kylian Mbappé, con el triunfo balsámico ante Osasuna (4-0), ‘Silbados’ ha sido eliminado temporalmente de la parrilla. Él no marcó, continúa bloqueado, el equipo mejoró, a pesar de la plaga de lesiones, y Ancelotti recuperó crédito. Hasta la próxima.