Los expertos rebaten a Escrivá: subir las pensiones con el IPC es inflacionista
La indexación de las pagas presiona la negociación para subir los salarios, lo que afecta a los costes de las empresas y provoca efectos de segunda ronda
El ministro de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones, José Luis Escrivá, niega que la subida de las pensiones vinculada al IPC sea inflacionista vía efectos de segunda ronda, a diferencia de la subida salarial. En este sentido se ha pronunciado en varias ocasiones. Los expertos consultados por THE OBJECTIVE rebaten los argumentos del ministro al respecto y consideran que esa subida de las pagas en función de la inflación media de los doce meses anteriores sí provoca una suerte de efectos de segunda ronda que retroalimentan la escalada de la inflación.
Escrivá sostiene que los efectos de segunda ronda se generan por el lado de la oferta de la economía, no por el lado de la demanda, que es la dinámica que atribuye a la revalorización de las pensiones con el IPC: más consumo por parte de los beneficiarios de las pagas. Los pensionistas, justifica, no están incluidos en el proceso productivo a través de la oferta, y la actualización de sus pagas no se infiltra en los costes de las empresas, ni en los márgenes empresariales, ni depara una espiral de salarios y precios.
Más presión para alzas salariales
Sin embargo, expertos como el presidente de la consultora Freemarket Corporate Intelligence, Lorenzo Bernaldo de Quirós, sostienen que la actualización de las pensiones con el IPC sí genera efectos de segunda ronda. Esos efectos que enquistan la inflación transitoria en la subyacente, actualmente en récord del 6,4%, impensable hace un año para el IPC general.
De Quirós no ve razón para excluir a los salarios de una indiciación al IPC cuando sí se indexan las pensiones. Aduce que cualquier ligazón de pensiones al IPC debilita cualquier intento de evitar que eso suceda con los salarios. Además, añade que la situación se agrava porque las nuevas pensiones medias son más altas que el salario medio o el salario más frecuente, lo que agrava la discriminación de menor revalorización a los trabajadores. Por otra parte, considera que si se revalorizan las pensiones se produce una mayor presión sobre la demanda y en un escenario como el actual de shock de oferta, ello produce efectos inflacionistas.
Se financia con déficit
En el mismo sentido, el economista jefe de Tressis, Daniel Lacalle, explica que «subir las pensiones con el IPC tiene más efectos de segunda ronda que subir salarios, porque se están financiando con déficit, lo cual significa consumir nuevas unidades de moneda». En consecuencia, rechaza el argumento de que subir salarios tenga efectos de segunda ronda y subir pensiones no.
Por su parte, el profesor e investigador de la UAH Juan de Lucio comprende que Escrivá en su argumentario pone el acento en las presiones inflacionistas por el lado de la oferta. Pero cree que ese razonamiento era válido hace un año y no ahora. «Hoy por hoy, existen presiones del lado de la demanda, aduce, y la subida de las pensiones se aplica para próximos años, luego los razonamientos han de pensar en de dónde vendrán las presiones inflacionistas en los próximos meses y años».
Actuación de los bancos centrales
Añade De Lucio que una tasa subyacente tan elevada revela presiones que van más allá de problemas de oferta. De hecho, resalta el hecho de que si las presiones inflacionistas fueran solo de oferta -como trasluce el ministro para defender la revalorización de las pensiones y no la de los salarios- los bancos centrales no estarían subiendo los tipos de interés, política que afecta a la demanda principalmente.
Por eso, cree que el argumento oficial no se corresponde con el entorno actual ni el que nos espera en los próximos meses. Además, concluye De Lucio: «Si la inflación es de oferta y el shock supone una pérdida de renta, ¿cuál es el motivo por el que los pensionistas no deban soportar esa pérdida de renta y sí deban hacerlo los asalariados?»
El profesor del Centro de Estudios Financieros (CEF) Juan Fernando Robles, más próximo al argumento del ministro, razona que si bien la subida de las pensiones técnicamente no provoca una espiral de salarios y precios como tal -al no afectar a los costes de las empresas- que se transforme en efectos de segunda ronda, sí hay que contemplar que subir las pensiones con vinculación al IPC genera un aumento del consumo, dado que el grueso de las pensiones son bajas y afectan a colectivos, por tanto, en los que la propensión al consumo es bastante alta, sobre todo en productos básicos.
Inflacionista vía aumento de rentas
Por eso, reconoce Robles que actualizar las pagas con el IPC sí es inflacionista, ya que al aumentar el consumo de un colectivo de casi 10 millones de personas, aumenta la demanda, si bien no por la vía de la incorporación de los costes a las empresas, sino vía aumento de rentas. De hecho, advierte el experto que solo se podría compensar el incremento de la demanda agregada que provocará la revalorización de las pensiones si se consiguiera una reducción del gasto público que actuara en sentido inverso en la demanda.
El presidente de la Comisión Financiera del Consejo General de Economistas, Antonio Pedraza, sí comparte la visión técnica del ministro e identifica efectos distintos sobre la inflación en el supuesto de subir pensiones con el IPC y revalorizar salarios. Considera que el efecto inflacionista que en su caso tuviere, vía aumento del consumo, la revalorización de las pensiones, es menor al que pudiera tener la indexación de los salarios.
De Quirós no circunscribe el debate solamente a consideraciones de teoría macroeconómica. Explica que también hay inercias en las negociaciones que acaban enardeciendo a los sindicatos a que la «clase trabajadora» reciba también revalorizaciones, al ver privilegiados los intereses del colectivo de pensionistas, cuyas pagas sufragan los salarios de las personas en activo. Por eso, identifica que la subida de las pensiones con el IPC medio alienta la puja por mayores alzas salariales que finalmente se infiltrarán en costes y márgenes de las empresas, derivando -en mayor o menor medida- en la espiral de salarios y precios y los consiguientes efectos de segunda ronda.