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El euro digital, la herramienta de control social definitiva

A medida que se van conociendo nuevos detalles sobre la futura moneda europea, saltan las alarmas sobre los riesgos de su posible formato e implementación

El euro digital, la herramienta de control social definitiva

Billetes de euro destrozados. | Unsplash

Que se está diseñando una moneda digital europea no es una sorpresa. Este tipo de divisa consiste en una CBDC, o lo que es lo mismo, una moneda digital emitida por un banco central, por sus siglas en inglés, y utiliza el planteamiento técnico de las criptomonedas, apoyado en técnicas criptográficas y tecnología blockchain para su creación, gestión y distribución. La superioridad de este tipo de monedas digitales sobre el dinero convencional es tan obvia, que se estima que al menos 105 países, que representan más del 95% del PIB mundial, ya están explorando una CBDC propia. Entre estos países está China, con su e-yuan ya en funcionamiento, o la Reserva Federal Estadounidense y el Banco Central Europeo, diseñando sus respectivos dólar y euro digitales. Incluso el Banco de España ha declarado estar evaluando crear su propia criptomoneda en formato CBDC para un supuesto uso de pagos mayoristas.

Christine Lagarde, presidenta del Banco Central Europeo, pronunció el pasado mes de noviembre una conferencia donde abordó más detalles sobre la implementación del futuro euro digital. El comunicado iba directamente alineado con el Banco Internacional de Pagos (BIP) y en línea con la visión expuesta en octubre por Bo Li, director del Fondo Monetario Internacional, por lo que es un planteamiento en firme sobre lo que se desarrollará. Precisamente el contenido de la conferencia se ha ido desgranando y analizando en los últimos días, y plantea profundas y fundamentadas preocupaciones sobre los riesgos que supone el euro digital, al entreverse las intenciones de su creación.

El euro digital supone eliminar la privacidad individual

El primer aspecto a considerar sobre la futura moneda es la privacidad. Según manifestó la propia Lagarde, «En nuestra consulta pública, el 43% de los encuestados calificó la privacidad como el aspecto más importante del euro digital, muy por delante de otras características. Por tanto, está claro que si queremos que el euro digital sea atractivo, debe diseñarse de forma que satisfaga las expectativas de privacidad de las personas». Es más que evidente que el ciudadano de a pie teme por este aspecto, ya que precisamente una cualidad de los activos digitales que utilizan tecnología blockchain es la absoluta trazabilidad sobre los movimientos. Esto es un beneficio en redes descentralizadas como Bitcoin, pero este poder en manos de un ente centralizado, es la perversión del sistema.

A esto se suma el hecho de que el emisor de la moneda es el propio Banco Central Europeo, y que el modelo planteado para su distribución según la visión del Banco Internacional de Pagos (BIP) sea de forma directa del propio emisor al ciudadano. En consecuencia, el Banco Central Europeo será conocedor de todo movimiento efectuado por el ciudadano con el euro digital.

Ante esta realidad, que contradice precisamente la principal preocupación del ciudadano sobre el diseño de la moneda en materia de privacidad, Lagarde achaca la necesidad de impedir la financiación al terrorismo y blanqueo de capitales: «El anonimato total -como el que ofrece el dinero en efectivo- no parece una opción viable. Contravendría otros objetivos de política pública, como garantizar el cumplimiento de las normas contra el blanqueo de capitales y luchar contra la financiación del terrorismo. Y también haría prácticamente imposible limitar el uso del euro digital como forma de inversión -por ejemplo, mediante límites de tenencia o remuneración escalonada-, para lo cual es necesario conocer la identidad de los usuarios».

Como resultado, el planteamiento actual del euro digital es, de facto, una violación de las libertades individuales. Cabe recalcar que la privacidad es un derecho, no un privilegio. Aunque se contempla que el nivel de privacidad pueda ser mayor para gastos de importe menor, Lagarde recalca que son excepciones ya que el objetivo es, supuestamente, ese foco en evitar el financiamiento de actividades ilícitas. Por supuesto es algo positivo trabar la operativa terrorista o el blanqueo de capitales, el problema es aplicar el mismo filtro y medidas para el total de una sociedad.

Dicho de otro modo, esta visión monetaria es opuesta a la presunción de inocencia y aplica una política generalizada de supresión de privacidad y mecanismo de control. Y es que justificar que deba trazarse el pago hasta de un café para dificultar la actividad de células terroristas es, cuanto menos, pasarse de frenada.

La supresión del efectivo como antesala del euro digital

Otro aspecto que se plantea como razón para el lanzamiento del futuro euro digital, es el progresivo desuso del dinero en efectivo. De hecho, no son pocas las medidas nacionales, europeas e internacionales que pretenden acabar con el dinero en papel, como es la imposición de un importe máximo para pagos, o un endurecimiento de todo tipo de pago realizado en la Unión Europea, supuestamente para terminar con el blanqueo de capitales. Esta estrategia, que asfixia la usabilidad del dinero en efectivo, sienta el precedente para la introducción del euro digital. Precisamente una cualidad del dinero de papel es el anonimato que ofrece, y por eso quiere limitarse su uso hasta la eliminación total.

En palabras de la propia Lagarde, el diseño del euro digital eliminará la privacidad por una decisión política, y no por una necesidad técnica de la tecnología blockchain. De facto, esta tecnología ya ofrece un elevado nivel de trazabilidad, lo cual permite que las transacciones, aun siendo anónimas, no sean óptimas para usos ilícitos ya que complica su gasto en la economía real.

Existen multitud de casos en los que precisamente gracias a esa capacidad trazable del blockchain, todo tipo de ciberdelincuentes han sido rastreados e identificados, o incluso las billeteras con sus fondos han sido bloqueadas. Un ejemplo de ello es el robo del exchange Mt. Gox en 2014, cuyos Bitcoin robados podrán ser devueltos a los usuarios a los que fueron sustraídos. Es decir, es perfectamente posible crear y usar activos criptográficos como un método anónimo y privado de pagos, pero aún así útiles para evitar la financiación de actividades ilícitas. De este modo, el diseño planteado por el euro digital corrobora que el objetivo principal no es impedir los usos vinculados a blanqueo de capitales o financiación del terrorismo, si no el control absoluto sobre todas las transacciones afectadas con éste.

El dinero programable y la identificación personal

El euro digital y su visión sobre la privacidad no son hechos aislados. Cabe recordar que las CBDCs son dinero programable vinculado a los datos personales de la persona, lo cual permite, por ejemplo, que una persona que no haya pagado un impuesto vea inhabilitadas las monedas que tiene en su billetera, o directamente desconectar del sistema a cualquier individuo si así se determina. Como enfoque menos extremo, también se podrá aplicar un recargo a alguien que exceda el consumo permitido de combustible para un periodo concreto, o impedir la compra de un determinado producto, como carne, bajo ciertos pretextos. Ya hay medidas en esta dirección asociadas al cumplimiento de supuestos objetivos colectivos de carácter social, ecológico o económico.

Además, esto encaja con la implementación inminente del ID digital europeo, que será algo así como una billetera personal identificativa transversal a la Unión Europea. Esta pretende facilitar gestiones burocráticas de forma telemática, la identificación a entornos sociales como Facebook o Instagram, plataformas como banca o seguros, y vincular todo ello a la tenencia del euro digital.

Ahora queda por ver si habrá una posible convivencia del futuro euro digital con el presente euro, tanto en su formato digitalizado como en papel, o si por el contrario se producirá un periodo de transición entre ambos, similar a la migración de la peseta al euro entre el año 2000 y 2002. La digitalización de las monedas fiduciarias, apoyada en sistemas como la blockchain y la criptografía, es perfectamente lógica y responde a la transformación digital del dinero utilizando la mejor tecnología disponible para ello.

Lo que queda por ver es cómo la oportunidad que ofrece esta innovación es implementada por los poderes centrales para garantizar, o al menos preservar, los derechos y libertades individuales en materia de privacidad. Aunque todavía estamos entreviendo el resultado de su futura ejecución, las pistas indican que el futuro euro digital podría convertirse en la herramienta de control social definitiva.

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