Las buenas noticias de 2022
El curso cierra plagado de buenas nuevas que pueden haber pasado desapercibidas después de tantos eventos históricos pero trágicos
«Si crees que eres demasiado pequeño para hacer grandes cosas, intenta dormir con un mosquito en una habitación cerrada», reza un proverbio africano. En 2022 varias noticias nos confirmaron que no hay que subestimar el poder de los más pequeños, porque pueden hacer cosas enormes. Como ocurre con los hongos que devoran chapapote, el pulpo capaz de producir un veneno que podría derrotar al temido melanoma (el cáncer de piel más común), los gusanos que degradan plástico en solo 40 minutos y el pequeño helecho que podría ayudarnos a revertir el calentamiento global.
Y no son las únicas buenas noticias que nos ha regalado el año que está a punto de acabar, ni mucho menos. Atentos como vivimos a los avances de la neurociencia, en The Conversation tenemos muy presente que compartir los acontecimientos positivos contribuye a la felicidad de nuestros lectores. Eso, y que estamos ávidos de historias.
Por eso, además de poner sobre la mesa la gravedad del actual cambio climático, en los últimos meses también constatamos que no todo está perdido. Resulta que la siembra de agua, técnica ancestral en Sierra Nevada y en los Andes, podría ayudarnos a afrontar la sequía, a la vez que usar ventiladores mastodónticos permitiría extraer miles de toneladas de dióxido de carbono de la atmósfera.
Tampoco es baladí que el pasado verano la Asamblea General de las Naciones Unidas reconociera por primera vez que el acceso a un medio ambiente sano, adecuado o ecológico es un derecho humano.
Y esto enlaza con una excelente noticia de 2022 para las empresas: ya hay evidencias de que ser sostenible, además de beneficioso para el medio ambiente, es competitivo. Como también lo es apostar por la economía social, que se erige en impulsora de la recuperación económica.
Derechos, adolescencia y escuelas participativas
En 2022 anunciábamos también logros sociales importantes en dos puntos geográficos separados por muchos kilómetros. Por un lado, en España, la igualdad de derechos de las personas empleadas de hogar se convertía por fin en una realidad. Y al otro lado del charco, Cuba empezaba a dejar atrás la homofobia social.
Gracias al concienzudo trabajo de divulgación de quienes escriben a diario en The Conversation entendimos por qué se portan tan mal los niños cuando están cansados, por qué nunca debemos preguntarles a los pequeños de la familia si tienen novia o novio, por qué corren tanto riesgos los adolescentes y por qué nos hacemos amigos de nuestros amigos.
Sin olvidar que empezó a coger forma el sueño de formarnos en escuelas más democráticas y participativas en las que los alumnos no pierdan ni el asombro ni la sonrisa.
Misterios científicos resueltos y avances para un final de película
Por otro lado, en 2022 la ciencia siguió desvelando misterios y demostrando que nos queda mucho por saber. Sin ir más lejos, resolvimos un enigma de la física con nada menos que dos siglos de antigüedad: qué hace que el hielo resbale. Y también entendimos por qué los rayos no descienden al suelo en línea recta sino haciendo zigzag.
Puestos a descifrar enigmas bellos, los científicos explicaron el efecto pétalo de rosa, es decir, el mecanismo por el cuál las esféricas gotitas de rocío se adhieren a los pétalos de la flor más popular del mundo y no se caen, aunque pongamos la flor boca abajo. Asombroso, ¿no?
Boquiabiertos nos dejaron también los hallazgos dentro de la Cueva de las Estegamitas de Málaga, un lugar prácticamente único en el mundo (solo hay 3 cuevas parecidas en Australia, Puerto Rico y Eslovaquia) llamado así porque en su suelo crecen extrañas crestas que se parecen a las que tenían en la espalda los estegosaurios.
Por no hablar de cómo se nos quedó el cuerpo al conocer el Elinvar, una especie de unicornio tecnológico, un nuevo material que parecía imposible, creado por el ser humano utilizando principios que rozan la magia, pero no son más que avances de la ciencia.
Avances que también están permitiendo desarrollar vacunas de nueva generación que eviten que estemos imponiendo eternamente medidas cuando la cosa se pone fea con la covid-19, y poniendo una y otra vez dosis y más dosis de recuerdo. Puede que sean vacunas de mucosas, vacunas nasales o panvacunas, aún no lo sabemos con certeza. Pero parece que conseguirán que la pandemia de covid-19 acabe como merece: con un final «de película».
Nos despedimos de un año en el que irrumpieron en escena los primeros biofármacos elaborados a partir de heces de personas sanas y empezó a hacer sus pinitos la fotofarmacología, una disciplina emergente que desarrolla fármacos que se activan con luz y no tienen efectos secundarios. Un año en el que avanzamos hacia el diagnóstico precoz del párkinson y el alzhéimer.
En suma, un año cargado de buenas noticias. ¿Es o no para flipar en colores (un millón de tonalidades si eres tricrómata y cien millones si eres tetracrómata)?
No dudamos ni por un instante que en 2023 las buenas nuevas serán como mínimo igual de abundantes. Y desde The Conversation nos comprometemos a contárselas.
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.