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La otra cara del dinero

Trasteros: la gran esencia inmobiliaria se vende en mercados pequeños

España es el tercer mercado más importante del selfstorage de Europa con 580 centros

Trasteros: la gran esencia inmobiliaria se vende en mercados pequeños

En los últimos tres años, las tasas de ocupación de almacenamiento han aumentado alrededor del 90% hasta el 96% en EEUU.  | Ilustración: Alejandra Svriz

Los pisos están por las nubes. Los profetas llevan tiempo diciendo que en breve descenderán al atribulado planeta de nuestros sueldos menguantes, que la inflación y los tipos de interés están haciendo mella en el mercado, que… pero cuando salimos a mirar carteles o nos metemos en Idealista seguimos encontrando precios estratosféricos. La cosa se va a aclarando un poco conforme vamos reduciendo la demanda de metros cuadrados… hasta que La que se avecina nos da la solución definitiva. 

La serie, de dudosa calidad pero inmensa capacidad adictiva, triunfa descomunalmente porque capta con precisión paródica los desvelos del españolito medio. A finales de 2016 estrenó un episodio en el que varias familias vivían de okupas en un negocio de alquiler de trasteros. Los guionistas vieron que la angustia inmobiliaria funcionaba y continuaron tirando del hilo en temporadas posteriores hasta crear un submundo en los trasteros de la comunidad de Montepinar.  

Quién les iba a decir que se hallaban a la vanguardia de un fenómeno mundial que hace salivar a los inversores más sofisticados. Un reportaje del prestigioso The Economist (más que informar, prescribe tendencias) se preguntaba este verano ‘Why self-storage is turning into hot property‘. 

Aparte de la cualidad hipnótica de La que se avecina, que no creemos que afecte a los británicos, las claves de la tendencia actual son el teletrabajo y la limitada (de momento) oferta. Eso, dice The Economist, está dejando «enormes retornos» a los inversores en trasteros. 

Con la habitual ironía marca de la casa, el reportaje comienza revolviendo los sueños inmobiliarios más húmedos del lector: «A cualquier persona a la que se le pide que invente su hogar literario favorito tiene muchas opciones para elegir: Pemberley, Brideshead, Blandings, la mansión de Jay Gatsby, por nombrar algunos».  En comparación, «un montón de habitaciones vacías cerca de una autopista no es la parte más atractiva de una cartera de propiedades. Sin embargo, pocos activos inmobiliarios han igualado su desempeño últimamente». 

Una de las razones es que más personas se mudan de casa. Citan aquí a un clásico, Ron Havner, ex gerente de Public Storage, la mayor empresa de autoalmacenamiento de Estados Unidos, que recuerda que la gente busca sus servicios para «las cuatro D» (por sus iniciales en inglés): muerte, divorcio, desastre y dislocación. 

El Covid-19 incorporó un nuevo concepto: hubo que hacer hueco en casa para montar la oficina o/y el gimnasio, pero no resulta fácil tirar las cosas a la basura. No hay que entrar en el Heidegger del ser-a-la-mano (aunque citarlo en un artículo siempre da caché) para entender que las cosas nos interpelan emocionalmente. Y las inútiles, casi más: nos miran con esa carita que no tienen… El caso es que, según The Economist, en los últimos tres años, las tasas de ocupación de almacenamiento han aumentado desde alrededor del 90% hasta el 96% en EEUU. 

Europa no le ha ido a la zaga en el mercado del minialmacenaje. Se le estima un volumen de negocio cercano a los 3.800 millones de euros para 2026, frente a los 2.990 millones de 2020. Y España es el tercer mercado más importante de Europa con un total de 580 centros de selfstorage, solo superada por Reino Unido con 2.060 y Francia, que alcanza los 650 centros. 

Las empresas que tuvieron el olfato fino se están forrando. Necesito un Trastero, por ejemplo, ha facturado hasta 3,6 millones de euros en 2022, un 50% más que en 2021, y tiene ya 99 delegaciones en 70 ciudades de todo el país tras partir de cero con dos amigos emprendedores y un momento eureka en el año 2013. Y los inversores ahora se la rifan: los fondos Pine Bridge y Talus RE, por ejemplo, pusieron 50 millones de euros con el ambicioso objetivo de alcanzar los 100.000 metros cuadrados en los próximos años.

La alta demanda ha dado a los propietarios un sabroso poder para fijar precios. En EEUU, los aumentos en los alquileres pasaron de alrededor del 8% al 9% cada seis meses antes de la pandemia, a hasta un 35%, según la firma asesora Spenser Allaway de Green Street. 

En The Economist sostienen que los administradores de instalaciones pueden salirse con la suya porque los clientes tienden a ser bastante fieles: pueden darse una vuelta y elegir una instalación basándose en el precio y la proximidad, pero una vez que sus cosas están dentro, rara vez se molestan en moverlas. Como explica Stephanie Wright, de la Universidad de Nueva York, «las personas tienden a pensar: ‘Estacionaré mis cosas aquí durante uno o dos meses’, pero la duración promedio del alquiler supera el año».

Además, tal y como está la cosa, conviene tener un plan B residencial. Que se lo digan a Amador Rivas y su hija Carlota, a Ondongo, a Alba Recio y el (ex) padre Alejandro… 

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