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Por qué el espacio es una mina de oro para SpaceX, Amazon y las 'startups' españolas

España cuenta ya con empresas sólidas en el sector como Fossa Systems, Solar MEMS y Pangea Aerospace

Por qué el espacio es una mina de oro para SpaceX, Amazon y las ‘startups’ españolas

Un cohete SpaceX Falcon 9 despega desde la plataforma 40 en la Estación de la Fuerza Espacial de Cabo Cañaveral. | Europa Press

Desde hace meses, un curioso fenómeno asalta por igual a enamorados, paseantes solitarios, trabajadores nocturnos y adeptos a la oscuridad. En el cielo de medianoche se dibuja de repente una fila de objetos voladores no identificados que traza una diagonal hacia el espacio exterior. Cada punto desaparece al cabo de unos segundos, igual que ocurría con el Halcón Milenario de La Guerra de las Galaxias, y al testigo le palpita durante unos minutos una sospecha: ¿habré asistido a un fenómeno revolucionario?

En realidad, no se trata de extraterrestres. Son decenas de cientos de satélites lanzados desde la vieja y conocida Tierra con la idea de mejorar servicios de comunicaciones y conectividad, recopilar datos y acelerar investigaciones científicas. La mayoría de estos aparatos pertenece a SpaceX, una de las compañías fundadas por el incombustible Elon Musk

Visual Capitalist desgrana esos números: 3.395 satélites (la mitad de los que orbitan actualmente) están adscritos a Starlink, la empresa nacida de SpaceX con el objetivo de universalizar el internet de banda ancha a bajo coste. Vuelan a unos 5.500 kilómetros del planeta y cubren toda la superficie terrestre. 

El otro 50% del mercado galáctico se lo reparten, a considerable distancia, los británicos de OneWeb Satellites (502 en funcionamiento), los gobiernos chino, estadounidense y ruso (369, 306 y 137 respectivamente), y varias empresas norteamericanas. La implicación directa en esta carrera de tres potencias mundiales da una idea del peso actual de la geotecnología en la agenda política.  

Batalla híbrida

Esta es una competición aparentemente volcada con el altruismo del internet low cost, pero existen dos componentes que matizan el discurso oficial: por una parte, la pesca masiva de información es parte del pulso que mantienen EEUU y China. 

El Ejecutivo presidido por Joe Biden gastó el pasado curso 62.000 millones de dólares en programas espaciales, cinco veces más que China, cuya progresión es apabullante: ya tiene más satélites en órbita que su gran rival. 

Por otro lado, este mercado recuerda a la fiebre del oro, pero con planes de negocio e inversiones multimillonarias en vez de palas y revólveres. El proyecto Kuiper de Amazon persigue lanzar al espacio 3.236 satélites de órbita baja de aquí a 2029. El gigante americano no escatima en medios: más de 1.000 profesionales trabajan en esta iniciativa. 

Escala doméstica

En España existen algunos ejemplos que refuerzan la idea de que esta industria no tan incipiente genera empleo y riqueza. Tal vez el caso de Fossa Systems sea el más conocido por la juventud de su líder, Julián Fernández; el hecho de contar con el apoyo del gigante helvético WISeKey y la previsión de botar hasta 80 picosatélites (aparatos de menos de un kilogramo) antes de 2024. 

Similar aunque no idéntica es la propuesta de Sateliot, basada en el 5G y el internet de las cosas. Los catalanes han levantado, según Crunchbase, más de 12 millones de euros. 

Diferente es el planteamiento de la sevillana Solar MEMS, líder en la fabricación de sensores solares para la orientación de satélites de menos de 600 kilos. El 15% de los que están hoy en órbita lleva su tecnología. O los de la barcelonesa Pangea Aerospace, la primera empresa del mundo en tener éxito encendiendo motores aerospike con biometano y oxígeno líquido; y la valenciana Arkadia Space, especializada en el diseño de sistemas sostenibles de propulsión.

Durante la última década, apunta McKinsey, el sector espacial ha experimentado crecimientos exponenciales desde el ángulo de la inversión. Entre 2012 y 2021, las cantidades destinadas anualmente a esta floreciente industria han pasado de 300 a 10.000 millones de dólares. La oportunidad la pintan calva.

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